miércoles. 09.10.2024

Fátima Báñez: es indudable que España avanza cada día con más y mejores empleos

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El diputado del PSOE Lamúa Estañol, el pasado 29 de noviembre en el Congreso de los Diputados a la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez le planteó la siguiente pregunta: ¿qué resultados ha tenido su acuerdo de Gobierno con Ciudadanos en la reducción de la precariedad laboral?

La respuesta de la ministra es alucinante, esperpéntica y surrealista. Y con grandes dosis de autismo político.  A medida que la iba leyendo-más adelante la transcribo- me tuve que restregar varias veces los ojos.  Me han recordado las palabras, también alucinantes, esperpénticas y surrealistas, para  fijar la posición por el PP en la tramitación de la Ley de Trasparencia en la legislatura anterior del ínclito, Esteban González Pons: “Señorías, el valor de la transparencia como requisito de la democracia no es nada nuevo. Sin transparencia es imposible que haya democracia, como sin luz es imposible que se pueda ver... En la democracia el ojo tiene que ser siempre más rápido que la mano. ¡Que se lo pregunten a Bárcenas! Pero sigamos con otras perlas preciosas: no hay mejor remedio contra la corrupción que anticiparse a ella, que evitarla. Solo se corrompe el agua estancada. Allá donde habitan la sombra, el secreto o el exceso de confianza es sencillo que se produzcan favores, arbitrariedades y desfalcos.  “Manda huevos”.

Ahí va la respuesta de Fátima Báñez:

“Señor diputado, aunque nos quede mucho por hacer, es indudable que España avanza cada día con más y mejores empleos. Fíjese que en el año 2017 hemos alcanzado por primera vez en tiempo los 19 millones de ocupados en España, y también estamos teniendo cada día mejores empleos. Por eso, como señala la EPA del tercer trimestre, en el último año se firmaron más contratos indefinidos que temporales, hemos alcanzado el 75 % de asalariados con contratos estables en nuestro país y también, señoría, llevamos cuarenta y cinco meses consecutivos desde la recuperación con incrementos continuados de la contratación indefinida en España. Por tanto, más empleo estable y también más empleo a tiempo completo porque desde la recuperación todo el empleo creado en nuestro país es a tiempo completo. Además, señoría, avanzamos en la igualdad de oportunidades y, como sabe muy bien, este año estamos gozando también de que las familias y los trabajadores puedan conciliar mejor la vida laboral y la vida familiar con un incremento de dos a cuatro semanas del permiso de paternidad. Por tanto, sumando empleo y sumando cada día mejores empleos.”

Argumentos  para desmentir las palabras de Fátima Bañez los han mostrado numerosos estudios científicos.  Según Alicia Rodríguez y Paz en La Vanguardia de 28-9-2017, la recuperación del mercado laboral de los últimos años pasa por una bajada sensible en los salarios de los trabajadores. El sueldo de los nuevos contratos firmados en el 2015 –cuando la economía logró crear medio millón de puesto de trabajo por segundo año consecutivo– fue casi un 12% inferior a los cerrados a lo largo del 2008, según concluye el estudio de Daniel Fernández Kranz publicado por Funcas. Las pérdidas son aún más considerables entre los jóvenes. Entre los menores de 26 años, el salario del contrato que marca el inicio de su vida laboral fue en el 2015 un 14% más bajo que en el 2008. Un retroceso que se explica en buena medida por la devaluación salarial del puesto de trabajo y la incidencia de contratos a tiempo parcial. En términos de ingresos anuales, la pérdida para los jóvenes asalariados es de nada menos que el 33%.

Detrás de la precariedad también hay miles de trabajadores que a diario sufren la peor cara del mercado laboral en España. Las ocupaciones afectadas no deja de aumentar, denuncia CC.OO. en su última campaña de visibilización de este fenómeno. La iniciativa, denominada Precarity War II, está dirigida a poner de manifiesto el empeoramiento de las condiciones laborales de quienes trabajan en sectores desde hace tiempo señalados como de las empleadas del hogar y más recientemente los repartidores a domicilio y los vigilantes de seguridad, junto a otros trabajos menos conocidos: desde los informáticos y, en general, consultores relacionados con las tecnologías de la información, a auxiliares de servicios, promotoras y reponedores, dependientas, trabajadoras de ayuda a domicilio, los de establecimientos de comida rápida y cadenas de restaurantes, los contratados por sociedades públicas del Estado.

Tampoco esta precariedad es exclusiva de España. También existe en la Alemania de Merkel. En su libro La sociedad del miedo, Heinz Bude señala que alrededor del 15% de los empleados trabajan en limpieza de edificios, en paquetería, en empresas de seguridad, como cuidadores, en gastronomía, en peluquerías o tiendas de descuento. Reciben como promedio un salario mínimo y  sometidos a una presión constante por sus contratadores.

Tampoco hace falta recurrir a trabajos científicos para demostrar la degradación del trabajo, ya que la podemos constatar en nuestro contexto familiar y de amistades. Todos conocemos caso de trabajos precarios, por horas, discontinuos y sueldos miserables. Por ello siendo esta realidad tan clara, yo de verdad, alucino. ¡Qué desfachatez hace falta para emitir tales palabras de la ministra! Pocos dirigentes políticos en nuestra historia han causado tanto daño, a tantas personas y en menos tiempo. Es la responsable de una Reforma Laboral brutal, que ha colocado a los trabajadores españoles de rodillas ante el capital, al serles arrancados un conjunto de derechos socio-laborales, que ingenuamente pensábamos eran intocables. Dudo mucho que el ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente, se hubiera atrevido a tanto. Dice bien Josep Fontana "El modelo construido en Europa como fruto de siglo y medio de luchas sociales ha sido destruido. Ni siquiera el fascismo logró lo que ha conseguido el capitalismo". Eduardo Galeano, en el Texto leído en la sesión magistral de clausura de la VI Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales, llevada a cabo del 6 al 9 de noviembre de 2012 en la Ciudad de México dijo: “Que una pregunta me ocupa y me preocupa como –estoy seguro– a todos ustedes: ¿los derechos de los trabajadores son ahora un tema para arqueólogos? ¿Sólo para arqueólogos? ¿Una memoria perdida de tiempos idos? Es una pregunta  más que nunca actualizada en estos tiempos de crisis, en los que más que nunca los derechos están siendo despedazados por el huracán feroz- el capitalismo canalla según el libro de Cesar Rendueles- que se lleva todo por delante, que castiga el trabajo y en cambio recompensa la especulación, y está arrojando al tacho de la basura más de dos siglos de conquistas obreras”.

Esta desvalorización o degradación el trabajo tiene una clara explicación dentro del ideario neoliberal. He utilizado en un párrafo anterior el término “mercado laboral” y probablemente habrá pasado desapercibido sin darle más trascendencia al uso de tal palabra. Nos hemos dejado manipular por el lenguaje economicista hasta tal punto que no somos conscientes del riesgo y la trascendencia del uso de las palabras. Hablamos con total naturalidad del “mercado laboral”, lo que supone considerar a los hombres como simples mercancías dispuestas a ser compradas y vendidas de acuerdo con la ley de la oferta y de la demanda, pero es el ser humano no es una mercancía. Por ello, resultó premonitoria la advertencia de 1944 de Karl Polanyi en La gran transformación. Crítica del sistema liberal. Fijémonos en lo que concierne al trabajo, la tierra y el dinero, permitir que el mecanismo del mercado los dirija por su propia cuenta y decida la suerte de los seres humanos y de su medio natural, e incluso que de hecho decida acerca del nivel y de la utilización del poder adquisitivo, conduce necesariamente a la destrucción de la sociedad. Y esto es así porque la pretendida mercancía denominada «fuerza de trabajo» no puede ser zarandeada, utilizada sin ton ni son, o incluso ser inutilizada, sin que se vean inevitablemente afectados los individuos humanos portadores de esta mercancía peculiar. Desprovistos de la protectora cobertura institucional, los seres humanos perecerían, al ser abandonados en la sociedad: morirían convirtiéndose en víctimas de una desorganización social aguda.

Hemos pasado de una economía de mercado a una sociedad de mercado. Esta sociedad mercado, en la que todo está en venta si hay beneficio, nos dice Polanyi  no es el fin de la historia. En general, a todo avance indiscriminado del proceso de mercantilización de la vida social, de pretensión de  desligar la economía del resto de la vida social, política o moral, ha surgido a lo largo de la historia un movimiento defensivo. Una sociedad digna, no puede renunciar a que haya algún control moral o político ante el  desenvolvimiento voraz e inhumano del mercado. No podemos seguir viviendo así. El crac de 2008 es una advertencia de que el capitalismo no regulado es el peor enemigo de sí mismo: más pronto o más tarde está abocado a ser presa de sus propios excesos. Por ello es razonable  esperar una reacción, como las hubo en el pasado. Como la de los campesinos ingleses contra la liberalización del mercado de granos en el siglo XVIII. O las luchas encarnizadas en el siglo XIX por los sindicatos y partidos obreros que supusieron la legislación protectora del mundo laboral. O todas las reformas que propiciaron el Estado de bienestar tras la II Guerra Mundial.

Por supuesto, de todas estas políticas contra el factor trabajo en España el máximo responsable es Rajoy, y, por supuesto, todos aquellos que le siguen votando, mas quiero terminar con unas reflexiones dirigidas a esta ministra. Si Fátima Báñez ha  tomado estas decisiones implacables, también la de la reforma de las pensiones, cabe pensar que habrá tenido "motivos" poderosos para hacerlo. Por ello, aunque solo fuera por esa responsabilidad, que asume ante la historia, debería haber sido muy cauta antes de tomarlas. Sin embargo, por la frialdad, contundencia e insensibilidad que mostró cuando estampó su firma en los decretos que pusieron en marcha tales reformas, tengo la impresión de que no era consciente de lo que estaba haciendo. Si  lo hubiera sido, cuando menos, de alguna de ellas en sus comparecencias públicas, cabría esperar que mostrara algún tipo de pesadumbre --algo previsible y digno en un ser humano--, como hizo Elsa Fornero, ministra de Trabajo del Gobierno de Monti, que se puso a llorar al dar conocer los recortes en las pensiones, sanidad y educación públicas italianas. Mas esta ministra sale ya llorada de casa. Y además alardea de patriota.

Fátima Báñez: es indudable que España avanza cada día con más y mejores empleos