sábado. 04.05.2024
feijoo

El alcalde electo de Sevilla, el derechista José Luis Sanz, anunció en una entrevista en Canal Sur que se disponía a reorganizar algunos contenidos concernientes a la memoria democrática en el ayuntamiento hispalense porque, según su criterio, existe “un poquito de despilfarro”. Por su parte, el candidato popular a la Presidencia del Gobierno el 23J, Alberto Núñez Feijóo, ha advertido de que fulminará la ley estatal, aprobada en octubre, lo cual hace temer al movimiento memorialista que PP y VOX paralicen las exhumaciones de fosas, entre otras cuestiones.

Ello confirma que la cochura ideológica de ambos partidos se sustancia en el franquismo renovado que consagró el régimen del 78 en la obligada peripecia de articular el posfranquismo con rostro humano. Aunque eso tiene el límite de no poder renegar al origen de la doctrina que vertebra su acción política y cuyo génesis se sitúa en el 18 de julio de 1936 y, por consiguiente, la memoria histórica atenta contra su credo fundacional. Y tampoco pueden desentenderse de los intereses materiales que defienden a favor de las minorías económicas y estamentales y, por ello, las intenciones del PP, y no digamos de Vox, es derogar los avances de protección social, en contra de los análisis de la OCDE y Eurostat, lo que supone un riesgo grave para la estabilidad de millones de familias de este país.

PP y Vox consideran la democracia plena como un fatídico error que, por imperativo del entorno que nos ha tocado vivir, hay que sobrellevar, pero sin excesos

Ambos partidos consideran la democracia plena como un fatídico error que, por imperativo del entorno que nos ha tocado vivir, hay que sobrellevar, pero sin excesos. Las autonomías, esos engendros innecesarios; Aznar en La Nueva Rioja escribía: En lugar de concebir un Plan serio y razonable de la organización territorial de España, se ha montado una charlotada intolerable que ofende al buen sentido..." Por eso vendría el problema de Cataluña, al impugnar por vía del Tribunal Constitucional un estatuto que había cumplido escrupulosamente lo dispuesto en la Constitución. Porque la derecha posfranquista no entiende ni cree en la división de poderes, de ahí el bloqueo de la renovación del Poder Judicial para intentar recrear y hacer perdurable la doctrina del caudillaje de división de funciones y unidad de mando.

En realidad lo que pretende esta derecha radical y radicalizada es abolir la soberanía popular y que siempre quede el presunto poder cívico al arbitrio de las minorías influyentes y los resortes fácticos de un Estado que no sufrió ninguna reforma de caución democrática. Para la derecha, empero, la crisis poliédrica que padece la monarquía, al no reconocer las contradicciones del régimen del 78, se debe, simplemente, a los problemas planteados por un exceso de democracia. El uso verborrágico canallesco está siendo la vanguardia dialéctica de lo que puede ser una praxis letal para la democracia. Cuando Feijóo afirma que Sánchez tiene las manos manchadas de sangre porque presuntamente negocia con los terroristas, refiriéndose a Bildu, o el hecho de tildar como bolivarianos autoritarios a los miembros de Podemos –las viejas fantasmagorías conspiratorias del franquismo-, está resituando el debate político en los ámbitos guerracivilistas donde el adversario se convierte en enemigo bajo una confrontación estructural donde sólo puede haber vencedores y vencidos. Es en ese momento cuando la política desaparece y también la democracia, puesto que los vencidos deben ser también culpables. El catastrofismo dialéctico desplegado por los carpetovetónicos conservadores sobre la situación económica de España, desmentido por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, viene a definir el desparpajo con que los retóricos de la derechísima mienten sin ningún complejo ni escrúpulo.

El retorno a la pobreza mental y moral del nacionalcatolicismo es una de las aspiraciones de la conjunción ya decantada de la derecha radical, la única existente en nuestro país, lo que supondría, como en todos los ámbitos de la sociedad, una enjundiosa mirada al pasado más horrible. Para el triunfo del derechismo PP-VOX es necesario que una buena parte de la mayoría social, incluidas las clases populares, voten manifiestamente en contra de sus intereses confundidos por una retórica absurda basada en un miedo a una ETA inexistente y un catastrofismo económico que solo está en la cabeza calenturienta y poco cultivada de los miembros del franquismo irredento.

El franquismo gana elecciones