Eduardo Serrano | En los días que corren se está haciendo inevitable y extensible el uso de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos de nuestra vida diaria, hasta tal punto que los datos son demoledores. Prácticamente existe 1 terminal móvil por cada ciudadano, da igual el ámbito territorial al que nos refiramos. Según los últimos datos a nivel mundial, el 75% de la población posee un terminal móvil y en determinados países desarrollados supera el 100%.
A la luz de estos datos, me ronda una preocupación; si hablamos del 100% de la población eso incluye a menores de 16 años, con lo cual, ¿Existe un verdadero control de estos terminales y el uso que están haciendo los menores de los mismos? Y ya no hablemos de los Smartphone, o sea terminales de datos con acceso a internet, en los cuales se pueden enviar y recibir imágenes y videos, que un desalmado adulto sin escrúpulos puede “influenciar” a ese menor para conseguir unos objetivos y ya no hablamos, únicamente, de cuestiones ligadas al terreno íntimo, sino que sea para el menudeo de mercancías más o menos comprometidas como podrían ser drogas u otras sustancias similares.
Aparte de lo anterior, el vertiginoso avance e implantación de estas tecnologías y sus cada vez mayores aplicaciones y usos diarios que se venden a modo de comodidades en la vida diaria, no se han parado en analizar las consecuencias varias y muchas veces dañinas desde varios ámbitos y usos de estos medios pueden suponer para todos.
Para empezar las controvertidas antenas que pueblan como un bosque las azoteas y partes más altas de los edificios de nuestros núcleos poblacionales, sean urbanos o rurales, que aunque parezcan las mismas y variopintas, no es así y pasare a explicar las mismas y sus diferencias.
Están las emisoras o también llamadas redondas que parecen un tambor, esas antenas son emisoras de señal y su misión es lanzar la señal y permitir que un punto A puede empezar a comunicarse con punto B. Después tenemos las repetidoras o las más comunes antenas que son las rectangulares que su misión es de repetidoras o asegurar que tenemos “cobertura” para llamar/enviar, así como aceptar/recibir la llamada o información.
Las antenas emisoras usan señales de “microondas”. Sí, queridos lectores, el microondas. El mismo sistema que se usa para calentar nuestra comida en casa, que conlleva unos riesgos que en el caso de la antena es que no hay cubículo que controle hacia dónde y de qué modo se dirige la señal. Se conocen los riesgos de estas controvertidas antenas, pero todos silencian a costa de no perder las comodidades modernas de estar “enchufados” a la era de la comunicación global.
Otro detalle ya aparte de la explicación anterior, los continuos avances y comodidad que nos han traído los teléfonos y terminales móviles se concentran en el acceso a información de todo tipo, poder pagar los viajes en transporte público con solo acercar el terminal, así como las compras de supermercados, además de tener a nuestra disposición mapas y callejeros de donde nos encontremos y poder mensajearnos con nuestros conocidos y amigos en la muy conocida aplicación de Whatsapp.
Pero a raíz de lo anterior lanzo una serie de incógnitas importantes de ahí el nombre de este artículo, todas las ventajas que disfrutamos,
¿A costa de qué?
¿Qué terceros que no conocemos y a los cuales amablemente cedemos información confidencial y personal?
¿Quién garantiza que las antenas que pueblan nuestros edificios no son nocivas para nuestra salud?
¿Somos conscientes de que nuestros datos pueden ser usados de forma negligente o maligna contra nosotros desde varios ámbitos?
¿Somos capaces de vivir sin esos avances ya tan arraigados en nuestro modo de vida?
¿Alguien ha probado a estar más de 4 horas (y estoy siendo generoso, ya que hay quien no aguanta ni 1 hora) sin su terminal móvil o Smartphone y no entrar en pánico como he observado en más de una ocasión?
Ahí dejo estas incógnitas y reflexiones, así como más reflexiones de este campo en otros artículos futuros.