lunes. 29.04.2024

Gaza, año 1430

El club de fans de Ben Gurion ya estará preparando una batería de coartadas para intentar justificar lo injustificable: la serie de ataques supuestamente selectivos que ha provocado ya cientos de muertes en la franja de Gaza, una prisión a cielo abierto en donde se hacina un millón de palestinos.Hoy, lunes, se inicia el año nuevo musulmán, el 1430 después de la Hégira.

El club de fans de Ben Gurion ya estará preparando una batería de coartadas para intentar justificar lo injustificable: la serie de ataques supuestamente selectivos que ha provocado ya cientos de muertes en la franja de Gaza, una prisión a cielo abierto en donde se hacina un millón de palestinos.

Hoy, lunes, se inicia el año nuevo musulmán, el 1430 después de la Hégira. Mientras la opinión pública se cruza de brazos, como se cruzó casi setenta años atrás ante el escalofriante ghetto de Varsovia o antes y durante el apartheid surafricano, los inocentes caen a manojitos, aunque algún que otro culpable les acompañe en ese último viaje: el asedio a Gaza es anterior a la irresistible ascensión de Hamás, el acrónimo de Harakat al-Muqáwama al-Islamiya y que podría traducirse como Movimiento de Resistencia Islámico.

Más allá de los bombardeos sobre Ciudad de Gaza, Jan Yunis y el Paso de Rafá, nadie sabe hasta dónde puede aplicarse aquí el concepto de invasión y el de resistencia, el de guerra y el de guerrilla. Lo que está claro es que aquí estamos hablando del terrorismo de Estado que practica Israel y del terrorismo pedestre de un sector de la población árabe de la zona. Y lo peor de todo ello se ve reflejado en la vida cotidiana: largos meses de estado de sitio y cierre de fronteras han provocado que falten medicamentos y comida, que se racione la electricidad o el gas, a fin de hacerle purgar a Gaza su protagonismo durante la primera y la segunda intifada.

Por más que cualquier experto en Oriente Próximo califique como desproporcionada la ofensiva israelí, la izquierda exquisita y la derecha de siempre empezará a urdir una batería de justificaciones, empezando por la ruptura de la tregua anunciada por Hamás, que no sólo respondía a su sed de sangre sino a la desesperación de los palestinos que, mal que bien, les votaron mayoritariamente en las legislativas de 2006, aunque paradójicamente se le impidió concurrir a la carrera para la presidencia de la Autoridad Palestina. Si a escala mundial somos muchos quienes no simpatizamos con los métodos de esta organización, menos agrado nos producen aquellos que, aquí y allá, pretenden implantar democracias a la medida, en donde los votos sólo son legítimos si favorecen a una opción domesticada y que pueda plegarse a las hojas de ruta de las buenas intenciones que, hoy por hoy, no parecen conducir a nada.

¿Cómo se puede medir por igual la violencia estúpida de Hamás, con misiles de fabricación casera, y con el mismo rango el poder militar de Israel, toda una maquinaria de guerra con presupuestos millonarios y aliados poderosos? No sólo lo ha hecho el ministro español de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, consciente quizá de que la búsqueda de un equilibrio imposible pero políticamente correcto supone la única salida para este callejón.

Tras los ataques israelíes del fin de semana, Hamás replicó con el lanzamiento de veinte cohetes de mortero Kasam, que provocaron el lamentable asesinato de una mujer en la localidad israelí de Netivot, frente a otros lamentables trescientos cadáveres del lado palestino: calles llenas de muertos, entre ellos numerosos menores a quienes los servicios de inteligencia se apresuraron a calificar como terroristas islámicos.

Según un informe del Centro Israelí de Información para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados B�TSELEM , entre junio de 2004 y hasta el final de 2007, justo antes de que se acordara la tregua, once civiles israelíes y cinco palestinos murieron a causa de ataques con misiles Kazam lanzados desde Gaza, tan imprecisos que ponen en riesgo a la población civil aunque persigan objetivos militares. Todo un crimen de guerra, claro es, ya que “las organizaciones palestinas que disparan cohetes Qassam declaran abiertamente que se proponen golpear, entre otros objetivos, civiles israelíes”.

Pero no sólo cabe responsabilizar de estas prácticas a Hamás y a su brazo armado, las Brigadas del mártir Izzadine Al Qassam, un nido de suicidas. La mano dura se extiende a militantes de otros grupos como Yihad Islámico Palestino (YIP) o las Brigadas de los Mártires al-Aksa e incluso organizaciones próximas a los moderados de Al Fatah. Pero si con tales prácticas todos ellos violan claramente el Derecho Internacional Humanitario y la IV Convención de Ginebra, ¿qué cabe decir de la respuesta del gobierno israelí de Ehud Olmert, con el respaldo explícito de Canadá y de Estados Unidos, con la administración Bush despidiéndose a lo grande? En dicho cómputo siniestro no sólo cabe registrar los difuntos y los heridos del pasado fin de semana a quienes me resisto a calificar como “bajas” porque en su mayoría no son soldados sino civiles. En los últimos ocho años, según datos oficiales, han muerto 430 civiles israelíes en los diversos atentados y acciones terroristas llevados a cabo por todas las organizaciones de la resistencia palestina, incluyendo a grupúsculos claramente mafiosos. Pero en ese mismo periodo, las Fuerzas Israelíes de Ocupación han asesinado a más de 5.000 civiles palestinos, entre ellos casi 900 niños. Según otro informe publicado por The Independent, durante la llamada “Operación Lluvia de Verano”, en el verano de 2006, cayeron 153 palestinos, de los que 96 fueron civiles desarmados y al menos 31 eran niños. Otros 68 menores encontraron la muerte en la franja de Gaza entre el 30 de junio de 2007 y el 30 de junio de 2008. Y apenas nos enteramos de tales sucesos.

Al menos, en aquella fecha, en Israel no había elecciones a la vuelta de la esquina. Ahora, corremos el riesgo de que en la campaña de dichos comicios no sólo se usen videoclips y paneles publicitarios, sino una larga escalada de masacres. ¿Acaso los europeos somos simples espectadores, una especie de Suiza a lo grande, que mira los toros desde la barrera? Nicolás Sarkozy, como presidente de la Unión Europea, ha reclamado a Israel que cese la carnicería. ¿Podemos hacer algo más? Y, lo peor que cabe preguntarnos: ¿queremos hacerlo? Ni siquiera seremos capaces de vetar su presencia en Eurovisión mientras suenen, como canciones de moda, estas siniestras marchas militares.

Juan José Téllez
Escritor y periodista

Gaza, año 1430
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