domingo. 05.05.2024

Los bueyes delante del carro

No esperéis gran cosa del fin del mundo.
STANISLAW LEC

Seguramente esperábamos demasiado. Probablemente hemos vuelto a caer de cuatro patas en el espejismo de la primacía de la política y en el trampantojo del Estado como único motor y palanca de cualquier cambio posible. El cuatripartidismo resulta una novedad vistosa, pero no deja de ser una mano de pintura que no basta para adecentar un tinglado en estado ruinoso. Una simple variante vicaria del bipartidismo; un final de ciclo que lleva implícito el recomienzo mecánico del ciclo siguiente; otra vuelta de tuerca al viejo mecanismo del turno gobernante.

Un mecanismo, por otra parte, aún no bien engrasado, de modo que entre diciembre y junio ha padecido algunas disfunciones graves y finalmente se ha encallado. Podemos dedicar – desde la izquierda – nuestros desvelos a desencallarlo mediante un mejor engrase, o podemos apuntar a otra perspectiva diferente.

Una cita tomada del libro de Guy Standing sobre el precariado (pág. 135): No revolución ni reforma, sino transformación en el sentido de la “gran transformación” propuesta por Karl Polanyi, como «contramovimiento para volver a arraigar el sistema económico en la sociedad, con nuevos mecanismos de regulación, protección social y redistribución.» Más autogestión social y menos Estado, en una palabra. Menos dependencia del Estado. Menos fetichismo del Estado, en un momento en el que la sociedad se siente a la vez enajenada del Estado e inseparable de él. Otra cita, esta de Isaac Deutscher en sus conferencias sobre las raíces de la burocracia: «El Estado es la carga que oprime a la sociedad, y también es su ángel protector, sin el cual la sociedad no puede vivir.» ¿No? ¿O sí se puede?

El cambio real deberá llegar de una sociedad más consciente de sí misma y de su fuerza, con una capacidad mayor de autonomía. De una sociedad, para decirlo con un término de moda, “empoderada” frente al Leviatán estatal. Pero seguimos poniendo el carro delante de los bueyes, buscando con afán las combinaciones numéricas que en el mismo Parlamento de toda la vida podrían proporcionarnos los medios para, desde el Estado (la vieja solución, el viejo falso atajo hacia la emancipación), empezar a cambiar una sociedad indignada, pero con una indignación que nace del desamparo y no de la autoestima; una sociedad propicia a agachar la cabeza cuando se acumulan en el horizonte los nubarrones de tormenta.

Los bueyes delante del carro