21 de septiembre de 2010, 15:44
NUEVATRIBUNA.ES - 16.11.2009
Galopaban y cortaban el viento Francisco Camps y Rita Barberá, a bordo de un Ferrari en la España de los casi cuatro millones de parados. ¿Se lo habría regalado también El Bigotes?, debiera preguntarse el ciudadano perplejo ante esa estampa indecente. ¿Van a usar la velocidad de Fernando Alonso para sacarnos de la crisis o van definitivamente a estrellarnos si salimos de las llamas actuales y caemos en sus futuras brasas?.
El mismo partido que la semana anterior criticaba a José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, por comer jamón y hacerle publicidad a tan racial producto en la feria del turismo de Londres, se paseaba en régimen de escudería por el circuito valenciano con una sonrisa altanera propia del personaje que interpretara Jack Palance en “El hombre que mató a Liberty Valance”.
El maestro Adolfo Sánchez Vázquez ya corrigió en su día el viejo aserto de que la mujer del César no sólo tiene que ser honrada sino además parecerlo y le enmendó la plana a Nicolás Maquiavelo al deducir que la ética y la estética no son indivisibles sino necesariamente complementarias, el ying y el yang de cualquier sistema que persiga la justicia.
Malos tiempos, sin embargo, para la lírica y para la épica. Esta es una crisis rara que empuja a la clase media que no tiene trabajo a los comedores de caridad y a la clase media que lo tiene a guardar los ahorros en un calcetín y no alimentar la noria del consumo que pudiera sacarnos de la crisis.
Mientras el Gobierno financia la falta de liquidez de la banca, esta prefiere gastarse los cuartos en apadrinar la Fórmula 1 en lugar de hacer circular los créditos entre las familias, los autónomos y las pequeñas y medianas empresas. Agotadas las ideas, parece como si nos hubiéramos resignado a esperar a salir de la recesión más tarde que temprano como si fuera una cuarentena inevitable.
La izquierda que gobierna parece como que se le hubieran agotado las ideas y la derecha que espera gobernar no hace más que darle una vuelta de tuerca a las mismas ideas de siempre: la reforma del mercado laboral, sin aclarar nunca en qué condiciones habría que reformarlo.
Mientras la ciudadanía aguarda a la intemperie a que pase el temporal, los casos de corrupción consustanciales a los sistemas en los que los medios de comunicación pueden más o menos libremente denunciar la corrupción, transmiten una perversa imagen de este sistema que puede alejar de las urnas y dejar en casa al voto progresista.
Pero si yo fuera de derechas, que dudo que lo sea nunca dado lo conservador de mi carácter, me apesadumbraría constatar que el caso Gürtel o los que se acumulan en el imaginario del PP –desde Naseiro al tamallazo—nunca le pasen factura en los comicios. ¿Querría eso decir que los votantes populares disculpan dichas trapisondas como una simple travesura infantil?
No quisiera creerlo, por el bien del sistema. Me gustaría pensar que simplemente confían en que el pacto por la transparencia que ahora pregona Mariano Rajoy sin agotar las vías ya existentes en su partido para castigar los indicios de corrupción, no resulte mortalmente atropellado por el ferrari de Camps en la primera curva del camino.
Juan José Téllez es escritor y periodista, colaborador en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Fundador de varias revistas y colectivos contraculturales, ha recibido distintos premios periodísticos y literarios. Fue director del diario Europa Sur y en la actualidad ejerce como periodista independiente para varios medios. En paralelo, prosigue su carrera literaria como poeta, narrador y ensayista, al tiempo que ha firmado los libretos de varios espectáculos musicales relacionados en mayor o menor medida con el flamenco y la música étnica. También ha firmado guiones para numerosos documentales.
> Blog de Juan José Téllez
Galopaban y cortaban el viento Francisco Camps y Rita Barberá, a bordo de un Ferrari en la España de los casi cuatro millones de parados. ¿Se lo habría regalado también El Bigotes?, debiera preguntarse el ciudadano perplejo ante esa estampa indecente. ¿Van a usar la velocidad de Fernando Alonso para sacarnos de la crisis o van definitivamente a estrellarnos si salimos de las llamas actuales y caemos en sus futuras brasas?.
El mismo partido que la semana anterior criticaba a José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, por comer jamón y hacerle publicidad a tan racial producto en la feria del turismo de Londres, se paseaba en régimen de escudería por el circuito valenciano con una sonrisa altanera propia del personaje que interpretara Jack Palance en “El hombre que mató a Liberty Valance”.
El maestro Adolfo Sánchez Vázquez ya corrigió en su día el viejo aserto de que la mujer del César no sólo tiene que ser honrada sino además parecerlo y le enmendó la plana a Nicolás Maquiavelo al deducir que la ética y la estética no son indivisibles sino necesariamente complementarias, el ying y el yang de cualquier sistema que persiga la justicia.
Malos tiempos, sin embargo, para la lírica y para la épica. Esta es una crisis rara que empuja a la clase media que no tiene trabajo a los comedores de caridad y a la clase media que lo tiene a guardar los ahorros en un calcetín y no alimentar la noria del consumo que pudiera sacarnos de la crisis.
Mientras el Gobierno financia la falta de liquidez de la banca, esta prefiere gastarse los cuartos en apadrinar la Fórmula 1 en lugar de hacer circular los créditos entre las familias, los autónomos y las pequeñas y medianas empresas. Agotadas las ideas, parece como si nos hubiéramos resignado a esperar a salir de la recesión más tarde que temprano como si fuera una cuarentena inevitable.
La izquierda que gobierna parece como que se le hubieran agotado las ideas y la derecha que espera gobernar no hace más que darle una vuelta de tuerca a las mismas ideas de siempre: la reforma del mercado laboral, sin aclarar nunca en qué condiciones habría que reformarlo.
Mientras la ciudadanía aguarda a la intemperie a que pase el temporal, los casos de corrupción consustanciales a los sistemas en los que los medios de comunicación pueden más o menos libremente denunciar la corrupción, transmiten una perversa imagen de este sistema que puede alejar de las urnas y dejar en casa al voto progresista.
Pero si yo fuera de derechas, que dudo que lo sea nunca dado lo conservador de mi carácter, me apesadumbraría constatar que el caso Gürtel o los que se acumulan en el imaginario del PP –desde Naseiro al tamallazo—nunca le pasen factura en los comicios. ¿Querría eso decir que los votantes populares disculpan dichas trapisondas como una simple travesura infantil?
No quisiera creerlo, por el bien del sistema. Me gustaría pensar que simplemente confían en que el pacto por la transparencia que ahora pregona Mariano Rajoy sin agotar las vías ya existentes en su partido para castigar los indicios de corrupción, no resulte mortalmente atropellado por el ferrari de Camps en la primera curva del camino.
Juan José Téllez es escritor y periodista, colaborador en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Fundador de varias revistas y colectivos contraculturales, ha recibido distintos premios periodísticos y literarios. Fue director del diario Europa Sur y en la actualidad ejerce como periodista independiente para varios medios. En paralelo, prosigue su carrera literaria como poeta, narrador y ensayista, al tiempo que ha firmado los libretos de varios espectáculos musicales relacionados en mayor o menor medida con el flamenco y la música étnica. También ha firmado guiones para numerosos documentales.
> Blog de Juan José Téllez