viernes. 26.04.2024

Il voto é mobile

Son todos ellos elementos eficaces ante la opinión pero difícilmente cuantificables, dada la naturaleza volátil ya mencionada del voto.

A partir de la constatación marianista de que un plato es un plato y un vaso es un vaso, y que ambos objetos ni son intercambiables ni aparecen a la mente como ontológicamente dudosos, no resulta demasiado difícil establecer una previsión contable de los vasos y los platos que caben, por ejemplo, en una alacena. El voto es cuestión distinta. El voto sí es un objeto característicamente intercambiable y ontológicamente dudoso, debido a lo cual, cualquier cálculo matemático tendente a estimar una proyección futura cuantificable a partir de las papeletas depositadas en una ocasión anterior, no pasa de ser lo que los filósofos griegos antiguos denominaron con elegancia una entelequia.

Es lo que ocurre con un artículo publicado en La Vanguardia por Carles Castro, bajo el siguiente titular: «La división interna y el fracaso operativo de la CUP pueden costarle hasta la mitad del voto».

El artículo empieza con una afirmación incontestable: «Parece evidente que el método asambleario resulta algo engorroso para decidir la evacuación de un edificio en llamas.» Convengamos en que así es, pero no dejemos de preguntarnos a continuación quién ha propuesto nunca semejante mentecatez, y por qué razón oblicua se trae la casa en llamas a cuento de los métodos decisorios de la CUP. Igual que un plato no es adecuado para beber líquidos, ni un vaso como plataforma de sostén de un alimento sólido, los métodos asamblearios sirven para unas cosas y no sirven para otras. El buen juicio del usuario suele determinar con escaso margen de error las circunstancias idóneas para la utilidad o no de cada cachivache democrático.

La misma sencilla norma vale en casos de división interna de una organización respecto de un tema dudoso: hay soluciones que sirven, y otras que no. La decisión desde las alturas, el voto “de autoridad” de los dirigentes, podría acarrear un desastre en las bases. Eso sí habría sido un “fracaso operativo” en una organización basada en la militancia combativa, y no en la adhesión incondicional.

Desmontadas las dos premisas, resta por ver qué es lo que ofrece de sustancia un artículo periodístico tan mal planteado. Lo que hay, es un cálculo de la pérdida presumible de votos cupaires desde los dos flancos del “voto independentista” y del “voto de izquierda”. Un No a Mas le costaría a la CUP en marzo 100.000 votos de castigo; un Sí le resultaría más caro: 170.000 votos.

Para expresarlo con claridad, lo que nos presenta Carles Castro es un horóscopo. Debería incluir en el mismo, además de los cruces de las trayectorias de los planetas en los idus de marzo, los agüeros deducibles del hígado de las reses sacrificadas en loor a los dioses, los pronósticos a partir de la observación del vuelo de las aves, y los turbios presagios del tarot. Pretende Castro partir de una base matemática, pero esta es débil desde el momento en que la única variable que se plantea es el voto a la CUP. ¿No es lícito pensar en un desencanto respecto de la fórmula del JxS, en el caso aún no confirmado de que se propongan repetir la experiencia? ¿No cabe pensar en un trasvase de votos desde el sector de ERC que ha estado reclamando con insistencia a Mas “un paso a un lado”? ¿Es concebible que el desinflamiento de Ciutadans, perceptible a partir de la campaña de las generales, no altere los números que consiguió el 27S en su momento de mayor auge?

Son todos ellos elementos eficaces ante la opinión pero difícilmente cuantificables, dada la naturaleza volátil ya mencionada del voto. Por lo que cabe concluir que la bajada de 100.000/170.000 votos auspiciada por Castro para la CUP es un mero brindis al sol.

O bien otra cosa. Por las sedes centrales de varios partidos catalanes corre un escalofrío de nervios en tensión al pensar en lo que puedan cantar las urnas el próximo mes de marzo. Está a la orden del día el “¡Virgencita, que me quede como estoy!” de la paralítica de Lourdes en trance de despeñarse con su silla de ruedas. De ahí que se estén llevando a cabo esfuerzos ímprobos – que no improbables – para llegar a un consenso soberanista de último minuto. Desde Pineda de Marx viene advirtiendo en estos días mi maestro que no está todo el pescado vendido. Que aún queda media banasta de japutas en el mostrador de la pescadería.

Il voto é mobile