viernes. 26.04.2024

Hablemos del Partido Popular

El PP ha experimentado en los tres años largos de Gobierno un desgaste constante en la intención de voto...

Con escasa fortuna, algunos llevamos tiempo alertando de la estrategia diseñada por el Partido Popular, sustentada por una capacidad de complicidad mediática que monopoliza la atención ciudadana, consistente en poner el foco sobre cualquier problema que afecte a sus adversarios políticos, manteniendo así en la sombra los suyos propios y su evidente crisis. Es difícil negar que la táctica de Mariano Rajoy, indemne a las caricaturas del hombre tumbado que fuma un puro, va teniendo réditos positivos en un país que repite como una máxima de la sabiduría popular aquel proverbio chino, que aconsejaba sentarse a la puerta de la casa para esperar ver el cadáver del enemigo flotando por el río. En esa imagen se echa en falta, sin embargo, el complemento del cuadro: la casa amenaza ruina, el río se desborda, y amenaza con arrastrar al hombre sentado en la silla.

El Partido Popular ha experimentado en los tres años largos, demasiado largos, de Gobierno con mayoría absoluta un desgaste constante en la intención de voto, superior al de cualquier otro partido. Todo parece indicar que la curva descendente se ha contenido hasta marcar un suelo que no garantizaría en cualquier caso la reproducción de un Gobierno aislado en el Parlamento. Es normal que en los gabinetes que estudian en la calle Génova las expectativas concentren ahora la preocupación en el efecto de onda expansiva que pueden suponer las elecciones andaluzas. La lectura es pesimista. Resultará casi imposible ocultar el hecho de que se va a pasar de ser el partido ganador-perdedor -como consecuencia del acuerdo PSOE-IU- a partido perdedor, incluso en algunas de las capitales de provincia donde hasta ahora la hegemonía era absoluta. El PP, por si acaso, insinúa ya la posibilidad de ser perdedor-ganador con la oferta a Susana Díaz de ser respetuoso con la regla de que forme gobierno el partido más votado. Atentos al mensaje, por su proyección más allá de Andalucía…

La segunda preocupación del PP, la causa del calendario electoral, es el futuro de dos Comunidades en las que ha gobernado con comodidad, con la sensación de impunidad derivada: Valencia y Madrid. La parsimonia con la que Mariano Rajoy está gestionando la designación de candidatos exaspera las ambiciones de políticos con nombres y apellidos, pero se beneficia de las incertidumbres en las filas de la oposición, la tradicional y la emergente. La casi segura designación de Ángel Gabilondo en Madrid como candidato del PSM es posible que altere los planes populares y se busque un rostro nuevo, sin las máculas de Ignacio González. Las apuestas se dividen entre Cristina Cifuentes y Pablo Casado. Pero de nuevo, el dedo de Rajoy permanece inmóvil.

A todas estas, ha surgido una nueva preocupación en las filas populares que tratan ahora de medir con finura: Ciudadanos. Su horquilla de votos, según encuestas, oscila entre el cuatro y el doce por ciento. Demasiada incertidumbre como para especular razonablemente. En todo caso, se trata de una oferta política que compite directamente en el territorio del centro con un mensaje bipolar que mira a la izquierda y a la derecha moderadas, y que se ha convertido en un nuevo polo de atracción para los medios informativos, un tanto cansados ya de la sobreexposición de los líderes de Podemos.

Si sumamos a estas preocupaciones citadas la convicción de la irrelevancia del Partido Popular en Cataluña y Euskadi, no debe sorprendernos el esfuerzo de los hombres y mujeres de Arriola por hacer fijar la mirada –hasta ahora con éxito- en las vicisitudes ajenas. Como ya son muchos los que ejercitan su pluma y su palabra en diseccionar cada movimiento en la izquierda, sirvan estas líneas de llamada de atención sobre la fruición con la que se observa el panorama desde el bastión de la derecha. Y, de paso, no nos hagamos trampa en el solitario.

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