viernes. 26.04.2024

¡Que vienen los sondeos!

Dice la Ley de Murphy que todo lo que va mal es susceptible de empeorar. Mariano parece tener la curiosidad experimental de investigar a fondo cuál es el límite de dicho axioma...

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Dice la Ley de Murphy que todo lo que va mal es susceptible de empeorar. Mariano parece tener la curiosidad experimental de investigar a fondo cuál es el límite último de dicho axioma

Un extraño furor por la regeneración democrática ha empezado a movilizar tanto al PSOE como al PP (por orden cronológico de aparición) contra la corrupción infiltrada en sus filas. Digo que es extraño ese furor porque la existencia de corrupciones, corrompimientos y corruptelas era sobradamente conocida por la ciudadanía y certificada por juzgados y audiencias de diversas instancias, desde hace lustros. La respuesta rutinaria a tales acusaciones, desde las alturas de la clase política, ha sido hasta ahora el bonito símil de la manzana podrida en un cesto de manzanas sanas; la excepción consabida que confirma la regla.

De pronto ya no es así. Pero nos queda la sospecha de que lo que ha cambiado no es el nivel de exigencia ética y estética de nuestros prohombres y nuestras promujeres, sino el hecho de que antes las noticias sobre la corrupción no tenían un impacto electoral perceptible, y ahora sí que lo tienen. De pronto el primer partido del país en intención de voto es Podemos, lo que le permite superar el récord del Cid Campeador antes de que Messi acabe con el de Zarra: es sabido que Rui Díaz de Vivar ganó batallas después de muerto, y Podemos empieza a ganarlas antes de nacer.

Sin dirección aún, sin programa, sin candidatos definidos, Podemos puede presumir de contar con mayor apoyo de la ciudadanía que ninguna de las opciones asentadas en el arco parlamentario. Su mayor virtud es, hasta el momento, no estar. La fotografía de esta formación que tiene el elector es un negativo sin revelar. Y de forma paradójica, es esa condición la que promueve la adhesión del electorado. La situación ha llegado a un punto tan extremo que, subvirtiendo el refrán, lo bueno por conocer se prefiere mil veces antes que lo malo conocido.

Sin estar, Podemos ha superado no ya a toda la oposición, sino también a un gobierno cuya principal obsesión ha sido, en todo momento, precisamente la de “estar”, la de figurar. Mariano Rajoy nunca le ha dado mayor importancia a hacer cosas; es un hombre contemplativo que asegura ver crecer brotes verdes donde no los ha plantado, y que sólo se moviliza para instalar peones suyos en lugares estratégicos: en el Consejo de Seguridad de la ONU o en la Comisióneuropea, por mencionar los dos últimos. Lo demás le da lo mismo, siempre que el lobo feroz de los sondeos no interfiera en sus perspectivas de continuidad. Ahora ha sucedido, y de inmediato el presidente ha dado la orden de limpiar los establos y blanquear los sepulcros. La tarea puede ser ingente. Tal vez Mariano ha tardado demasiado en emprenderla y ya no le va a servir de nada. Lo mismo ocurre con otras decisiones políticas trascendentales que ha ido aplazando con excusas de mal pagador y que ahora ya puede seguir retrasando indefinidamente porque un político hundido hasta el cuello en un pantanal de arenas movedizas carece de toda capacidad de maniobra.

Dice la Ley de Murphy que todo lo que va mal es susceptible de empeorar. Mariano parece tener la curiosidad experimental de investigar a fondo cuál es el límite último de dicho axioma. Quizás espera también batir un récord legendario, el de Rufus T. Firefly (Groucho Marx) en su mandato como presidente de Libertonia (en Sopa de ganso). Recordemos sus palabras en el discurso de toma de posesión: «Si ustedes creen que este país está en crisis, esperen a verlo cuando yo haya acabado con él.»

¡Que vienen los sondeos!