viernes. 26.04.2024

De sindicalistas, liberales y líneas rojas

NUEVATRIBUNA.ES - 27.7.2009...Destacados dirigentes "populares" han salido en tromba a justificarle y a desmentir de paso que ellos hubieran sido los inductores de su intransigencia. Lo más suave que se ha escuchado es el calificativo de "delirante" aplicado por Cristóbal Montoro a los reproches de Zapatero. Lo más duro ha sido el término "antidemocrático" utilizado por Mariano Rajoy para referise a la reacción del Ejecutivo tras la ruptura.
NUEVATRIBUNA.ES - 27.7.2009

...Destacados dirigentes "populares" han salido en tromba a justificarle y a desmentir de paso que ellos hubieran sido los inductores de su intransigencia. Lo más suave que se ha escuchado es el calificativo de "delirante" aplicado por Cristóbal Montoro a los reproches de Zapatero. Lo más duro ha sido el término "antidemocrático" utilizado por Mariano Rajoy para referise a la reacción del Ejecutivo tras la ruptura. Y lo más cómico ha sido la retahíla de insultos dirigidos contra el presidente por Esperanza Aguirre: "sindicalista, retrógrado, piquetero". La coma detrás de "sindicalista" se corresponde con la pausa que la presidenta hizo en su declaración. Quizá sólo estaba tomando aire. O quizá su notoria enemistad con los sindicatos le han llevado finalmente a considerar que militar en uno de ellos es un defecto digno de ser reseñado para resaltar la baja calidad humana de un ciudadano.

Pero lo más grave no lo encontrarán en ninguno de estos apelativos. Lo peor de todo es que Rajoy, Montoro y Aguirre culpan del fracaso a las “líneas rojas” que el Gobierno impuso en la negociación, es decir, temas como la reforma laboral que no estaba dispuesto a discutir. Montoro y Aguirre han ido un paso más allá y han defendido, como lo haría el mismísimo Gerardo Díaz Ferrán, reformas estructurales, es decir, la reforma laboral como fórmula para combatir la crisis y el desempleo.

Si tan claro está que esa es la fórmula mágica, ¿por qué el Gobierno se empecina en rechazarla? ¿Por qué tanta maldad? ¿Será tal vez porque lo que pretenden el PP y la CEOE es que haya más gente trabajando a costa de que los salarios sean más bajos, de que no existan barreras económicas y administrativas para despedir y de que los que se queden sin empleo no tengan siquiera el derecho a una indemnización decente que les compense de la pérdida de su fuente de ingresos? No es que la fórmula tenga trampa. Es que está cargada con kilos de material explosivo contra la normativa laboral que nos ampara.

A raiz de la ruptura del diálogo social, he escuchado esta reflexión: "es imposible combatir el desempleo entre los jóvenes mientras el mercado laboral esté blindado para los que ya tienen trabajo, mientras poner en la calle a trabajadores en activo tenga un coste tan engorroso para las empresas como el que acarrea en la actualidad". Si querían un ejemplo claro de retorcida manipulación, ya lo tienen. Lo que los autores de esta argumentación quieren decir en realidad es que rebajando las condiciones existentes para despedir o tachándolas de un plumazo, será posible contar con una mano de obra más abundante y barata, sin derecho al pataleo y renovable a conveniencia del empleador. ¡Todo un hallazgo empresarial! Sin duda una nueva generación de esclavos, jóvenes eso sí, resolvería muchos problemas.

El Gobierno, hasta ahora, ha conseguido contener la marea del liberalismo salvaje y desbocado negándose a poner estos temas sobre la mesa. Preocupa un poco que Cristóbal Montoro, después de arremeter contra Zapatero, citara como ejemplo a seguir a uno de los miembros de su equipo: la mano derecha de la vicepresidenta Salgado, José Manuel Campa, uno de los firmantes del manifiesto a favor de la transformación de los contratos fijos en temporales con descenso de la indemnización por despido. Desde nuevatribuna.es ya hemos comentado otras veces la contaminación "liberal" de los más altos escalones de la Administración. Esperemos que, a pesar de todo, la presa resista. Y, si apuntalarla significa ser sindicalista, sea, señora Aguirre. Y a mucha honra.

De sindicalistas, liberales y líneas rojas
Comentarios