domingo. 28.04.2024
John Lennon junto a Cynthia Powell, su primera mujer
John Lennon junto a Cynthia Powell, su primera mujer

Cuando aquel conocido “Otaku” y también periodista japonés vino por primera vez a España, estaba interesado en escribir un artículo sobre la violencia de género en nuestra cultura, y se llenó de júbilo al conocer a un antropólogo francés que se ofreció a llevarlo a lugares ocultos y hacer de forma gratuita de anfitrión y cicerone. En efecto, la ruta se inició cuando Hakuri le preguntó al escritor si le podía llevar a un “love hotel” para evaluar si había prostitución o trata de mujeres ilegales, igual que en su país. Juntos fueron en coche hasta Alicante. Lo primero que le llamó la atención al japonés fueron las estrictas medidas de seguridad que tuvieron para entrar en el recinto. 

— Voy a enseñarte un tipo de abuso psicológico del sistema legal —dijo el antropólogo francés.

— En mi país no te cachean antes de entrar y no hay guardias en la entrada, pero en está muy bien pensado para proteger la privacidad… 

— Si, es cierto… vamos a la habitación de mi prima que es una cliente habitual…

— Me encanta la decoración temática. De verdad que parece una idea genial decorar las habitaciones como si formaran parte de una cárcel…

Un periodista japonés vino por primera vez a España, estaba obviamente interesado en escribir un artículo sobre la violencia de género

Cuando llegaron a la habitación de su prima, el periodista japonés no salía de su asombro y pensaba que en su país no iban a creer lo que acababa de suceder. Sobre todo al escuchar que ya había sido puesta en libertad. No en vano, elogió lo morbosas y bien elaboradas que eran las fantasías sexuales españolas, cuando una compañera de celda de su prima, le confirmó al antropólogo francés, que allí se había quedado embarazada, porque había iniciado una relación con un compañero de celda que era transexual y se había declarado mujer para que le trasladaran al módulo femenino. 

Al día siguiente, el periodista japonés recibió en su teléfono móvil una hora y una dirección. Por lo visto tenía que presentarse en un hotel a las doce en punto de la madrugada. La habitación era la 211. Cuando entró encontró todo en orden y una chica preciosa dormida en la cama de matrimonio. La televisión se encendió sola y una periodista intempestiva confesó a la escasa audiencia de esa franja horaria, que en el mundo occidental la sociedad estaba tan polarizada que eso tenía consecuencias en la política y en la economía. De hecho, en un ejercicio de responsabilidad intelectual atribuyó a la influencia de Trump la pérdida de la triple A de la deuda de la presunta primera potencia del mundo. Era obvio que en la práctica China ya era la primera potencia. La chica se despertó de improviso y comenzó a pasear por la habitación completamente desnuda. Hakuri estaba tan excitado que se tuvo que sentar en el sofá para que no se le notara el bulto en el pantalón.

— El euro está en su cotización más baja del año debido el riesgo de default en Estados Unidos.

— ¿Cómo sabes tanto de economía?

— Me afectan los cambios. Tengo que pagar una deuda. Hasta que lo haga tendré que acostarme con tipos como tú.

— No me apetece tener sexo ahora. Solo quiero hablar de economía contigo toda la noche. 

— Bueno, la noche completa son 500 euros. Te advierto que el yen también está en su cotización más baja del año frente al dólar. 

— Aquí tienes el dinero. 

— ¿A qué te dedicas? Soy periodista. 

En ese momento Hakuri contempló su piel color de la avellana, sus pechos operados, sus dientes extremadamente blancos, su melena azabache y su esbelta figura trabajada en el gimnasio. 

— ¿De dónde eres?

— Soy una mezcla entre colombiana y venezolana.

— ¿Antes de hacer esto, a qué te dedicabas?

— Antes de hacer esto era modelo, pero también estudiaba en el conservatorio. Tengo una guitarra, si te apetece puedo tocar para ti. 

— Claro.

La chica trajo bebida y comenzó a cantar canciones latinas con tal maestría que conmovió sinceramente al periodista japonés. 

— Tengo veinte años y no me gusta perder el tiempo, la verdad que ahora la que tiene ganas de acostarse contigo soy yo.

Es una lacra que está tan metida en nuestra cultura, que hasta los Beatles tienen canciones misóginas y algunas incluso feminicidas, como “Run for your life”

Poco después estaban haciendo el amor ambos de forma entregada. Hakuri pensó que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto en la cama con una mujer. En el último momento, la chica le dijo “Vaya, terminas con fuerza”. “Se nota cuando dispara tu pequeña pistola”.

Al día siguiente, el “Otaku” fue citado al atardecer en un chiringuito que había en la playa. Una entusiasta turba de jóvenes esperaba en torno a la barra, para pedir daikiris y otras bebidas alcohólicas. Toda la arena estaba llena de mesas y cojines donde sentarse y un pequeño escenario se había montado frente al mar. Un conocido grupo musical que hacía versiones de los Beatles, estaba a punto de tocar. 



—Es el peor mes en cuanto a la violencia de género. Ha habido tres muertes en veinticuatro horas. —dijo el antropólogo francés.

— La vida de las mujeres merece el mayor respeto. No entiendo por qué hay partidos que niegan la violencia de género. Es una lacra que está tan metida en la cultura occidental, que hasta los Beatles tienen canciones misóginas y algunas incluso feminicidas, como “Run for your life”.

— ¿Te has enterado? Espinosa de los Monteros se va de Vox. —dijo el antropólogo francés.

—Sí, y está claro que fue una lucha por el poder —dijo Hakuri— pero salvando las distancias, me aventuraría a hacer un irónico comentario machista y decir que la culpa fue de Yoko Ono. 

Tres lugares para llevar a un periodista después del anochecer