viernes. 26.04.2024

Sumergidos en un océano de banderas

bancera

Llevamos unos meses realmente asfixiados por el tema nacionalista. Hemos sobrevivido  y sobrevivimos sumergidos en un auténtico océano de banderas, de acá y de allá. Cada cual es libre de envolverse en la bandera, con la que se sienta más identificado, y no por ello hay que criminalizarlo. Tales hechos me sugieren unas reflexiones.

Primero me fijaré en el concepto tan denostado de “nacionalismo”. Cuando los ciudadanos de algunos territorios (Cataluña o Euskadi) muestran una fuerte identificación nacional, son tachados de "nacionalistas" por los grandes estados-nación, sin darse cuenta que ellos mismos son un producto histórico del nacionalismo. Según Billig creador del concepto de nacionalismo banal, el nacionalismo propio se presenta por el estado-nación como una fuerza racional, sensata, cohesiva y necesaria bajo la etiqueta de "patriotismo",  no “nacionalismo”, mientras que el nacionalismo "ajeno", aplicado a las nacionalidades subsumidas en tales estados, son una fuerza irracional, insensata, fragmentaria, peligrosa y etnocéntrica, en absoluto se le puede calificar con el epíteto de “patriotismo”. Tal manera de pensar es cuestionable. ¿Cómo calificar la obsesión de José María Aznar por las banderas, que el 12 de octubre de 2001, mandó izar en la plaza Colón una con un mástil de 21 por 50 metros, de 294 metros cuadrados  y de 35 kilos? Tan grande era su peso, que se cayó el 2 de agosto de 2012, afortunadamente no hubo víctimas, aunque tuvieron que reponerla bomberos, policía local y personal de la Armada. ¿O que el Ayuntamiento de Alcañiz se haya gastado 16.000 euros en otra bandera española de 18 metros de longitud? ¿Estas acciones cómo las calificamos: nacionalismo o patriotismo? Es muy español ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio.

No obstante, por los acontecimientos recientes ya se habla sin problemas de nacionalismo español, a lo que se resistían muchos, como Esperanza Aguirre cuando dijo: “Nosotros no nos disfrazamos de nacionalistas, porque la nación española no es cosa discutible ni discutida; España es una gran nación”.

 Mas, yo quiero detenerme ahora en el concepto de patriotismo. Para determinados sectores de la sociedad española patriotismo es el envolverse en la bandera, sacarla a los balcones, besarla con pasión, el entonar el himno nacional, el festejar la fiesta del 12 de octubre --sin saber qué se celebra, si es la Fiesta de la Hispanidad, la de la Raza, de España, de la Virgen del Pilar--, el presenciar desfiles militares, o descorchar botellas de champán con el triunfo de la selección española de fútbol. Para otros es celebrar con fervor el 11 de septiembre, cantar con euforia  Els Segadors, frenéticos envolverse con la Estelada, o colgarla en sus balcones. Estos patriotismos son de cartón piedra. Ser patriota es mucho más. Como lo señala Mauricio Viroli a Norberto Bobbio en el libro Diálogo en torno a la República. Libro recomendable para aquellos que sacan sus banderas a los balcones. Señala que la virtud cívica-patriotismo- no es para él la voluntad de inmolarse por la patria. Se trata de una virtud para hombres y mujeres que quieren vivir con dignidad y, sabiendo que no se puede vivir dignamente en una comunidad corrupta, hacen lo que pueden y cuando pueden para servir a la libertad común: ejercen su profesión a conciencia, sin obtener ventajas ilícitas ni aprovecharse de la necesidad o debilidad de los demás; su vida familiar se basa en el respeto mutuo, y su casa se parece más a una pequeña república que a una monarquía o una congregación de desconocidos unida por el interés o la televisión; cumplen sus deberes cívicos-como pagar sus impuestos-, pero no son dóciles; se movilizan con el fin de impedir que se apruebe una ley injusta o presionar a los gobernantes para que afronten los problemas de interés común; participan en asociaciones diferentes (profesionales, deportivas, culturales, políticas y religiosas); siguen los acontecimientos de la política nacional e internacional; quieren comprender y no ser guiados o adoctrinados, y desean conocer y discutir la historia de la república, así como reflexionar sobre la memoria histórica.

Viroli expresa que ese amor por la patria, que se transforma en virtud republicana es motivada por diversas razones. La indignación contra las prevaricaciones, discriminaciones, corrupción, arrogancia y vulgaridad. En otros, predomina un deseo estético de decencia y decoro; otros se mueven por intereses legítimos: desean calles seguras, parques agradables, plazas bien mantenidas, monumentos respetados, escuelas serias y hospitales de calidad. Algunos se comprometen porque quieren ser valorados y aspiran a recibir honores, sentarse en la mesa de la presidencia, hablar en público y colocarse en primera fila en las ceremonias. En muchos casos los motivos actúan juntos, reforzándose unos a otros.

Ese sentimiento no sólo reúne al ciudadano con su país. Lo une con sus conciudadanos, sus compatriotas. Así el patriotismo es ese sentimiento de  fraternidad que mantiene unidas a las personas mediante su devoción a determinados sentimientos, ideas e ideales que se expresan en una historia y en un  proyecto de futuro compartidos. Ese lazo invisible lo une con sus parientes, ancestros, familia, raza, creyentes de mi mismo credo, partícipes de mi misma lengua y  cultura, miembros de mi comunidad y de mi nación. La patria es la comunidad de vivos, de muertos y de aquellos que habrán de nacer. De ese sentimiento nacerán ciertos deberes y responsabilidades para con los otros.

Terminaré con unas palabras de Manuel Azaña extraídas de su obra La Velada de Benicarló, para que nos sirvan de reflexión para los de acá y los de allá. Fue uno de los españoles, que más amó a España, un auténtico patriota,  y a la que dedicó buena parte de su vida para sacarla del atraso multisecular e incorporarla al progreso de los países más avanzados. Tarea complicada, ya que tuvo que luchar con grandes dificultades. Tal como señala Juan Marichal. “Un gran poeta español -y gran admirador del presidente Azaña-, Antonio Machado, decía que lo más propio de la humanidad es “una voluntad de vivir que no es un deseo de perseverar en su propio ser, sino más bien de mejorarlo”. Añadiendo Machado: “El hombre quiere ser otro, de ahí lo específicamente humano”. Manuel Azaña quería también que España fuera otra, “una España mejor”, pero sin dejar de ser ella misma… En verdad, desde su conferencia de 1911 en la Casa del Pueblo de su villa natal (El problema español, Alcalá de Henares) hasta sus resonantes discursos de 1931, hubo en Manuel Azaña una excepcional continua dedicación intelectual a formular una nueva política para el mejoramiento de la vida española”. Ese es su proyecto republicano. Fracasó entonces, aunque su pensamiento político todavía sigue vigente. Es su gran herencia, a la que deberían recurrir los políticos actuales, que a su lado son auténticos pigmeos. Y a pesar de su patriotismo en el sentido expuesto por Viroli, todavía su cuerpo permanece fuera de España. Mientras que otros, en absoluto patriotas, permanecen enterrados con alevosía en el centro de España. Algo que debería avergonzar a aquellos que se sientan patriotas.

Ahí van las palabras del político de Alcalá por boca de Garcés: “La moderación, la cordura, la prudencia de que yo hablo, estrictamente razonables, se fundan en el conocimiento de la realidad, es decir, en la exactitud. Estoy persuadido de que el caletre español es incompatible con la exactitud: mis observaciones de esta temporada lo comprueban. Nos conducimos como gente sin razón, sin caletre. ¿Es preferible conducirse como toros bravos y arrojarse a ojos cerrados sobre el engaño? Si el toro tuviese uso de razón no habría corridas”.

Y otras palabras de profundo calado de Azaña pronunciadas por parte de Morales: “En nuestra guerra, las tesis del patriotismo nacional, que pretende integrar en una expresión común intereses y clases divergentes, son las de la República, sostenida por burgueses y proletarios. Por su parte, la rebelión que se llama nacionalista y exalta el españolismo, provoca y utiliza la violación de las fronteras para aniquilar a la fracción más numerosa del país, como si todo lo que representan el liberalismo burgués y el obrerismo no fuese también nacional”.

Sumergidos en un océano de banderas