viernes. 26.04.2024
Pigmalión | Jean-Baptiste Regnault 1786, Musée National du Château et des Trianons | Versalles Francia

Una expectativa es una suposición sobre el futuro, que puede o no ser realista. Así pues, las expectativas son creencias personales sobre los sucesos que pueden ocurrir o no, de cara al futuro, anticipaciones basadas en aspectos subjetivos y objetivos. Las expectativas se desarrollan a partir de una combinación de nuestras experiencias, deseos y conocimiento del entorno o de las personas que nos rodean.

La principal función de las expectativas es que estemos preparados para la acción. Si nos anticipamos a lo que pueda ocurrir, podemos preparar un plan de acción para que lo venidero no nos pille por sorpresa. Las expectativas nos ayudan a prepararnos mentalmente para el futuro. De hecho, la mayoría de nuestras decisiones no se basan exclusivamente en los datos objetivos, sino en las expectativas que albergamos sobre los resultados de esas decisiones. Por tanto, las expectativas se convierten en una especie de brújula interior.

El gran psicólogo infantil Jean Piaget señaló que los niños pequeños tienen dificultades para distinguir entre el mundo subjetivo que crean en su mente y el mundo externo y objetivo. Piaget descubrió que los niños suelen creer que sus pensamientos pueden hacer que las cosas sucedan. Piaget denominó a este fenómeno “pensamiento mágico” y pensó que todos lo superamos alrededor de los 7 u 8 años. Sin embargo, lo cierto es que en la adultez seguimos teniendo diferentes formas de pensamiento mágico. 

Además, tenemos la tendencia a depositar nuestras esperanzas de felicidad en las expectativas cumplidas. O sea, creemos que seremos felices si lo que esperamos o deseamos se cumple. Y si no ocurre, creemos que seremos profundamente infelices. Ese tipo de pensamiento posterga la felicidad, hipotecándola a una probabilidad.

El verdadero problema de las expectativas radica en esperar que algo suceda sin tener buenas razones para ello. Si creemos que el simple hecho de albergar ciertos deseos hará que ocurran, estamos alimentando un pensamiento mágico y sentando las bases para la decepción y nos olvidamos de que nuestras expectativas a menudo solo reflejan un deseo o una probabilidad, a menudo poco probable, de que algo ocurra. Además, cuando las expectativas incumplidas involucran el “fracaso” de otras personas para comportarse de la manera en que esperamos, a la decepción se le suma el resentimiento, especialmente en la vida política. Deshacernos de las expectativas es complicado, es necesario desterrarlas de nuestro mundo psicológico aprendiendo a distinguir entre las expectativas realistas y aquellas poco realistas.

Las expectativas psicosociales son categorías psíquicas que engloban la potencia, el poder y el deseo de las personas para lograr sus objetivos, metas y proyectos de vida a nivel personal y grupal. Mientras más intenso el planteamiento de las expectativas más dinámica es la vida psíquica y social. La dinámica de la construcción de las expectativas tiene como primera fuente la personalidad. Es así como desde los ejes de la personalidad y los tiempos en los que se conforman las expectativas, tendríamos el siguiente proceso de construcción de estas.

En la mitología griega Pigmalión fue un famoso escultor que terminó enamorándose locamente de una de sus esculturas, en concreto de su obra llamada Galatea. Tal fue el amor que sentía hacia ella que la diosa Afrodita, muy conmovida por el deseo de Pigmalión y empujada por su compasión, finalmente le otorgó vida a la escultura, transformando a Galatea en un ser humano, la convirtió en una mujer de carne y hueso.  Más tarde Pigmalión se casó con ella y fruto de su amor, nació su hija Pafo. La expectativa cargada de deseo se hizo finalmente realidad.

El efecto Pigmalión o profecía autocumplida, es un término que en psicología se utiliza para referirse al fenómeno por el cual las expectativas que posee una persona influyen directamente en las conductas, en el rendimiento y en los resultados de otra, bien de una manera positiva o bien de una manera negativa. Cuando las expectativas, proceden del propio individuo hacia sí mismo, se denomina efecto Galatea.

Investigaciones recientes en neurología, están descubriendo que el cerebro tiende a decidir en función de lo que cree, no de lo que ve. Es decir, vemos el mundo según creemos que hay que verlo. La construcción del personaje del candidato político y el manejo de su imagen ayuda al político a ser exitoso en campaña. Tanto en cine como en teatro, se ha abordado el tema de la construcción de imagen. Por ejemplo, en "My fair lady", se enuncia el Efecto Pigmalión. En su trama se muestra como la protagonista, quien parte de ser una humilde vendedora de flores, sin modales ni buenas costumbres, es instruida por un caballero que la moldea y refina hasta producir que se muestre al paso de poco tiempo como toda una dama, capaz de brillar en sociedad. Parece existir una gran fuerza de autosugestión en nuestro subconsciente, capaz de convertir en realidad nuestras obsesiones, temores profundos y deseos fundamentales, a través del acomodamiento de circunstancias que facilitan esa cristalización.

El efecto Pigmalión, en política, aparece cuando el acceso masivo a datos, información y campañas propagandísticas logra sacar de contexto a los candidatos y los sustrae de la realidad cotidiana, confiriéndoles atributos abstractos ante la percepción de los demás, presentando a los candidatos como sujetos con rasgos éticos, con talento y con conducta ejemplar. La supremacía de los partidos políticos se ve de esta manera superada por una sociedad, que no milita y no participa en ellos, prefiriendo personajes carismáticos como modelo a seguir y así otorgarles el poder de dirigir una comunidad necesitada de ídolos a seguir. Ante esto, el candidato ganador deberá decir lo que la gente quiere escuchar, saber de lo que habla, creer en lo que dice, involucrar a los electores, generar empatía, contagiar una visión e incitar a la acción.

Por último, compartir esta reflexión de Ronald Reagan tan aplicable a políticos y expolíticos españoles actuales: “La política no es mala profesión. Si tienes éxito tiene muchas recompensas, si caes en desgracia siempre puedes escribir un libro”.

En torno a las expectativas desde la psicología política