viernes. 26.04.2024

Una nueva sociedad para el siglo XXI

Si se cambian los comportamientos que han venido siendo la base del equilibrio del sistema, que se sepa que este queda alterado de forma fundamental y que no nos sirve como punto de encuentro y de cierta equidistancia imprescindible. La socialdemocracia tuvo el mérito de dotar de un rostro amable y más justo al capitalismo, o en su acepción más bien sonante, a la economía de libre mercado.

Si se cambian los comportamientos que han venido siendo la base del equilibrio del sistema, que se sepa que este queda alterado de forma fundamental y que no nos sirve como punto de encuentro y de cierta equidistancia imprescindible.

La socialdemocracia tuvo el mérito de dotar de un rostro amable y más justo al capitalismo, o en su acepción más bien sonante, a la economía de libre mercado.

Pero la tremenda recesión económica provocada por lo que podríamos llamar, para diferenciarlo de lo anterior, como capitalismo salvaje, ha hecho saltar por los aires cualquier intento para mantener los equilibrios forjados en los últimos sesenta años en Europa. Y quienes no lo entiendan así y con rapidez para adaptarse cuanto antes a la nueva situación que está emergiendo en la sociedad europea, políticamente se convertirán en un lastre a abandonar en la primera ocasión.

Las demandas de los cientos de miles de indignados jóvenes, que han poblado plazas en España, pero que también han estado presentes en las huelgas anteriores en Francia, o en las manifestaciones de Grecia, o en el seno del movimiento antinuclear de Alemania… Son demandas reformistas que buscan mayor participación y control sobre el sistema.

Y todo ello con un denominador común: el de ser hijos o nietos (del pensamiento) de la socialdemocracia y por tanto participantes de sus planteamientos originales, y ahora de asentar también las nuevas bases de rostro humano de las economías de libre mercado.

Pero un libre mercado mucho más regulado, donde la ética y los principios morales tengan un claro significado social. Donde no sea posible que, en plena crisis, los 121 consejos de administración de las principales empresas de este País, por ejemplo, se repartieran el año pasado cuatrocientos millones de euros. Esto es inmoral. Y un sistema que permite estas cosas mientras manda o mantiene en el desempleo a cinco millones de personas, es sencillamente inasumible.

Estas son algunas de las cuestiones a las que necesitan responder el PSOE y su nuevo líder en España y la socialdemocracia en general en Europa.

El cabreo y la indignación de un amplio sector de la izquierda y de los sectores progresistas de este País y del resto de Europa es bastante evidente.

La de nuestro País la ha provocado este gobierno con su presidente a la cabeza por el giro copernicano dado a su política tras la reunión del ECOFIN en Mayo del año 2010.

Por eso, desde ahora les digo que si la sucesión o el relevo, va a consistir en seguir insistiendo en que esa ha sido la política adecuada, pueden ahorrarse el tiempo y el esfuerzo. Porque todo lo que no sea tomar clara y explícita distancia de las políticas llevadas a cabo en el último año por Zapatero en materia de recortes sociales, está llamado a repetir el fracaso del pasado día 22 de Mayo sea quien sea el que se presente como cartel electoral.

Y además, hay también toda una batería de propuestas de regeneración democrática, exigidas también en las concentraciones de indignados de nuestro País, que harían muy bien en empezar a poner en práctica como forma de que se visualizara un efectivo punto y aparte con la situación anterior.

De entrada es inasumible (máxime en época de recortes) que se mantengan la cantidad de coches oficiales y de gastos superfluos de las distintas administraciones.

O la vergüenza de que se considere compatible cobrar de los Presupuestos Generales del Estado más de ochenta mil euros al año, por parte de los ex presidentes de gobierno, a pesar de que cobren fichajes millonarios de empresas privadas para que, con su influencia, defiendan sus intereses.

Todas estas cuestiones y algunas más están entre las reivindicaciones de los jóvenes indignados. Pero que no se equivoque nadie, son demandas que seguramente comparten la inmensa mayoría de la sociedad.

Una nueva sociedad para el siglo XXI
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