viernes. 10.05.2024

El otro día un amigo mío expresó su cansancio porque nos pasamos el día hablando del pasado. Me sorprendió, porque él y yo solemos hablar de política. Y la política, tal como yo la veo, tal como la he vivido, es el arte de imaginar el futuro: pensar cómo se puede hacer para que la gente gane un sueldo más alto, para que la gente tenga un empleo fijo, para que los impuestos los paguen, justamente, los que no los pagan.

Tardé justo lo que se tarda en abrir la página de un periódico en saber a qué se refería mi amigo. Porque el periódico hablaba de un país, según parece situado en el futuro, en el que los carteros cobran las horas extras porque se lo concede un señorito arrogante por hacer su trabajo a satisfacción de él, y no porque sea su derecho por haberlas trabajado. En las democracias, señor Feijóo, los coches paran en los semáforos porque los peatones tienen derechos, no porque usted sea tan amable de frenar para no atropellarlos. 

Algo va muy mal en un país cuando al mirar hacia el futuro lo que se ve es el pasado

En el periódico hablaban de un país del futuro en el que un monarca que nos ha avergonzado hacía las maletas (nadie lo ha desmentido) para recorrer la Castellana no sé si al son del himno nacional o de una canción cañí, no sé si levantando la mano derecha para saludar o solo el dedo corazón de la mano derecha. 

Hablaban esas páginas de un país del futuro en el que no había ninguna novedad. Un país del futuro en el que todo seguía igual, la derecha tenía mayoría en el consejo general del poder judicial y los españoles seguían pensando que la ley les iba a proteger, porque el consejo del poder judicial era la prueba de que la ley se cumple, los partidos que pierden aceptan la derrota y eso de que si pierdo será un pucherazo no lo decía nadie porque una acusación así descalifica para gobernar.

Algunos no echamos de menos nada que no sea el futuro. Ese lugar en el que, por fin, dejemos de luchar por lo evidente

En ese país futuro se perseguía a las minorías con el argumento de que ya está bien de tanto defenderlas, que se defiendan ellas, y se doblaba el sueldo de los cargos públicos porque ya toca, y si en los niveles más altos es feo lo hacemos con sobres, de todos modos estos no protestan ni aunque se los pases por las narices.

No me extraña que mi amigo esté cansado. Porque algo va muy mal en un país cuando al mirar hacia el futuro lo que se ve es el pasado. Lo que pasa es que algunos nos quieren doblegar por cansancio. Y sí, estoy cansado de mentiras, de que me concedan los derechos que quieran y me retiren los que no les gusten, de que les digan a las mujeres qué pueden hacer y qué no. Pero no estaré nunca tan cansado como para no tratar de evitarlo. Algunos no echamos de menos nada que no sea el futuro. Ese lugar en el que, por fin, dejemos de luchar por lo evidente. Yo sé cómo se hace para conseguirlo, y usted también. Deje de darle vueltas. 

Futuro