lunes. 29.04.2024

No voy a entrar aquí en la procedencia o improcedencia de que en la creación de las riquezas se produzcan unos beneficios y una acumulación en parte invertida en las empresas, que redunden en lo que conocemos como plusvalía absoluta. Y no voy a hacerlo, porque si el empresario no obtuviera un beneficio a través de la colaboración de un trabajo enajenado, como sujeto empleador no llevaría a cabo una actividad económica. No voy a hacerlo, porque si el beneficio no existiera, ni existiría el empresario empleador ni el empresario autónomo. Habríamos conformado una economía que ni siquiera podría ser catalogada como de subsistencia. Lo que considero necesario enfatizar es que con independencia de tener que aceptar la defensa de la búsqueda del beneficio, de la reinversión de una parte substancial de la acumulación y de la propiedad privada, si como resultado de la aceptación de esta defensa deviene tanto unas plusvalías absolutas como relativas, que por lo general son socialmente excesivas, la capacidad adquisitiva tanto de los que hubieran participado en el modelo productivo, como la de aquéllos que no tuvieran ni siquiera un puesto de trabajo, la aceptación de este plusvalor estaría demostrando el por qué una gran parte de la población considera que está alienada.

Si el beneficio no existiera, ni existiría el empresario empleador ni el empresario autónomo

Si bien es cierto que la explotación es un factor que funcionalmente tiene que ser aceptado en esta economía de mercado, no es menos cierto que, para que este término deje de tener esta connotación peyorativa, el producto de esta explotación tiene que ser socialmente compartido con los que son objeto de esta utilización. Y esta explotación tiene lugar porque las empresas consideran a los trabajadores como un factor de producción. Y en esta consideración nos encontramos a la cabeza de muchos países. Y mientras que esta manera de obrar no logremos superarla (y para ello será preciso transformar nuestro modelo de producción y de distribución), todas las medidas macroeconómicas que nuestro eruditos enganchados a la noria pretendan inculcarnos, jamás podrán resolver nuestros problemas. La subsistencia de todos los que están involucrados en esa alienación, está relacionada con la microeconomía, y ésta no puede estar supeditada a la subjetividad con la que  se pretende superar los problemas a través de la macroeconomía.

Como me comprometí al iniciar esta serie de artículos, en éste toca desarrollar el relativo al futuro de nuestras pensiones. Un tema que se nos ha pretendido vender como un problema insoslayable; y que a mi entender nos es más que otra de las incoherencias que se derivan de un modelo económico en el que la distribución de lo que se ha producido es acaparada mayoritariamente por un sector minoritario de la población.

Sobre esta cuestión se han vertido ríos de tinta. Se nos ha señalado, que como consecuencia de un descenso de la natalidad, que conlleva que la relación entre una población activa y otra que ya no es activa está decreciendo, las cotizaciones realizadas por los que se encuentran en una edad de trabajar no serán suficientes para cubrir los egresos implicados en la cobertura de las necesidades de nuestros mayores. Algo que en lo que se refiere a esta situación de desequilibrio (y ésta es una situación de desequilibrio inducido), a mi entender es cumplidamente cierto. Por la evidencia conocemos, que nuestro índice de natalidad está bajando, y que en función de los avances de la medicina, la esperanza de vida sigue prolongándose. En este contexto, el coeficiente intergeneracional que los gobiernos de todos los colores pretenden validar, para establecer lo que en el futuro hayan de ser las pensiones, es totalmente coherente con la incapacidad que tiene este modelo de mercado, para contemplarla como una inducida realidad; para la economía de este modelo de mercado, ésta es "su" realidad. Y para certificarla “consideran” que es necesario dilatar el ciclo laboral. Es decir, lo que ocurre es que en éste “su” modelo, y en esta "su" consideración, no tienen en cuenta que la coherencia de estos alegatos está fundamentada en un modelo económico en el que no habiéndose distribuido las riquezas durante el tiempo en el que el trabajador fue considerado un factor productivo, cuando el número de trabajadores desciende, el concepto de intergeneracionalidad constituye una falacia de composición. Y en este contexto, los derechos que esta economía tiene para los que han estado trabajando, constituye una carga para la economía. 

El concepto "solidaridad inter-generacional" es la locución más cínica que se ha gestado en esta sociedad carente en absoluto de empatía

Continuando con las razones que envilecen a esta mal llamada economía de libre mercado, voy a sacar a colación un hecho que por su callosidad nos muestra el grado de insolidaridad que demuestra una economía que para llegar a ser lo que actualmente es, tuvo que ser construida por los que ahora ostentan la marginada categoría de pensionistas. El concepto "solidaridad inter-generacional" es la locución más cínica que se ha gestado en esta sociedad carente en absoluto de empatía. Y digo que es la frase más cínica porque qué otra puñetera cosa puede ser, utilizar un término como solidaridad para con éste, blanquear un egoísmo que es expresión de la más completa ruindad. ¿Qué gaitas se pretende que asumamos, para que en función del sonido que con ellas se toca, dancemos y nos arrastremos al igual que hacen las serpientes?. ¿Qué murga orquestan los gestores de esta mal llamada economía de mercado, para con ella intentar justificar, que debido a la entrada en el sector jubilado de los denominados "baby boom", será imposible mantener el nivel de las pensiones futuras, debido al incremento de las asistencias que se habrán de prestar? ¿No contribuyeron con sus cotizaciones estos "baby boomers" a conformar y sostener lo que en su futuro estas pensiones hubieran de ser? ¿O es que habiéndose utilizado el producto de sus cotizaciones, para subvenir los egresos de una economía capitalista (quizás para contribuir parcialmente con los gastos de una monarquía obsoleta y por tanto innecesaria; por no mencionar otros calificativos ganados a pulso por esa obsolescencia), los de unas FF.AA. y unas FF.SS., que por su pasado comportamiento y sus actuales formas de defender lo que debe ser la democracia, siguen manteniendo la estructura de un Estado cuyos gobiernos (de todos los colores), defienden un modelo económico que no se puede permitir las obligaciones que a nuestros mayores les debemos? ¿Podemos aceptar como lógico, y por tanto consecuente, que debido a la mayor esperanza de vida de los que se incorporen al sector jubilado, éstos  tendrán que prolongar su periplo laboral, para con sus marginales contribuciones a la Seguridad Social, hacer posible el mantenimiento de esta jubilación, cuando en esta sociedad hay suficientes fuerzas del trabajo que no pueden desarrollar esta labor? ¿No será mucho más cierto que ante la imposibilidad de dar cabida en el mercado laboral tanto a los que hubieran de jubilarse, como a los jóvenes que no caben en este mercado, lo que tratan los gobiernos es reducir los años que los pensionistas tendrían que seguir cobrando? ¿Se tuvo que modificar el cómputo de las cotizaciones que estos trabajadores tuvieron que afrontar en su día, para cubrir las diferencias que se derivan de esta mayor esperanza de vida? ¿Y si esto es así, a quienes quieren engañar estos gobiernos con el eslogan de "solidaridad inter-generacional", cuando las menores cotizaciones sociales que tuvieron que pagar los empresarios por la no regularización de sus cotizaciones durante el período laboral de estos "baby boomers", se obtuvieron unos beneficios superiores a los que, de haberse llevado a cabo dicha regulación, los empresarios debieran haber obtenido?  

Ocurre que lo que se ha creado tiene dueño; que para que este dueño provea de bienes con los que subvenir las necesidades de los que sólo disponen de su fuerza de trabajo, se precisa ahora, crear marginalmente lo que haya de cubrirlas. Lo cual nos lleva a preguntarnos ¿si existe un desfase intergeneracional que está dificultando el pago de las pensiones, con lo cual se está demandando que es necesaria una colaboración de más cotizantes, que sólo se puede alcanzar con una prolongación del ciclo laboral, por qué, incluso aquéllos que se encuentran en edad de trabajar sufren una tasa de paro superior al 20%? ¿No será porque "su" realidad es incompatible con una realidad que,  debido a que los descubrimientos en la sanidad hayamos prolongado nuestra vida, obliga a la economía a adaptarse a aquélla "su" realidad?  

Nota: Esta serie la comencé a escribir en enero del 2016

El concepto cínico de "solidaridad inter-generacional"