domingo. 05.05.2024

El triunfo de la política 'pressing catch'

El debate no es un ejercicio de diálogo, sino de lucha. Los intercambios no son de argumentos, son a base de golpes...

El debate no es un ejercicio de diálogo, sino de lucha. Los intercambios no son de datos, de argumentos o de propuestas. Los intercambios son a base de golpes

La mayor parte de la ciudadanía percibe hoy en España la actividad política a través de programaciones televisivas al modo de los clásicos combates “Pressing Catch”. Se trata de espectáculos ofrecidos por las principales cadenas de TV en tiempo de máxima audiencia de fin de semana en los que varios contendientes intercambian golpes dialécticos, con un componente relevante de teatralización y con el objetivo explícito de sumar la mayor audiencia posible.

Como todo espectáculo televisivo, estos programas miden su éxito o su fracaso en términos de share o cuota de pantalla. El espacio triunfa si mantiene frente al televisor a un número de espectadores mayor que los programas de la competencia, independientemente de que el debate o la entrevista hayan ayudado o no a aclarar o a resolver uno u otro asunto de interés social. Si el programa no obtiene los números esperados, se cambia por otro, sea un nuevo “pressing catch”, político o deportivo, sea un concurso, una película o un karaoke.

Claro está, la agenda de los temas a tratar se decide entre los especialistas en audiencias televisivas, y no entre quienes puedan conocer en mayor medida la naturaleza de los problemas sociales y políticos de interés general. Por eso prácticamente no se habla de la calidad de los empleos, de los problemas de muchas familias para pagar las matrículas universitarias de sus hijos o de las ayudas menguantes a las personas dependientes, por ejemplo. Los temas con más impacto mediático son los escarceos amorosos del presidente extremeño, las andanzas de Nicolás o la competencia de monólogos estériles entre Rajoy y Mas, por ejemplo también.

Los protagonistas de los debates tampoco se eligen por su especial conocimiento de los asuntos a tratar, por su representatividad o por su capacidad pedagógica. Generalmente son siempre los mismos contendientes, con un entendimiento lógicamente limitado sobre los diversos temas que se ven obligados a comentar, pero con un gancho mediático acreditado. Los perfiles más atractivos son los que no rehúyen la confrontación dialéctica efectista y los que ayudan a mantener un clima de tensión a lo largo del programa, independientemente de la calidad o el interés en el contenido de sus aportaciones. Y me incluyo, por lo que pueda tocarme.

El rigor en las exposiciones o el grado de matización en los posicionamientos tienen siempre las que perder frente a la frase impactante, tenga o no sentido. En el espectáculo no caben las intervenciones a título reflexivo, la manifestación de la duda o el reconocimiento de la propia ignorancia ante un asunto concreto. Todos los contendientes están obligados de facto a saber de todo lo que se trata, a tener una posición firme al respecto y a pelearla con uñas y dientes frente a los demás.

El debate no es un ejercicio de diálogo, sino de lucha. Los intercambios no son de datos, de argumentos o de propuestas. Los intercambios son a base de golpes: un desmentido instantáneo, una acusación directa, una metáfora ingeniosa, una buena rima. Ahora te golpeo yo y luego me golpeas tú, a mayor gloria del share.

En consecuencia, rara vez un participante logra encadenar tres frases seguidas sin que otro luchador le interrumpa. Los golpes deben ser rápidos y directos a la mandíbula, o al bajo vientre, si puede ser. Quien se toma un tiempo para ofrecer la explicación previa a la opinión o la propuesta, está perdido. Acabará besando la lona y escuchando la cuenta atrás del moderador para declarar la derrota por K.O. Porque no se trata de convencer. Eso es lo de menos. Se trata de vencer.

Como en todo buen espectáculo de “pressing catch”, estos debates se desarrollan con un ambiente debidamente teatralizado. Los presentadores dramatizan la cuestión a tratar, con recopilaciones impactantes sobre lo dicho o acontecido a lo largo de la semana. Los luchadores llevan sus frases preparadas. Y hasta el público ha de colaborar en ocasiones aplaudiendo o murmurando, a partir de las indicaciones oportunas del regidor en plató. Así lo presencié yo personalmente en un combate televisivo sobre la polémica de los controladores aéreos.

Y, a veces, cuando un modesto representante de los ciudadanos en el Congreso de los Diputados dedica horas a documentarse, a entrevistarse con expertos y a preparar una propuesta en una comisión, no tiene más remedio que preguntarse por la repercusión de su trabajo en comparación con el combate televisivo que el próximo fin de semana contemplarán millones de españoles desde el salón de su casa, murmurando por lo bajo: “¡Vaya panda!”.

El triunfo de la política 'pressing catch'