viernes. 26.04.2024

Catalunya Sociedad Limitada

«Para los catalanes formar parte del Estado español no es rentable, desde una perspectiva social». Marta Pascal, vigatana de 33 años, licenciada en Ciencias políticas y en Historia, coordinadora general del flamante Partit Demòcrata de Catalunya, heredero de la difunta CDC, lo ha declarado así en una entrevista que firman Miquel Noguer y Dani Cordero.

El desahogo que sustenta semejante declaración es enorme: pantagruélico diría, en busca de adornos literarios; titánico, si pensamos en la construcción naval; colosal, si atendemos a la antigüedad rodia. Doña Marta no solo habla en nombre de todos los catalanes, que ya es hablar por hablar, sino que además lo hace en el tono práctico y objetivo que utilizaría la directora gerente de la empresa Catalunya SL al expresar su opinión en relación con la cuota de beneficio que recaería en los accionistas caso de emprenderse una política diferente en lo concerniente a las fuentes de financiación, habida cuenta de las oportunidades potenciales de negocio que ofrece la coyuntura.

Solo que ser coordinadora general de un partido no es lo mismo que ser directora gerente del conjunto del país. Ni siquiera Puigdemont podría colocarse esos galones, en la situación apretada en la que se encuentra, con déficit de toda clase de mayorías.

Por lo demás, y entrando en la afirmación en concreto, nunca, que yo sepa, ha dado nadie cifras razonadas que avalen esa “independencia rentable” a la que alude la senyoreta Marta; más bien se ha recurrido en este punto aembolicar la troca, operación en la que los políticos convergentes son verdaderos expertos, y que permite mostrar cualquier cifra desde el perfil más favorecedor.

No aclara la senyoreta para cuántos catalanes, ni para cuáles, ha dejado de ser rentable la participación en el Estado español; y en definitiva, nos deja a oscuras sobre quiénes en concreto van a ser los beneficiarios de esta importante operación mercantil en la que la frialdad objetiva de los datos se realza con un oportuno tinte de purpurina nacionalista; lo que en otras latitudes se llama “dorar la píldora”.

Una cuestión que no alcanza a esconder el descaro desmesurado de la senyoreta Marta es la confusión – o colusión – entre la gestión de la cosa pública y la búsqueda del beneficio privado; algo que ha sido característico de toda la larga acción política de la extinta Convergència y de su líder Jordi Pujol, cuya figura reivindica su heredera in pectore. Desde siempre se ha tocado la cuerda vibrante del patriotismo para pedir sacrificios en nombre del común, y en cambio se ha administrado el patrimonio con el criterio privatista del buen padre de familia, que atiende por encima de todo al bienestar de los suyos. Catalunya ha sido una gran familia bien avenida, con favoritismos mal disimulados para el “hereu” en el reparto de las oportunidades; y ha sido una gran empresa común, en la que la gerencia ha impuesto a los componentes de la plantilla esfuerzos sobrehumanos y mal retribuidos que han permitido engrosar las rentas del accionariado con sustanciosas plusvalías que luego han visto mundo, viajando en maletines de doble fondo a Andorra o a Panamá. Es a este tipo bien conocido de rentabilidad, me temo, al que se refiere la senyoreta Marta.

Ella explica a su modo lo que ha ocurrido en estos últimos años: «Hemos perdido mucho contacto con algunos sectores sociales e incluso empezaba a chirriar cómo nos veía la gente.» Marta se queda corta en el análisis, una vez más.

Catalunya Sociedad Limitada