viernes. 26.04.2024

La milonga del cambio de modelo

NUEVATRIBUNA.ES - 11.9.2009...Sin embargo esta frase tan aparentemente inocua encierra tres falacias: 1) que la economía de una nación se elige a voluntad de los gobernantes, al igual que cuando chicos escribíamos la carta a sus Majestades los Reyes Magos. Sabemos que ambas cosas son mentira, tanto lo de los Reyes –los Magos, claro- y las del modelo.
NUEVATRIBUNA.ES - 11.9.2009

...Sin embargo esta frase tan aparentemente inocua encierra tres falacias: 1) que la economía de una nación se elige a voluntad de los gobernantes, al igual que cuando chicos escribíamos la carta a sus Majestades los Reyes Magos. Sabemos que ambas cosas son mentira, tanto lo de los Reyes –los Magos, claro- y las del modelo. En las economías, como la nuestra, donde el mercado y, sobre todo, el sólo mercado, se han instituido como un fetiche, un tótem al que hay que adorar, las posibilidades de cambiar la inercia de la economía son dimitidas, y más limitada es aún cambiar las estructuras sectoriales de un país, asentadas a lo largo de decenios, incluso de siglos. ¡Ya quisieran los gobiernos de cualquier signo poder cambiar de modelo! Es una forma de hablar nociva para la izquierda por las falsas ilusiones que crea entre sus posibles votantes, y muy conveniente para la derecha, para poder endilgar a la izquierda cuando gobierna las crisis y las recesiones en los ciclos, tal como hace el P.P. con toda su capacidad de mentira y de cinismo que aún atesora; 2) que además ese supuesto cambio de modelo sirva para combatir el paro.

En España, cualquier cambio de modelo de crecimiento que suponga pasar –por otra parte inevitable- del modelo especulación del suelo-construcción de vivienda a otro que aún no sabemos va a suponer un aumento del paro, porque es precisamente la construcción en el conjunto de sus modalidades el sector con más capacidad de crear empleo. Lo que se está produciendo actualmente es precisamente ¡un cambio de modelo! de un sector que ha agotado su rentabilidad privada a otros aún por determinar. Las condiciones del binomio mencionado –especulación del suelo/construcción- no se volverán a repetir: suelo especulable, desgravación por compra de vivienda, caída notable de los tipos de interés, aumento de la demanda. 3) la tercera falacia es que lo sea a corto, incluso a medio plazo. La variable tiempo es la gran olvidada de los que desde la ignorancia se atrevan a vaticinar o a criticar vaticinios (Sr. Rajoy) en la recuperación del empleo. En términos marxistas podríamos decir que la crisis actual se deriva del agotamiento de la rentabilidad de los capitales en un sector (construcción) y su búsqueda desesperada para encontrar nuevos sectores. En la Gran Depresión (1929) tardaron más de un lustro y al final sobrevino –en parte causada por ello- la II Guerra Mundial; en España el Plan de Estabilización (1959) sólo surtió efecto a partir de mediados de los años 60 (otro lustro); en Europa tardó algo menos por la ingente cantidades del Plan Marshall y la necesidad de una planificación forzada de la economía para salir del abismo de la guerra; en el Japón el cambio del modelo financiero basado en la palabra en las relaciones entre sistema financiero y economía productiva hasta llegar a otro donde el análisis del riesgo es prioritario ha ocasionado una década de estancamiento. Se podrían alargar los ejemplos con las decadencias de imperios como el romano, el español o el británico. Sólo las economías como la china actual donde se decide desde lo público que sectores y lugares se rigen principalmente desde la planificación y cuáles desde el mercado (un país, dos sistemas) pueden bracear en medio de la riada y seguir creciendo a ritmos parecidos a los anteriores de la crisis mundial. 

Por todo esto, yo diría que para España, para que la crisis inevitable sea lo más corta posible y por más paradójico que parezca, habría que seguir construyendo, y si no lo hace el sector privado desde el mercado que se haga desde lo público con un plan gigantesco de obra pública civil (M. de Fomento), aunque tengamos que endeudarnos -aún tenemos margen en términos comparativos- hasta llegar al 70% de deuda pública sobre PIB desde el probable 55% a final de año (150.000 millones de euros), para pasar a su amortización acelerada cuando lleguen las vacas orondas; vacas que llegarán antes si se compensa la caída de la demanda agregada a través del gasto público. Y esto porque, repito, es el sector de la construcción el de mayor elasticidad inversión/empleo. 

El otro gran sector a potenciar sería el de las obras sociales, bien sea a través de la ley de la dependencia o con la reforma de esta, por el mismo motivo que el anterior: gran elasticidad gasto/empleo1. Es verdad que aquí hay que contar con la capacidad de boicot del P.P. en las comunidades autónomas allí donde gobierna. Una sugerencia sería la de llevar acabo los servicios sociales directamente desde la Administración Central del Estado. 

El tercer gran problema de la economía española a corto, medio y quizá  largo plazo es la escasa participación de lo público en el conjunto del PIB comparado con los países de nuestro entorno y, sobre todo, con los países más desarrollados, es decir, los países nórdicos. Mientras no lleguemos a una participación del 40% de lo público en el PIB y esto se mantenga durante al menos una década -unos 50.000 millones de euros más de presupuesto marginal-, nunca se podrá consolidar nuestro precario Estado de Bienestar. Para ello es necesario una reforma fiscal y, sobre todo, una lucha denodada contra el fraude fiscal. Según estudios ya no recientes, nuestro nivel de fraude era entorno al 20% de la deuda tributaria potencial. Si eso es así, nuestro nivel de fraude estaría entorno a los 70.000 millones de euros, es decir, lo suficiente para llegar a ese 40% de lo público/PIB. Si nada de lo anterior es erróneo o es, al menos, aproximadamente cierto, ya saben lo que tienen que hacer la izquierda parlamentaria no gubernamental y los sindicatos: reivindicar –y dando ejemplo, claro- una lucha hercúlea contra el fraude fiscal y en las cotizaciones que nos ponga en menos de una década a nivel de los países más avanzados. Se puede hacer porque otros lo han conseguido y nosotros no somos diferentes, sobre todo con el código penal en la mano. 

También se hablan en los mentideros de otras cosas: aumentar la productividad, cambiar el modelo educativo, aumentar la inversión y la innovación. Tienen todos el mismo carácter que lo del cambio de modelo: palabras espurias, cartas a los Reyes Magos, términos goethianos2 que sustituyen conceptos por sonidos; todo como si el gobierno pudiera hacerlo con una varita mágica, hacerlo a corto plazo y que suponga crear empleo, claro está, también a corto plazo. Todas esas cosas son fruto de décadas de perseverar en ellas desde lo público, porque desde el sólo mercado, ni los países nórdicos, ni Alemania o Francia lo han conseguido. Además, muchas de ellas –el aumento de la productividad- son contraproducentes para el empleo al menos a corto plazo: la prueba es que en estos dos últimos años ha aumentado la productividad de la economía española por dos motivos: porque ha aumentado el paro y no ha disminuido el PIB en la misma proporción; porque lo ha hecho precisamente en el sector inevitablemente menos productivo: la construcción. Lo de la innovación es otra palabra mágica que el que la pronuncia queda muy schumpeteriano aunque no haya leído a Schumpeter, pero que tiene efectos a medio o largo plazo, porque debe traducirse a todos los sectores de la economía y se basa en decisiones desagregadas de miles de ejecutivos y ejecutivillos, empresarios o simples capataces. Y este es precisamente unos de los cuellos de botella de la economía española: la escasa preparación técnico-científica de los que tienen que tomar las grandes decisiones empresariales. La mayoría de ellos tienen –si la tienen- una formación jurídica y algunos chapurrean un poco el inglés, pero de ahí no pasan. Uno de los problemas de España ha sido siempre que los que saben no deciden y los que deciden no saben. ¡Es urgente un informe PISA para empresarios, ejecutivos y capataces! 
      
Me centraré ahora en otro gran problema de la economía española además de los apuntados: la desigual distribución de la renta y la riqueza en términos comparativos con los países más desarrollados de Europa y la escasa influencia que tiene lo público para mejorarla.  


Portal de Eurostat
 
El cuadro anterior expresa ambas cosas: 1) en la columna A representa un cociente entre el porcentaje de la población de más alta renta (el 20% de ella) y el porcentaje de la población que tiene el 20% de la renta más baja. Su cociente expresa el grado de desigualdad entre ambos quentiles, y cuanto más alto sea, mayor es la desigualdad. Pues bien, para España esa ratio es de 5,3, una de las más altas, sólo superada por Reino Unido (5,5), Italia (5,5), Grecia (6) y Portugal (6,5). Es decir, cuanto más pobres más desiguales, o visto desde el otro lado, cuanto más desiguales, más pobres. A la cabeza de la igualdad están los países nórdicos: a más igualdad, más desarrollo. ¿Cómo es que hay gente, incluso catedráticos como el Sr. Montoro, que dicen que la desigualdad es un factor de crecimiento? ¿Cómo obtendrán las cátedras algunos? 
      
Pero ahí no acaba la cosa, porque las columnas B y C representan, respectivamente, el porcentaje de población en situación de pobreza (at-risk-of-poverty) antes de las transferencias sociales y después. La columna D representaría por tanto el esfuerzo que desde lo público se hace para combatir la desigualdad. Aquí de nuevo estamos a la cola, con los países nórdicos a la cabeza y con unas diferencias notables entre unos y otros, que van desde los 4 puntos para España hasta 16 y 17 puntos para los nórdicos. ¡Es decir, combatir la pobreza y la desigualdad es la mayor inversión que se puede hacer para el desarrollo! Se necesita una reforma fiscal urgente y que paguen más los que más tienen. Para conseguir esto nada de pactos con la derecha o con la patronal; en mi opinión esto sólo es posible con una alianza entre la izquierda realmente existente y los sindicatos. 

1) En este caso podemos llamarlo gasto directamente.

2) “Cuando falta un concepto allí va una palabra a sustituirla”, Goethe.

Antonio Mora Plaza - Economista.







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