jueves. 25.04.2024

Tras el ridículo hecho por el Sr. Tamames y el partido de extrema derecha VOX, un mal pensado, alguien que creyera en las teorías de la conspiración, podría pensar que este nuevo viejo profesor de Estructura Económica ha sido un topo en manos de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz para desperezar al votante de izquierdas dormido encuesterilmente.

Y para rematar la faena, que el que estaba en el caballo troyano era Gabriel Rufián, el mejor tribuno del Parlamento, aunque siempre con la enorme tara de que representa a un partido que pretende ser de izquierdas siempre que no le toquen el tema territorial, que ahí es, como todo nacionalista, de derechas.

Pero las conspiraciones de verdad sólo existen para matar al César de turno, las demás son fantasías erógenas. El Sr. Tamames escribió el único libro que existió de Estructura Económica de España que elaboró al tener que preparar unas oposiciones -creo recordar al Estado- según el mismo cuenta. Era una mezcla el libro sector por sector de descripción de la realidad y crítica a los comportamientos empresariales y políticos que ayudó en este país –en los de lengua anglosajona no existen estudios de este tipo- a que parte de las élites de la Administración del Estado tomaran decisiones no tan solo con conocimientos leguleyos; también a los ciudadanos curiosos y estudiantes de Económicas a conocer nuestras fortalezas y debilidades económicas.

Hay mucha tarea para hacer, mucho traje que confeccionar, pero la dirección es la correcta porque las cifras lo atestiguan

Contaba Fernando Claudín que, antes de escribir su libro Crisis del movimiento comunista, le ayudó el libro a comprender que este país –que insistía Santiago Carrillo- ya no era el mismo, no solo el posterior a la guerra incivil, sino al poco del plan de estabilización. El franquismo realizó de forma criminal la acumulación de capital marxista de un sistema en el que, al comenzar la guerra, la mitad de la población vivía y trabajaba en y el campo a otra sociedad donde el turismo, la industria del idioma español, un sector industrial incipiente, un sistema de comunicaciones físicas –desarrollado sobre todo con los gobiernos de Felipe González-, las exportaciones, las primeras inversiones habían transformado la economía de tal manera, que ya no era posible mantener dos ficciones: la vuelta atrás del régimen franquista y, simultáneamente, la imposibilidad de que ese régimen sobreviviera a su criminal dictador Francisco Franco.

El PCE, el turismo y la televisión fueron el caballo de Troya que dinamitaron el franquismo y, en menor medida, la supuesta mayoría de ciudadanos de este país que quisieran traer la democracia, aunque yo creo que nunca hubo mayoría. En este sentido la izquierda española ha fracasado porque el franquismo pervive en un sector de la sociedad española pero transformado, adaptado a los nuevos tiempos. Prueba de ello es que el Partido Popular haya podido gobernar y pueda hacerlo de nuevo con la extrema derecha, como ya ha hecho en algunas Comunidades y lo hace actualmente en Castilla y León. El franquismo de ahora es machista, antiecológico, xenófobo, aderezado con cosas que han oído en las escuelas de negocios los mozalbetes pijos de derechas como es el neoliberalismo y el catolicismo integrista.

VOX recoge todo esto y, como nos contaron Yolanda Díaz y Rafael Rufián, vota en contra de todas las medidas, no solo progresistas, sino contra todas que proponga el gobierno de coalición por ser las dos cosas: el Gobierno de un Estado y por serlo de coalición con partidos nacionalistas. Con ello VOX nos dice para el que sepa y quiera oír que está de paso por la democracia, que la democracia es para ellos un obstáculo a sortear hasta que haya una mayoría de españoles que les voten y puedan gobernar en coalición con el PP y, con ello, acabar con la democracia con el BOE, sin necesidad de tanques en la calle ni asaltos a Congresos. VOX está esperando su oportunidad y sólo si hay o se forma una mayoría de demócratas en este país nos salvaremos de instaurar una autocracia con urnas en el mejor de los casos. Los españoles tienen la palabra.

Pedro Sánchez, Rafael Rufián, Yolanda Díaz y el resto de los diputados progresistas de la Cámara omitieron decir que, en un ejercicio de ucronía muy conveniente, si retrocediéramos unos cincuenta años atrás en el tiempo y el Sr. Abascal fuera ministro de Franco, al que tenía a su derecha -si pudiera- le hubiera detenido y torturado; incluso en los mejores tiempos del franquismo –que fueron casi todos porque hasta el año 1975 Franco firmaba sentencias de muerte- al que tenía a su derecha, insisto, le hubiera fusilado.

El que tenía a su derecha era el profesor Tamames, ¡el mismo que presentaba la moción de censura en representación de VOX! El Sr. Tamames tiene todo el derecho a no ser comunista y más ahora que el comunismo no existe como tal –tan solo a veces nominalmente-; más aún, tiene todo el derecho a cambiar la chaqueta comunista por la corbata neoliberal si es que alguna vez fue de lo primero, faltaría más.

El profesor Tamames tiene derecho a ser incoherente entre su pasado y su presente porque eso es evolucionar. Lo que es incoherente, absurdo, ridículo y estúpido es intentar cambiar España con medidas contrarias a las votadas y propuestas por el partido en nombre del cual se presentaba como candidato. Es verdad que el Sr. Tamames apenas propuso nada dado su estado senil y todo fueron críticas, pero hay que leer entre líneas y no siempre se puede hacer el Tancredo a lo Rajoy, es decir, aquello que dijo el gallego indolente cuando ganó las elecciones en el 2011 cuando una periodista le preguntó por las medidas que iba a tomar y dijo una frase que ya nadie recuerda: “generar confianza”.

Así, sin más, sin programa. Y ya sabemos lo que pasó con Rajoy: aumento de la deuda en 350.000 millones, redujo a cero el Fondo de Reserva o hucha de las pensiones desde el monto acumulado de 70.000 millones, ¡aumentó además los impuestos!, batió el record de parados, de población desocupada, de menos cotizantes y cotizaciones a la Seguridad Social, record en prima de riesgo, ¿aumento? de las pensiones durante cuatro años del ¡0,25%!, y acabó su legislatura quitando a los asalariados la red de los convenios colectivos. Es verdad que aún así hay pensionistas y asalariados que están dispuestos a votar de nuevo al PP pero de estulticia hablamos otro día.

La diferencia de esas cifras –salvo lo de la deuda- es abismal y en casi todas las magnitudes hemos mejorado de 3 años para acá de forma casi sorprendente tras la herencia recibida del Tancredo gallego, el terrible covid –por las muertes y el desastre económico- y la guerra de Ucrania. Hay algunos nubarrones, por supuesto, como es el cómputo entre los no parados de los fijos-discontínuos –no ha cambiado los criterios de cómputo-, el tema de la vivienda y la cesta de la compra, sobre todo de los alimentos frescos.

Pero la diferencia entre la política del “generar confianza” del indolente gallego y la actual es el papel de lo público en la economía, en lo social y en los derechos civiles. Esta debiera ser una lección para el ciudadano español que, a fuerza de no distinguir entre Estado y Administración, entre no enterarse que gran parte de el llamado Estado de Bienestar está transferido a las Comunidades Autónomas y de no distinguir entre neoliberalismo de conveniencia (Rajoy) y keynesianismo oportuno u oportunista (Sánchez), lleva a que una parte decisiva de estos ciudadanos voten en contra de sus intereses. Por eso la consigna de la izquierda debiera ser: ¡pensionista, asalariado, pequeño empresario, autónomo, sé egoísta y vota a la izquierda!

El que hubiera leído la prensa de derechas en España –casi toda la escrita, la de siempre- habría notado quizá con sorpresa que los artículos de opinión discrepaban con la oportunidad de la moción de censura, de su utilidad y que podría suponer un balón de oxígeno para la izquierda. Sólo había que leer los editoriales del ABC, el Mundo o la Razón, aunque fuera con la tara de el nivel cero intelectual que muestran esos políticos frustrados que son los opinadores de estos medios. Algo sospechaban que no iba a salir bien porque parecía que la derecha todo lo tenía en contra: el PP no se iba a sumar al voto afirmativo, el Sr. Feijoo no iba a comparecer, un excomunista representando a VOX que además está más cerca del descanso eterno que de la actividad de cualquier tipo. Y así ha ocurrido.

Ahora sólo queda para rematar la faena que Unidas Podemos participe en el proyecto de Yolanda Díaz, que deje los tics pequeño-burgueses que tuvo de la mano de Pablo Iglesias, que se sume a SUMAR en pie de igualdad con el resto y bajo la batuta de la excelente oradora con ideas que es esta otra gallega, tan distinta del indolente gallego que nos gobernó -el de los “hilillos del chapapote”-.

Hay mucha tarea para hacer, mucho traje que confeccionar, pero la dirección es la correcta porque las cifras lo atestiguan. Y una cosa más que la izquierda tiene que abordar y es el problema de que el Estado de las Autonomías, tanto en su fiscalidad como en su gasto público, sirve a la derecha. Es verdad que no hay vuelta atrás pero, por ello, hay que poner dos marchas hacia adelante evitando el dumping fiscal y la destrucción del Estado de Bienestar en las Comunidades en las que gobierna el PP, solo o en coalición. El Estado de las Autonomías pudo ser un error, creo que fue un error; ahora es un error mantenerlo como está. El impuesto compensatorio sobre las grandes fortunas es un buen camino, pero el camino a recorrer es más duro que el de Ulises volviendo a Itaca.

Paisaje tras la moción de censura