viernes. 19.04.2024
Protestas en la Puerta del Sol de Madrid en mayo de 2011
Protestas en la Puerta del Sol de Madrid en mayo de 2011

España sin pulso fue el título de un conocido artículo de Francisco Silvela, publicado en Tiempo el 16 de agosto de 1898, cuando la liquidación traumática de los últimos restos del imperio de ultramar. Silvela comenzaba su artículo con una cita del profeta Isaías: “Varones ilustres, ¿hasta cuándo seréis de corazón duro? ¿Por qué amáis la vanidad y vais tras la mentira?” Y más adelante la traducía en un pasaje bien aleccionador: “Hay que dejar la mentira y desposarse con la verdad; hay que abandonar las vanidades y sujetarse a la realidad, reconstituyendo todos los organismos de la vida nacional sobre los cimientos, modestos, pero firmes, que nuestros medios nos consienten, no sobre las formas huecas de un convencionalismo que, como a nadie engaña, a todos desalienta y burla”. La situación de España tras los últimos comicios municipales y autonómicos ha supuesto una quiebra del intento iniciado en 2011 de ensanchar los parámetros posibles políticos, sociales y culturales 

La mayoría rupturista en la que se apoyó Sánchez ahora se representa en Ferraz como una fantasmagoría fáustica

La izquierda alternativa no ha sabido articular un relato que sobresanara la retórica posfranquista de la derecha y el PSOE de Sánchez que supuso un revulsivo ideológico ante la retrógrada posición de Susana Díaz y el sector más derechista de la camarilla de Suresnes, ha vuelto al complejo de Edipo y el trato incestuoso con el posfranquismo renovado. La mayoría rupturista en la que se apoyó Sánchez ahora se representa en Ferraz como una fantasmagoría fáustica y ese es un camino cuyo recorrido fue el que llevó a Sánchez a los terrores de los idus de octubre. Es notorio cómo el presidente del Gobierno ha recuperado a aquellos que lo negaron tres y cuatro veces para hacer la extemporánea prestidigitación sustanciada en que Roma sí paga traidores. La ETA rediviva, el “sanchismo” como el peor de los males sin saber qué males son esos, la mentira como argumento político, el patriotismo del rey Pelayo y los “gritos de rigor” [i] han podido con las políticas sociales, con la buena salud de la economía, la más boyante de la UE, la gestión airosa de la pandemia, mientras en el Madrid de la libertad de la cerveza sin encontrarse con el ex, morían los ancianos en las residencias. La agenda de la derecha se vertebra en la inanidad programática trufada de un mantra de una insólita aglomeración emocional que alude a intervencionismo estatal, “chavismo”, agresión a la identidad nacional por las vinculaciones con nacionalistas vascos y catalanes.

La agenda de la derecha se vertebra en la inanidad programática trufada de un mantra de una insólita aglomeración emocional que alude a intervencionismo estatal

Por su parte, la izquierda se desentiende de la falta de un debate profundo sobre la monarquía después de los enjundiosos e inmorales escándalos del rey emérito, la crisis de la licenciosa politización y falta de renovación democrática del poder judicial y la amenaza constante de una retrogradación hacía fórmulas autoritarias de la vida pública. ¿Acaso nadie recuerda las agresiones a las mayorías sociales por parte de una derecha rampante? Había un estupor y una desconsideración social a los recortes y a las políticas austericidas, un malestar extendido y justificado por el estropicio que infligían a la gente lanzándola a la pobreza, al drama de la insolvencia y la escasez, al desasosiego y el agravio de la desigualdad, mientras la pesadumbre contemplaba con impotencia el celo malhechor de la corrupción. La calle hizo hueco a las voces de los que sufrían los desarreglos de un régimen de poder cada vez más dual ante la insonorización de las instituciones a los ecos de la inquietud. Y, como ocurre desde hace doscientos años en España bajo la influencia del conservadurismo rancio y carpetovetónico, la ley mordaza convirtió en delito la expresión ciudadana y el malestar. Todo ello en un sistema cerrado donde todos los procedimientos de la actuación política conducían a la ortopedia de limitar el terreno de lo posible y, por consiguiente, a las alternativas a los intereses fácticos de las minorías económicas y estamentales.

Cambiar eso por unas cuotas record de empleo indefinido, avances importantes en el ámbito de las políticas sociales, un importante crecimiento económico mientras Alemania, por ejemplo, ha caído en recesión, es una pirueta tan extravagante que demanda, como apelaba Silvela en su España sin pulso, dejar la mentira y desposarse con la verdad y sujetarse a la realidad, reconstituyendo todos los organismos de la vida nacional.


[i] En los actos franquistas solían utilizar, sobre todo en sus versiones más serviles  una expresión particularmente grotesca: “los gritos de rigor”. 

España sin pulso