domingo. 28.04.2024
proceso

Esta serie la comencé a escribir en enero del 2016

Complementando lo que hasta ahora ha sido dicho con respecto a la plusvalía absoluta y habiendo asumido de que con los bienes que no se hubieran consumido se estaría generando la formación de un capital que condicionaría la existencia de los que no dispusieran de medios con los que desarrollar una labor, detengámonos en el hecho de que de ser esta acumulación utilizada para modernizar el proceso productivo, para producir la misma cantidad de bienes sería necesario, o bien utilizar un número inferior de obreros, o bien reducir la jornada laboral; con lo cual, a la plusvalía absoluta tenemos que aunarle lo que conocemos como plusvalía relativa; una amalgama que al ser el alma matter de la economía capitalista, en el mercado interior es imposible superarla con medidas macroeconómicas. Es necesario endilgar sus disfunciones a otros mercados. Lo que con independencia de los aspectos positivos que subjetivamente afecten al mercado interior es conocido como "empobrecer al vecino".

Si nos retrotraemos al siglo XIX vemos cómo debido a las secuelas que se produjeron con la Revolución Industrial, (sin entrar por ahora en los fundamentos en los que se originaron), los países involucrados en este proceso se vieron obligados por las desestabilizaciones que se generaron debido al incremento del paro, a tener que aceptar una reducción de la jornada laboral; así como progresivamente acceder a un incremento salarial de los trabajadores; una reducción y un incremento que fueron posibles gracias a que, durante un relativamente prolongado espacio de tiempo, las relaciones que mantuvieron los países que alcanzaron este desarrollo con los que seguían manteniendo un proceso productivo menos desarrollado, se caracterizaron por unas exportaciones de bienes y servicios con un elevado valor añadido y unas importaciones de países consagrados principalmente en la producción de materias primas y productos del sector primario. En este contexto, el empobrecimiento del vecino sirvió para compensar las concesiones hechas por el capitalismo.

En tanto en cuanto las relaciones entre estos países tuvo esta naturaleza, las consecuencias derivadas de estas transacciones (con independencia del expolio que con las mismas se llevó a cabo), no afectaron de manera directa a sus diferentes mercados laborales. Sin embargo, esta situación no podía mantenerse indefinidamente. Para reducir el latrocinio de que estaban siendo objeto, estos vecinos recurrieron al mismo proceso de industrialización que utilizaron los que habían adquirido un mayor desarrollo; con lo que, con el tiempo, al producirse en ellos manufacturas con un precio menor que el que, debido a sus condicionamientos laborales, tenían los más industrializados, las transacciones comerciales entre países con unas diferencias salariales abismales incidieron directa y negativamente en las condiciones y retribuciones de los trabajadores de este primer mundo.

Ocurre que (en contraposición a la desfasada Ley Say), la oferta no crea su propia demanda. Sólo la crea como consecuencia de las manipulaciones con las que pueden ser sometida la oferta. De una manera generalizada, lo producido tiende generalmente a ser superior a lo que de él se pueda consumir; y a menos que este exceso de oferta sea exportado al Exterior, no sólo nos viene a demostrar que los trabajadores somos el eslabón más débil; sino que en aras a la estabilidad de este modelo de producción y de distribución, tenemos que seguir tirando de un carro que ni siquiera es nuestro.

Una vez constatada la naturaleza de la situación en la que nos encontramos, me vienen a la cabeza dos situaciones que dimanando de todo lo que anteriormente ha sido dicho, ratifican las asimetrías que se producen en este modelo de economía de mercado. La primera está fundamentada en una observación empírica, según la cual, entre la tasa de desempleo y el crecimiento de la economía, existe una correlación que conocemos como ley de Okun. La segunda, la que últimamente se está pretendiendo establecer como un axioma que por su evidencia no necesita demostración. Me refiero a que una subida salarial tiene que estar directamente relacionada con un incremento de la productividad.

En lo que se refiere a la primera, esta ley nos documenta, en función de lo que ha sido asumido como empírico, que para mantener los niveles de empleo, se necesita que el PIB crezca cada año entre un 2,6% y un 3%; es decir, éste es un punto de inflexión en el que para que el mismo número de trabajadores pueda seguir desempeñando sus funciones, es necesario que la producción se incremente en los mencionados porcentajes. Con lo cual, en la ausencia de un incremento salarial que per se no estaría incidiendo en el PIB, este incremento marginal de las riquezas es la cuota que el capital exige para que esos niveles de empleo se mantengan. Con lo cual, esta ley nos viene a decir que para que los trabajadores puedan seguir percibiendo el monto salarial que recibieron el año anterior, es necesario que en la economía se produzca un incremento marginal de los bienes. Un incremento que al no estar relacionado con las retribuciones que se hubieran de abonar a ese estático número de trabajadores, nos retrotrae nuevamente a la plusvalía. Es como si la plusvalía no quisiera darnos tregua y constantemente siguiera apareciendo en todas nuestras disquisiciones.

Es cierto que en función de haber sido constatada de una manera empírica, esta definición no puede ser considerada como un ley estricta; que en función de los factores que concurren en el paro, sus injerencias en nuestra economía; así como la complejidad de las imbricaciones con las que se originan los niveles de empleo, estas indefinidas incidencias han sido utilizadas por algunos economistas enganchados en la noria, para con ellas tratar de invalidarlas. Y para ello han alegado que una vez alcanzado un nivel de crecimiento como consecuencia de un determinado incremento del PIB, para disminuir en un punto el nivel de desempleo se precisa crecer en tres puntos lo que marginalmente se hubiera de acrecentar el PIB. Sin embargo, con este alegato no están haciendo más que demostrar, que los incrementos marginales de la producción que se generen a partir de ese punto de inflexión, aunque el incremento de los salarios está relacionado con un aumento de los precios, este encarecimiento (en función de la cuota que el capital exige para que esos niveles de empleo se mantengan) está consecuentemente fundamentado con una acrecencia de los beneficios. Con independencia de que con unos incrementos salariales y una acentuación de los beneficios, se fortalece el consumo así como la dinamización de la economía.

En este contexto, si asumimos como cierto lo que anteriormente se ha mencionado, para que las empresas demanden un mayor número de trabajadores; es decir, un descenso de la tasa de paro, es necesario que más allá de un incremento de la productividad derivado de la utilización de la tecnología, se sistematicen los beneficios que obtienen las empresas. Es decir, que la cuota de beneficios que el capital detrae como plusvalía sea en su mayor parte empleada en una industrialización, que posibilite un modelo de producción, que siendo más competitivo, incremente la demanda que pueda provenir de otras economías.

Lo que en los países más desarrollados se conoce como tasa natural de paro (Nairu), es la menor tasa de desempleo que puede digerir la economía sin hacer subir los precios. Mientras que en España la tasa de desempleo en 2023 es el 12,7%, en Estados Unidos el 3,6% en Alemania el 2,9% y en el Reino Unido el 4,0%. Sólo en Brasil, con un 13,2% se puede constatar la simetría de la tasa natural de paro que tiene con España. La asimetría que existe entre las empresas españolas y las que tienen una menor tasa desempleo está fundamentada en que gran parte de los beneficios que obtienen las empresas españolas no son empleados en los objetivos que se persiguen en los tres países anteriormente mencionados. Y esta es la razón por la que, salvo raras excepciones, la representatividad y la productividad de nuestras empresas no tengan parangón con aquéllas que han alcanzado una menor tasa de desempleo. Sólo cuando los bienes de la clase más adinerada de un país es empleada en vivir de unas rentas cuyos orígenes no provienen de una creación de riquezas es cuando, en la estructura económica de un país concurre una desindustrialización y un mayor número de parados.

Modernizar el proceso productivo