viernes. 26.04.2024

El trilema del PSOE

Las encuestas de opinión, esas bestias mutantes y caprichosas, parecen haber dejado claro que unas terceras elecciones no cambiarán en lo sustancial las relaciones de fuerza entre los partidos en presencia, cosa que todos los que no somos clase política sabíamos ya. Pero el PSOE se reafirma en su triple negativa: no apoyará a un gobierno del PP; no se abstendrá para permitir su investidura; no encabezará un proyecto de gobierno alternativo. Un trilema imposible, como señala con tino Antón Costas en lavanguardia. Alguna de las tres cosas acabarán por tener que hacer los socialistas.

Costas apunta cuatro hipótesis, no excluyentes sino complementarias, para explicar la sorprendente falta de flexibilidad del PSOE en la actual encrucijada. Sorprendente en la medida en que ya no se trata de una situación novedosa (se viene arrastrando desde diciembre pasado, con unos segundos comicios por en medio), ni tampoco imprevisible. Todos los días consejeros áulicos, analistas politológicos, viejas glorias de la cantera (incluidos los infaltables González y Zapatero) y tertulianos de todos los pelajes trompetean en la plaza pública virtual y apuntan las soluciones pertinentes para la coyuntura. Alguna habrá que cuadre, entre tantas voces expertas.

No me convencen, por lo demás, las cuatro hipótesis de Costas. Por diferentes razones. Respecto de la primera (el desaire sufrido, la humillación), objetaría que el arte de tragar sapos está incluido en la lección primera de los rudimentos del arte de la política. Mariano ha ninguneado a Albert por lo menos tanto, y probablemente mucho más, que a Pedro, y ahí tienen ustedes a Albert tan pincho, aprestándose a la tarea de incrustarse en las tragaderas las ruedas de molino que él mismo puso en circulación.

La cuarta hipótesis de Costas señala la inadecuación de los protocolos parlamentarios para la formación de gobierno, en un cuadro que ya no es bipartidista. No parece una razón suficiente para tirar la toalla. De un lado, cualquiera puede suponer al comienzo de una liga de fútbol que habrá de jugar la mitad de los partidos en campo ajeno; ningún equipo se exclamará, llegado el caso: “Si lo sé, no vengo”. De otro lado, no tengo noticia de que el PSOE cuestione ese precepto, o protocolo, en particular. Y me atrevo a vaticinar que, de poder hacerlo, no lo cambiaría. Lo que se puede reprochar al PSOE es precisamente un acomodo excesivo a los privilegios inherentes a una situación política marcada por el bipartidismo. Si está insatisfecho con la actual aritmética parlamentaria, sueña en cambio con el retorno a la apacible situación anterior, cuando la normativa de la investidura era un punto a favor y un aliciente para someter a otros grupos minoritarios a emboscadas que derivaban en un botín extra sustancioso.

La segunda hipótesis de Costas es la de la coherencia política. Desde sus posiciones de izquierda, un PSOE austero y firmemente convencido tanto de su propio proyecto como de su trayectoria, demandaría al PP que buscara socios en territorios ideológicos más proclives. Renuncio a comentar mis dificultades para creerme un escenario semejante.

La tercera hipótesis, la discusión sobre modelos de sociedad, tiene que ver con la anterior, y tampoco en esta ocasión me parece que Costas acierte ni en el diagnóstico ni en el pronóstico. Veamos lo que dice: «A la rivalidad tradicional izquierda-derecha se ha venido a sumar la rivalidad sobre el modelo de sociedad. Por un lado, los que defienden un modelo de sociedad liberal abierta, cooperativa en el plano europeo e internacional y que a la vez –algo que no ha ocurrido en las últimas tres décadas– sepa incorporar a los perdedores de la integración europea, de la globalización, del cambio técnico industrial y de la crisis. Por otro, los partidarios de una sociedad cerrada, temerosa, proteccionista, autárquica, que busca la respuesta a los retos en el aislamiento.»

El deseo imposible de retorno desde la globalización a sociedades cerradas, autárquicas y aisladas puede ser un síndrome detectable en una parte de los votantes británicos del Brexit, en posiciones de ultraderecha de tipo lepeniano, y tal vez en trincheras muy marginales de una izquierda radical-nostálgica. El mainstream, así en la derecha como en la izquierda, se centra en las condiciones de navegación en aguas abiertas y – con más o menos reticencias al respecto – liberales.

No hay diferencias, en ese sentido, entre el modelo de sociedad que puede proponer el PP y el del PSOE (o, si se me apura, el de ningún otro partido del arco parlamentario, ni siquiera los “venezolanistas” de Podemos). Pero Costas tendría que explicar mejor a qué se refiere cuando incluye el término “cooperativas” al caracterizar a las sociedades abiertas y liberales; o cuando asegura que ese tipo de sociedades saben incorporar a los “perdedores de la integración”, del cambio técnico e industrial y de la crisis. ¿De dónde ha sacado que sí saben hacer tal cosa? Él mismo señala que no lo han hecho a lo largo de las tres últimas décadas, caracterizadas por el crecimiento explosivo de todas las desigualdades. Y durante esas tres décadas no ha habido únicamente mayorías absolutas del PP. También las ha habido, y muy consistentes, del PSOE.

El trilema del PSOE