viernes. 26.04.2024

Habrá elecciones anticipadas en otoño

nuevatribuna.es | 10.01.2011Desde el Gobierno se insiste en que se agotará la legislatura. Pase lo que pase con la economía y pase lo que pase en las autonómicas y municipales de la primavera. No creo que ocurra eso. Por el contrario considero que tanto la economía como la política originarán una crisis política capaz de obligar a las elecciones anticipadas para el próximo otoño.

nuevatribuna.es | 10.01.2011

Desde el Gobierno se insiste en que se agotará la legislatura. Pase lo que pase con la economía y pase lo que pase en las autonómicas y municipales de la primavera. No creo que ocurra eso. Por el contrario considero que tanto la economía como la política originarán una crisis política capaz de obligar a las elecciones anticipadas para el próximo otoño. La estrategia de aguantar el chaparrón y esperar tiempos mejores no creo que resista. Valdría más ser conscientes de la situación, preveer la debacle y empezar a poner los cimientos de la recuperación democrática aprovechando las oportunidades del poder. Trataré de explicarme.

Según todos los indicios, la derrota socialista en las próximas elecciones puede ser histórica. Y cuando utilizo la acepción socialista incluyo en ella no solo la derrota del partido socialista sino la de la alternativa progresista en general. Si tal ocurre no valdrá para nada los éxitos de este gobierno y los del estado de bienestar en general, sobre los que no me extiendo por haberlo escrito en un artículo reciente. Quien tenga dos dedos de frente o una mínima capacidad crítica o intelectual pensará que prefiere el actual estado de cosas a la perspectiva del vendaval derechista con Rajoy y los agirresconis a la cabeza. La cuestión está en que quienes así piensen son una minoría incapaces de frenar lo que se nos viene encima. La principal razón es la ofuscación general que sufre la población dentro de una crisis tremenda que les impide ver más allá de sus narices y que les llevará al suicidio colectivo votando en contra de sus intereses para dejar al frente de España a quienes se lo pondrán mucho peor.

¿En qué me baso para semejante razonamiento? Pues muy sencillo. Si los resultados se producen tal como vaticinan los agoreros, con pérdidas de capitales como Barcelona o Sevilla y de autonomías como Andalucía o Castilla la Mancha, que nadie piense que el vendaval conservador se parará ahí. Surgirán cientos de voces reclamando la caída del gobierno legítimo para vengarse de la experiencia de 1931. E insisto en el verbo, vengarse. Quizás parezca muy fuerte pero así lo siento con la simple apreciación de esa ofuscación colectiva que deja en bandeja a la confederación de derechas recuperar décadas de años perdidos. De las muchas ideas dominantes, que la izquierda no sabe contrarrestar entre los votantes, se ha extendido una idea cuasi feudal de que “tienen que gobernar los que saben”. Y ¿quién sabe? La respuesta es sencilla: los de siempre, los que nos van a librar de estos incompetentes.

Ya he escrito en otras ocasiones que España en general y sobre todo la derecha social no ha superado la Guerra Civil aunque suene a anacronismo histórico. Estoy convencido de que tal aseveración no sirve para cualquier mente progresista, liberal o simplemente moderna. Por el contrario ocurre que como consecuencia de la dichosa crisis aquí le das una patada a una piedra y te parece un derechista confederado repitiendo las mismas barbaridades que se lee en cualquier hemeroteca de los años treinta. ¡Y estamos en el 2011 dentro de un mundo globalizado, con España en la OTAN y en la Europa del euro!

Yo no soy ni he sido fumador. Pero basta meterse en cualquier conversación a propósito de la ley que prohíbe su consumo para escuchar cómo la gente coge el rábano por las hojas y empieza hablando del error político de sacar una ley prohibitiva para acabar cayendo en la estrategia del PP de hacer abstracción de la crisis internacional y echarle la culpa al gobierno de no dar una a derechas, nunca mejor escrito, y llevar a España a la ruina. La ruina es la que nos espera cuando los aguirresconis tengan cuatro, o a lo peor más años, para dejar el estado de bienestar que no lo reconozca ni la madre que lo parió. Cuando escucho a tertulianos, seguramente buenos fumadores, aprovechar el verbo prohibir para recordar algunas técnicas de la Inquisición, se me ponen los pelos de punta, no sé si por la ofuscación colectiva o por el miedo que me entra. Con la que está cayendo ¿a quién se le ocurre sacar semejante ley que solo se apreciará desde la derrota?

Lamento tener esta impresión y lo que más deseo es equivocarme. Como siempre, espero que los lectores no estén de acuerdo y puedan polemizar aprovechando la oportunidad de Nueva Tribuna.

José Luis Egido.

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