viernes. 26.04.2024

Madrid V.O. Cuánto cuento me cuentas

La nueva corporación quiere hacer las cosas como deben hacerse, con transparencia, frente a la opacidad de los susodichos.

Cuento políticamente incorrecto para leer en verano y evitar el sofoco de quienes nos quieren seguir mangoneando, que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el suyo, impidiendo con críticas obtusas y descaro sin vergüenza que los otros hagan una política de sentido y bien común.


Había una vez en un corral manchego dos gallos, derivados de una gaviota carroñera, que querían mandar en tierra, aire y mar, y apandar para ellos y su cohorte de amiguetes todo lo que pudieran. Uno era gallo, y como se creía muy gallardo, se enredaba en discursos hueros, a imagen y semejanza de su jefe al que a escondidas vilipendiaba. La otra era una gallina presumida que se veía como marquesa y con su lengua viperina lanzaba insultos y denuestos a troche y moche: contra el gallo, contra el amo de la gaviota y contra todo aquel que se le pusiera por delante, en contra o detrás. Ambos querían hacer de su capa un sayo, y se rodeaban de vasallos fieles a los que, a golpe de talón, ponían a su servicio como muro de contención cuando al meter la mano las papas quemaran, o les pidieran cuentas otras gentes por abusos, corruptelas y espionajes, que de todo había en su parrilla a la que atizaban arrimando el ascua a su sardina. Una sardina alimentada con el sudor, la sangre y las lágrimas de todos los que no formaban su cohorte, o sea, de todos los españoles a los que los privilegiados y refugiados bajo las alas de la ínclita gaviota, sangraban, recortaban y chuleaban como los antiguos pichis barriobajeros. Muchos años anduvieron pavoneándose por ese corral manchego, unas veces en comandita, otras en externa enemiga, siempre urdiendo añagazas para llevarse la mejor tajada y salir impunes de cualquier chanchullo de Corte (y confección). Impolutos, tenían bien aprendida la lección de otro gallo que fuera en tiempos su guía y que bien podía llamarse “gaudillo”, a semejanza de lo que se creía, y al que gracias a dios que le había encomendado la salvación de España, como a los susodichos, nadie pudo meterse con él, ni juzgarle por asesino, maleante o terrorista, sólo Dios y la Historia podían hacerlo. Y solamente a Dios y a la Historia daba cuentas. Lo mismo piensan estos dos protagonistas de nuestro cuento, a tenor de la moda que impusieron cual sastres de alta costura -corte y confección-, que más tarde sería imitada por otros correligionarios suyos, repartidos por los cuatro puntos cardinales de nuestra piel de toro, de la que se creían dueños. A semejanza del gaudillo de antaño que pescaba el pez más grande, y cazaba el ciervo más hermoso, éstos, que no llegan a ser tan buenos pescadores, también sabían cazar, cuyo derivado es el cazo, y se creían dueños de tal piel que vendían al mejor postor, que no eran otros que sus amigos empresarios, enriquecidos a su socaire con dineros públicos que manejaban a su antojo, cuando no lo sacaban a hurtadillas del país para enviarlo a la cueva de Alí-Ba-Suiza y demás paraísos fiscales. Ni se molestaban en hacerlo personalmente, como el otro no se molestaba en pescar, sino que tenían a vasallos que lo hacían en su nombre, a los que compensaban con creces y prebendas. Todo sin dar cuentas a nadie, pues eran negras y oscuras, que para eso eran hijos de quien eran hijos y alumnos aplicados, que no creían en la democracia más que el día de las elecciones, si venían favorables, que en caso contrario, pensaban cambiar la ley, pues para eso gozaban de poder y tenían agallas y argollas donde agarrarse, como las caballerías recias.

Si uno se enredaba en sus propios discursos al más puro estilo de fray Gerundio de Campazas, y pese a todo, fue ensalzado a la cúpula del gobierno, la otra no sólo le fue a la zaga, sino que se le adelantó, también por su verborrea, pues era muy dada a espetar sapos y culebras en cuanto le venían al pico, arrumbando la mala dicción del supremo señor y jefe del corral nacional al que pretendían hacer sombra desde su bastión. Este gran amo ordenaba desordenando y aclaraba oscureciendo, en el más puro arte de birlibirloque, lanzando discursos cuya letra no entendía ni él. Difundía proclamas de frases hechas y desechas con su lengua de trapo a los cuatro vientos por plasma, para que le oyeran otros pollos pillos que vivían en esos cuatro puntos cardinales de nuestra recortada piel de toro que habían curtido y reformado con cortes y recortes, después de haber matado al pobre animal. Todo lo hacían sin opción a preguntas que por algo se lo cocinaban entre ellos con tesorero y espías incluidos.

Nadie sabe a dónde llevaron los cuernos, probablemente disecaron la testuz de todos y cada uno de los pobres habitantes del corral, y con todos los cuernos, se hicieron perchas para colgar abrigos, trajes, bolsos, campos de golf, escrituras de empresas fantasmas, coches, bolsos y otros miles de regalos de miles de millones. Se sabe, sin embargo,  que los dineros logrados con la venta de la dichosa piel, y trozos que se reservaron de la misma, para hacer maletas con las que transportar billetes de colores que convirtieron en negros, lo depositaron en fondos oscuros que nadie ve, en cuevas ajenas a dicho corral de cuyas cuentas no daban cuenta.

Algunos pollos pillos fueron atrapados, pero otros siguen mangoneando entre los travesaños del gallinero y no aceptan tener que abandonarlo, o lo hacen porque no tienen más remedio, lanzando sapos y culebras, impropio de su, se supone, buena educación en colegio privado, por ese pico que dios les ha dado.

Pero este cuento de cuentas no tiene por objetivo la crítica de este asunto gravísimo, merecedor de pena capital por no devolver el capital sustraído al pueblo de donde impunemente lo extrajeron, y no dar razón para que el pueblo estuviera al corriente del estado de sus cuentas y del estado de sus ladrones, que no es otro que la cárcel donde están todos los que son, pero no están todos los que son y debieran estar. Pero esto, querido amigo, es tema harto difícil habiendo como hay jueces que juzgan con vara distinta según de quien se trate y del cargo que haya ocupado. Como sería meternos en camisas de once varas, preferimos dejar este tema para  mejor ocasión y centrarnos en la vara municipal que han manejado los susodichos, de la que no daban cuentas ni quieren dar cuentas, para centrarnos en la vara que ahora manejan otros recién llegados a los que lanzan varapalos los anteriores mandamases.

TRANSPARENCIA FRENTE A OPACIDAD

Tales gerifaltes inventaron muchas cosas para eludir sus responsabilidades, y a imagen y semejanza de quien respondía únicamente ante Dios y la Historia, de quien se sienten herederos, ellos le imitan y superan, no respondiendo o haciéndolo a su manera, que no es otra que la respuesta por peteneras, propio de la España cañí que ellos pretendían instaurar. Olvidaban que la actividad política es precisa y esencialmente eso, responder de algo ante alguien, que no es simple juego de palabras, estilo Groucho Marx, el gracioso.

El gallo super gallardo, conocido también como el faraón de Cibeles por habitar un palacio reconstruido a su modo y manera, se levantó un día inspirado y díjose rememorando antigüedades “aquí mando yo, y como soy faraón, es decir dios, y no un simple caudillo, no respondo sino ante yo mismo”. Y se inventó las ruedas de prensa sin rueda –tampoco es juego de palabras-. “Yo me lo guiso, yo me lo como, que para eso tengo un hermoso bufete en mi antedespacho, con vistas a la diosa del carro y los leones, que como es preceptivo en toda esposa, me hace compañía y me ilumina en los destinos de esta ciudad a la que alimentaré con cemento para que perdure, y torres que se vean de lejos, y enterraré un río para sorpresa de la propia diosa, que no se entere de dónde sale el agua, que convertiré también en mi propiedad o de mis congéneres en esta comunidad”. Aparecía rodeado de su cohorte y folios para tirarse el folio, soltaba su farragoso discurso, no ofrecía ni siquiera asiento a los periodistas, o arrojaba de mala manera la suya porque no era azul, y cuando éstos abrían la boca, él cerraba la carpeta y se iba con viento fresco. Otros siguieron su ejemplo, y dejando, por ser instrumento obsoleto, los folios –quizá no sabían leer con la debida entonación-, les dio por grabarse en plasma, cataplasma, HD y DVD, y mostrar con paladina verborrea sus glorias y logros aparte de su calva o su nariz aguileña de usurero.

La segunda gallina de este corral, de pico alargado y lengua viperina, no le iba a la zaga al inventor de tal guiso, que por algo eran amigos y vecinos de la misma urbe, y bebedores de semejante ubre. Y como descaro a ella no le falta, tanto para lanzar dardos envenenados, cuanto para saltarse del carril común al reservado, a riesgo de atropellar agentes municipales y motos y lo que se le ponga por delante, sale con exabruptos impropios de alumna de colegio de monjas o clase alta, cuando los impertinentes periodistas –los chicos de la prensa son siempre impertinentes- le asaltan con preguntas que no le gustan. Y como descaro, repito, no le falta, sale no por peteneras, que ya lo hace el otro, sino, para hacerle competencia, por calcañares, ufana y orgullosa, como es ella. “Cuando llevo zapatos blancos, no hago declaraciones”. O el consabido “hoy no toca”. Claro que le preguntaban sobre la trama Gurtel, que tanta correa trae y tan peliagudo es.     

Pero no hay mal que cien años dure. Y un día, unas urnas transparentes les jugaron una mala papeleta, y los dos gallos del corral más importante tuvieron que hacer mutis por el foro, que es lo mismo que decir en verso que las papeletas les mandaron a hacer puñetas. Como ni esto sabían hacer, les dio por seguir en la palestra arremetiendo contra los nuevos inquilinos del corral manchego, porque se metían en internet a explicar lo que ellos no querían, es decir, dar cuentas a alguien de algo, y abrir esa vía a todo vecino que tuviera algo que preguntar, decir y opinar. Es una tropelía contra la libertad, atenta contra la prensa… y otras lindezas que arguyen desde su pensamiento único, obtuso y prepotente. Sandeces de quienes ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el suyo. Y todo porque la nueva corporación quiere hacer las cosas como deben hacerse, con transparencia, frente a la opacidad de los susodichos. Seguiremos hablando, pues este cuento tiene segunda parte que es la más interesante. Y por supuesto, en V O, o sease, en versión original. Aunque sea políticamente incorrecto. He dicho.

Madrid V.O. Cuánto cuento me cuentas