viernes. 26.04.2024

Obituarios

Es difícil sustraerse a la realidad. Qué más quisiera uno. Pero, en ocasiones, no hay más remedio que escribir de muerte, convertir estas páginas en un obituarios. A uno le cuesta no señalar que, aquí al lado, en este mar que nos salva y nos separa de África, ha muerto un puñado de niños que ni siquiera sabían dónde iban. Pero han muerto. Dicen, cuentan, que han sido arrojados por la borda a un mar inhóspito y frío.
Es difícil sustraerse a la realidad. Qué más quisiera uno. Pero, en ocasiones, no hay más remedio que escribir de muerte, convertir estas páginas en un obituarios. A uno le cuesta no señalar que, aquí al lado, en este mar que nos salva y nos separa de África, ha muerto un puñado de niños que ni siquiera sabían dónde iban. Pero han muerto. Dicen, cuentan, que han sido arrojados por la borda a un mar inhóspito y frío.

Este diario lo cuenta porque no tiene otro remedio, porque considera que su misión es esa. Por muy desagradable que sea, por mucho que contarlo le convierta en un obituario. Mueren niños en ese estrecho y no somos capaces de hacer bromas sobre ello. Qué vamos a hacerle. Nos rompe el alma, aunque a algunos esa misma noticia les dé ocasión de hacer una broma, un verso divertido, ocasión para demostrar su capacidad de sátira.

Así que les confieso y me confieso que a mí, de verdad, lo que me gustaría es el comentario irónico y divertido. A mí me gustaría hacer bromas con el paro, con el despido, con la familia que no puede pagar la hipoteca y perderá el piso tan anhelado. Quitar dramatismo a las cosas que bastante tiene uno encima. Y no me sale.

Ojalá pudiera uno hablar de otras cosas. Pero, a la vista está, esto no es una broma: el IPC se dispara, el paro sube día a día, las familias se declaran en quiebra� Los sindicatos no saben por dónde tirar. Los políticos admiten que la economía va fatal.

No es que a uno le guste regodearse en el desastre. Es que el desastre nos alcanza. Vivimos tiempos difíciles y hay que reconocerlo. Hay que denunciar tiempos que amenazan el futuro. Y eso con la esperanza de que vendrán tiempos mejores, con la esperanza cierta de que seremos capaces de salir de ésta.

Uno cree que lo primero que hay que hacer es reconocer la realidad de las cosas. Y la realidad es la de los niños muertos en el estrecho, la de los tres millones de desempleados que nos amenazan. La de esas empresas que no resisten y cierran. La de una inflación que adquiere ya elementos de tragedia.

Mientras tanto, tendremos que escribir de niños arrojados al mar, de obreros en paro, de gentes que pierden su casa, de subidas de precios, de salarios insuficientes, de inmigrantes desesperados. De políticos corruptos... Y he reconocer que hablar de estas cosas no tiene maldita gracia.

Alfonsina Storni escribió unos versos que hoy quiero recordar:

Las palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,

pero por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.

Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda primavera que se esboza

es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo más que se deshoja!

Hermosas palabras que, en el fondo, son obituarios.

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