viernes. 26.04.2024

Ganan Grecia, Europa y la democracia

El pueblo griego acaba de dar una lección de serenidad, europeísmo y democracia en las condiciones más difíciles de imaginar.

oxi

El pueblo griego acaba de dar una lección de serenidad, europeísmo y democracia en las condiciones más difíciles que se puedan imaginar

Grecia ha dicho no a la última propuesta de los acreedores. El resultado definitivo es rotundo: el 61,3% ha respaldado la posición de Tsipras. No hay lugar para más cábalas o dudas. Por segunda vez en apenas cinco meses el pueblo griego rechaza las políticas de austeridad que tanto han contribuido en los últimos cinco años a devastar el país y que la Troika quiere seguir imponiendo. Esta vez la oposición a la continuidad de las políticas de austeridad ha sido aún más contundente que en las elecciones que dieron el triunfo a Syriza el pasado mes de enero. Gana la democracia, pierden los abusones.

Huyamos del relato heroico. Embridemos las emociones. Son malas consejeras de la acción y pésimas acompañantes del análisis. Dieciocho jefes de Estado y de Gobierno intentaron acorralar a Tsipras y que aceptara más recortes y más de la misma austeridad que tenía la obligación, por mandato democrático, de rechazar. Instituciones europeas y Fondo Monetario Internacional asfixiaron financieramente a la economía griega para que quedara claro hasta qué punto depende de la ayuda europea. Todo el amenazante poder mediático del que disponen las grandes empresas, la casta política europea y los mercados financieros se pusieron a la tarea: identificar referéndum e incapacidad negociadora, el no con la salida del euro, el rechazo a más recortes y austeridad con excusas de mal pagador.

La santa alianza de conservadores, socialdemócratas y liberales volvió a unirse en defensa de la estrategia de austeridad y una Europa despiadada frente a los que no admitan un recetario de medidas que extiende la pobreza, aumenta la desigualdad, perpetúa el desempleo, elimina derechos, impide la convergencia y debilita el proyecto de unidad europea. Ahora tienen que recomponer las bases de esa unidad.  

Todo el ruido, las mentiras y los chantajes de la semana previa a la celebración del referéndum se han disipado cuando el pueblo griego ha tomado la palabra y ha dicho no en un acto democrático y soberano. Lo ha hecho por su propio bien y por el bien del proyecto de unidad europeo. Gana Grecia y gana Europa.

¿Sabrán los prepotentes líderes europeos interpretar el mensaje? Por si acaso, hay que exigirles que retomen el diálogo, vuelvan a la mesa de negociación y hagan los esfuerzos necesarios para encontrar soluciones justas y eficaces para todas las partes, también para Grecia. Es su trabajo y su responsabilidad. No va a ser fácil. Todavía queda mucho para echar las campanas al vuelo y ni siquiera es seguro que vayan a sonar.

El pueblo griego acaba de dar una lección de serenidad, europeísmo y democracia en las condiciones más difíciles que se puedan imaginar. La ciudadanía griega ha sido capaz de realizar un debate social en el que ni la rabia de unos ni el miedo de otros han impedido la exposición de los diferentes argumentos o el contraste de pareceres y perspectivas de futuro. La inmensa mayoría se ha negado a dejarse arrebatar su condición de europeos, ciudadanos de la UE y miembros de la eurozona. Y solo por ello merecen el respeto y la atención que antes, en la anterior y finiquitada fase negociadora, le negaron las instituciones europeas y el FMI. Comienza otra partida.

Es necesario que comience un nuevo tiempo y, para ello, va a ser imprescindible que los líderes europeos venzan las resistencias de los fundamentalistas de la austeridad, el rigor y las sanciones. Los ánimos vengativos de los que apostaron por la derrota de Syriza y la izquierda europea contraria a la austeridad son otro obstáculo a remover. Vanidades heridas y cálculo político miope e irresponsable se asocian para intentar dar una lección definitiva arrojando a Grecia extramuros de Europa. No es fácil que lo consigan, pero conviene estar atentos y denunciar sus pretensiones.

El Gobierno de Tsipras quiere negociar, no dejar el euro. El pueblo griego quiere soluciones justas y sostenibles. Varoufakis acaba de echarse a un lado y su dimisión, que le honra y agranda su figura frente a la de sus colegas del Eurogrupo, marca el inicio de un tiempo nuevo. Ahora solo hace falta que Merkel mueva un dedo y en los próximos días abra un nuevo periodo de largas y muy difíciles negociaciones.    

Ganan Grecia, Europa y la democracia