viernes. 26.04.2024

Dolor e investidura

Por Mario Regidor | En caso de que hubiera elecciones el 26 de junio, ¿qué esperanza tendríamos los ciudadanos de que el panorama político se aclarara?

Por Mario Regidor | Como era previsible, no tenemos presidente… El esfuerzo realizado por Pedro Sánchez para ser investido como tal acabó la semana pasada como era de esperar: la cerrazón del primer y el tercer partido en número de votos y escaños motivó que los únicos partidos que habían pugnado por llegar a un acuerdo, insuficiente sí, pero acuerdo al fin y al cabo, se dieron de bruces con una realidad que no por esperada, ha traído desazón y desconcierto.

¿Qué pasará a partir de ahora? Bueno, por lo pronto, comienzan a correr los plazos. Si el dos de mayo, día de la fundación del PSOE por cierto, no hay investidura, se disolverán las Cortes y se convocarán nuevas elecciones. Ante este panorama, se nos amontonan varias cuestiones para responder…

¿Es posible llegar a un acuerdo? Rotundamente sí… Siempre y cuando haya voluntad real de llegar a dicho acuerdo por parte de todos los interlocutores y no nos dejemos llevar por tacticismos y componendas donde los que mandan no son las ideas programáticas de cada uno de los actores sino, simple y llanamente, cómo van a quedar en la foto fija del momento electoral del 26 de junio y que, como ustedes bien saben, lo van dando las encuestas, casi semanales, que pueblan los diversos medios de comunicación y que tienden a modificar, día sí día también, las tácticas que no las estrategias de la práctica totalidad de intervinientes en este proceso.

Ahora bien, sin saber a priori si dicha voluntad es firme y decidida o bien una pose para dejar que el tiempo vaya pasando y la convocatoria de elecciones se convierta en inevitable, nos surge otra pregunta… Bajo estas circunstancias, ¿es deseable el acuerdo? Todos intuíamos desde el principio que la posibilidad de finalizar la legislatura se antojaba, como mínimo, muy complicada, tanto por los resultados electorales como por la posibilidad cierta de una reforma agravada de la Constitución que conllevaría, sin remisión, la convocatoria de otro proceso electoral anticipado.

Sin ánimo de parecer inquisitivo y sin aventurar una contestación cierta a ninguno de los interrogantes anteriores, nos atreveríamos a preguntar lo siguiente: En caso de que hubiera elecciones el 26 de junio, ¿qué esperanza tendríamos los ciudadanos de que el panorama político se aclarara? ¿Cambiarían los resultados de forma significativa? ¿Los partidos y sus líderes se mostrarían más capaces o más dúctiles en sus posturas para no convertir la formación de un nuevo gobierno en algo más doloroso que un parto múltiple de los de antes de la epidural? Si así fuera, ¿qué sentido tiene no haber llegado a un acuerdo en el momento actual? ¿Por qué esperar hasta dentro de 3 meses para empezar a negociar “en serio”? ¿Nos merecemos ésto los ciudadanos?

Para cada uno de estos interrogantes cada uno de los lectores tendrá sus propias respuestas. De lo único que estamos seguros es de que el pueblo no es tonto y que, si bien después del 20-D parecía mostrarse un descenso del PSOE y de Ciudadanos en las encuestas electorales con una subida a la inversa de PP y Podemos, no es menos cierto que ahora, dos meses y medio después, se han virado las tornas y ahora esa ventaja parece recaer en el PSOE y en Ciudadanos que verían incrementar sus votos y escaños en detrimento del PP y Podemos, si bien es cierto que no variaría la correlación de fuerzas existente en la actualidad ya que no sería probable buscar un pacto de dos fuerzas políticas, al igual que en el momento actual.

Con estos mimbres cada uno que saque sus conclusiones pero lo que sí está claro es que ha habido dos partidos que han querido buscar una salida al marasmo actual, que han invitado a sumarse a un pacto a otras fuerzas políticas y que éstas, por tacticismo electoral o por hacer valer su posición cara a ulteriores negociaciones, no han dado su brazo a torcer. A día de hoy tal valentía ha llevado a sus líderes a lo más alto en la valoración de la ciudadanía y ha contribuido a un rearme del PSOE y de Ciudadanos.

Sinceramente, no sé qué nos deparará estos dos meses pero de una cosa sí estoy seguro, un partido emergente y otro que atesora más de 130 años de historia se han unido para situar a la ciudadanía en la cúspide de su pensamiento político y al bienestar de la población en el objetivo final de sus acciones. De resultas de ello, han desarrollado un programa político que, con dificultades y vaivenes derivados de la propia contienda electoral, es factible llevar a cabo para mejorar  nuestras condiciones de vida, crear empleo y reducir la desigualdad social y, enfrente, en una alianza difícil de explicar, en dos partidos, al parecer, ideológicamente antagónicos, en las dos primeras votaciones del congreso, unen sus fuerzas en un rotundo no para impedir un gobierno presidido por un socialista.

Del PP nos lo esperábamos, pero Podemos va a tener que explicar muchas cosas a su electorado.

Dolor e investidura