viernes. 26.04.2024

El socialismo conservador

Como afirmó Pablo Iglesias, el Partido Socialista debe estar dispuesto a vencer, no a defenderse...

Como afirmó Pablo Iglesias, el Partido Socialista debe estar dispuesto a vencer, no a defenderse

Llegó un momento en la Restauración canovista que la tramoya del sistema fue incapaz de seguir imponiendo la adaptación como figurantes de los que representaban las contradicciones e impertinencias del régimen. Se decía que el dintel de la puerta de la Restauración estaba tan bajo que había que agacharse mucho para poder entrar. Pablo Iglesias lo definió muy bien cuando dijo: “Nosotros estamos dispuestos a vencer -¿se entiende?-, no a defendernos”. Pero cómo hacerlo bajo un sistema que ante la vindicación obrera de la jornada de ocho horas, un desdeñoso Cánovas afirmaba que lo que pretendían los trabajadores era “el paraíso mahometano”. El Pacto del Pardo dejó la hegemonía oligárquica a los partidos llamados dinásticos mientras las fuerzas políticas periféricas al sistema sólo podían actuar dentro del mismo para justificarlo y no para cambiar su ortopédica sustancia. Como advirtió Ortega fue un panorama de fantasmas donde lo único real era el acto de imaginarlo.

Partidos y políticos estaban tan adaptados conscientemente al sistema de la Restauración que fuera de él sólo percibían la inanidad y el caos. Por eso eran imprescindibles para el régimen, porque las fuerzas políticas emergentes y las nuevas generaciones se consolidaron en el cuestionamiento de un sistema que daba la espalda a la sociedad. Más de un siglo después el escenario político español posee muchas de las encrucijadas e inercias de las que se dieron entonces. El Pacto de la Transición, como un redivivo Pacto del Pardo, también determinó la adaptación sin condiciones a un régimen de poder que mantenía intactos los intereses y la influencia de las élites que habían prosperado en el largo y penoso período anterior a la Transición.

No hace falta acudir al olvidado materialismo histórico para constatar cómo el socialismo “dinástico/de gobierno” ha sido condicionado por las minorías organizadas y el ecosistema político hasta tal punto de que se fue separando paulatinamente del formato ideológico que lo constituía para sumergirse en un conservadurismo que no entrara en colisión con las exigencias fácticas del sistema. Para ello, se recurrió a dos ficciones: el centro político y el consenso, como coartadas para obviar el conflicto social y la sociología que lo padece y el pactismo desigual con la derecha. Toda la carga progresista se proyectó hacia territorios que no afectaban al poder económico como los identitarios y modos de vida.

El aprovechamiento de la crisis económica para que las élites amplíen sus beneficios a costa del empobrecimiento de las clases populares, la abolición de derechos laborales y cívicos, el hundimiento del mundo del trabajo, ha mostrado los ijares cínicos del sistema y devenido en una crisis institucional, política, social y territorial, una tormenta perfecta donde se ha comprobado descarnadamente la paradoja de que ante una derecha radical exista un socialismo moderado. Un socialismo lleno de prejuicios impropios que estima que el principio de responsabilidad política consiste en tener la confianza de las élites económicas y financieras antes que la confianza de la sociedad.

A la luz de todo lo anterior, no es difícil colegir la comunión de intereses de los denominados partidos de gobierno para el sostenimiento del sistema por cuanto consideran que son organizaciones ad hoc del régimen a pesar de los más de cien años de historia del Partido Socialista. Ello produce efectos desnaturalizadores como la crisis del PSC abandonando su cualidad identitaria, por mandato de Madrid, como es el obrerismo nacionalista o la crisis del gobierno andaluz donde el partido socialista huye de cualquier etiqueta izquierdista. El colapso del sistema de la Transición, el desafecto de la ciudadanía, el dramático estado social, la grosera supremacía del poder económico sobre el poder político, conlleva también el colapso de un partido socialista carente de modelo ideológico y pensamiento crítico capaces de construir una alternativa real a un estado de cosas tan desequilibrado. Como afirmó Pablo Iglesias, el Partido Socialista debe estar dispuesto a vencer, no a defenderse. De lo contrario aquello que dijo Felipe González en Suresnes de que había más socialismo fuera que dentro del PSOE puede que esta vez sea una realidad más cruda aún.

El socialismo conservador