viernes. 26.04.2024

Que hable alguien

Los maitines del partido apostólico parecían un velorio. El Augusto quiso poner una nota optimista y se adornó una vez más con un desplante pinturero muy en su estilo.

PP

Los maitines del partido apostólico parecían un velorio. El Augusto quiso poner una nota optimista en la reunión y se adornó una vez más con un desplante pinturero muy en su estilo Zarza Ardiendo en el Monte Sinaí: “Habrá que hacer lo que haya de hacerse”. Como si nada, no hubo ninguna reacción. Los cofrades siguieron impertérritos, labios apretados, cabezas gachas. “Que hable alguien”, les conminó el Augusto.
Era demasiado pronto para reaccionar, no obstante; se necesita tiempo para procesar en toda su profundidad las consignas del Augusto. Los barones y las baronesas, los líderes y las lideresas, prefirieron ganar tiempo y dar la callada por respuesta. En el trance, solo pidió la palabra una muchacha de Nuevas Generaciones, y se salió por peteneras: que había que dar más protagonismo a los jóvenes. Niña, que se te entiende todo, murmuraron los demás para sus adentros.

En los días siguientes, con cuentagotas primero, torrencialmente después, fueron apareciendo distintas reacciones a la consigna del Augusto. “Hay que nombrar a un nuevo responsable de campaña.” “Bien.” “La medida es insuficiente, se necesita algo más.”

Bien también, pero ¿qué más? “Urge un recambio en la secretaría general”, se alzó una voz. Fue contestada con fiereza: “Quienes han perdido las elecciones en Andalucía, ahora quieren destruir el partido.” La búsqueda de responsabilidades a todo trance atizó las banderías; el grupo de ministros nucleado por Pastor se posicionó contra el grupo promovido por la vicepresidenta. Viceversa.

Hubo quien filtró a los medios historias de una Génova desierta, de ausencia de orientaciones, de errores en la comunicación, de inexistencia de una política de alianzas. Los medios, siempre voraces, se hicieron eco de todo.

Atrapado en la vorágine de la centrifugadora que él mismo había puesto en marcha, el Augusto recogió velas con la convocatoria de la Junta Directiva Nacional, un chisme curioso de cuya existencia nadie se acordaba pero que algún cerebrito de presidencia, desempolvando los estatutos, descubrió que seguía vigente y operativo.

Seiscientos junteros reunidos pueden armar una algarabía considerable. El Augusto se dirigió al estrado, desplegó sus papeles, y micrófono en ristre, con el gesto sereno y lleno de autoridad de un Moisés calmando las aguas procelosas de un Mar Rojo de circunstancias, cantó la nueva consigna:

“Que se calle alguien.”

Que hable alguien