Cuando el pasado 19 de noviembre el pleno en el Congreso aprobaba el dictamen de la Comisión de Educación y FP, sobre la LOMLOE y los esperados 177 escaños presenciales o telemáticamente daban el SÍ, la ministra Celaá, arropada por la bancada que había respaldado la reforma, estalló en un aplauso que duró más de tres minutos, mientras la otra bancada, la del NO, aporreaba las mesas, a modo de una gran cacerolada… convirtiendo el hemiciclo en un espectáculo (bochornoso) digno de uno de esos estrenos operísticos que, de vez en cuando, dividen en dos el patio de butacas y los palcos. La primera actriz miraba hacia atrás y se enorgullecía de haber conseguido, aunque fuera por la mínima, un primer triunfo legislativo de una “reforma… de la reforma”.
Por parte del Gobierno de coalición, de sus socios parlamentarios y de los medios de comunicación más afines, se presenta como una reforma progresista, inclusiva y equilibrada, que apuesta por la no segregación y por la diversificación, incluso que, en algunos aspectos, moderniza el sistema educativo y que potencia la red pública, frente a la privada concertada.
¿Quién le iba a decir a la reina Isabel II, cuando firmó el Concordato en 1851, que algunos de esos privilegios iban a durar más de 160 años?
Por parte de los grupos o que se han abstenido o votado en contra, unos observan que se ha quedado muy corta (los menos) y los otros que atenta contra la libertad de enseñanza, contra el idioma castellano… que se “carga la enseñanza concertada”, que propicia el cierre de centros de educación especial…. Mucho ruido y pocas nueces. Por un lado y por otro. En mi opinión, ni es la reforma que podrá resolver problemas endémicos e históricos, ni atenta contra la libertad de enseñanza, ni contra el castellano, eso sí, sigue atentando, como viene ocurriendo durante los últimos dos siglos, salvo en el muy brevísimo periodo de la II República, contra la libertad de conciencia de los escolares y las “sotanas” permanecen dentro del sistema. ¿Quién le iba a decir a la reina Isabel II, cuando firmó el Concordato en 1851, que algunos de esos privilegios iban a durar más de 160 años...?, y lo que queda. Perviven en la Red de titularidad pública y en la red concertada privada de ideario católico, elevada, cada vez más, a rango de servicio público, una vieja aspiración de los obispos.
El domingo 22, caravanas de coches con lazos y banderas naranjas, recorrieron las calles de muchas ciudades azuzados por los púlpitos, por los empresarios de la enseñanza (básicamente católicos), los partidos que votaron NO a la reforma y muchos medios de comunicación, al mismo tiempo que los centros concertados privados de ideario católico se han llenado de lazos naranjas y a los escolares, algunos muy pequeños, les han involucrado en esta fantasmagórica batalla ideológica, hecho muy poco ético, sin motivo ni razón, sólo persiguiendo un gran “negocio ideológico y mercantil” y los partidos del NO, a la “caza de votos”. Pero es la coartada perfecta para que el PSOE y sus socios de gobierno, además de los grupos que respaldan la reforma, consigan que una gran parte de la comunidad educativa más progresista les apoye: Una jugada maestra, a la vez que un error. Otra ocasión perdida.
Una ¿virtud? del actual gobierno, es que ha conseguido unir a la parte más conservadora del tejido social organizado y ha dividido -preocupantemente- a la más progresista. No es la primera vez, por cierto. Ni será la última. “Es tendencia europea”. Donde la fractura social aumenta peligrosamente, como en EEUU, Brasil… y siempre la religión en el fondo del problema. Ahora unida al feroz mercantilismo en la que andan enredados casi todos los sistemas educativos a nivel planetario, sobre todo en Europa, tras el Tratado de Lisboa.
Con esta enésima reforma se seguirán segregando a escolares desde los tres años (nada más y nada menos) en función de la ideología de sus familias, algo vergonzante en pleno siglo XXI; miles de “delegados diocesanos” (personas que designan los obispos para impartir religión y que pagamos entre todos) seguirán adoctrinando a “su clientela” en espacios públicos, formarán parte del claustro, participarán en los órganos de gestión haciendo proselitismo religioso, de forma más o menos fanática y fomentarán que haya iconografía religiosa en los centros escolares. Además, con esta reforma se les “abre otra puerta más” para que impartan valores, al incorporar la denominada “cuestión religiosa” en una asignatura “cajón de sastre” de valores, convivencia, ética o parecido, obligatoria para un curso de primaria y en otro de secundaria. ¿Se desarrollarán, también, los fundamentos antropológicos del ateísmo, del humanismo, los principios del Estado laico, la escuela laica… etc., etc.? Mucho me temo que no. Sin embargo, la filosofía no entra en la enseñanza secundaria obligatoria, craso y lamentable error.
Por otro lado, los centros privados concertados de ideología religiosa o de otra naturaleza seguirán estando considerados como servicio público y por ello se les exigirá inicialmente los mismos derechos y deberes que a la red pública
Por otro lado, los centros privados concertados de ideología religiosa o de otra naturaleza seguirán estando considerados como servicio público y por ello se les exigirá inicialmente los mismos derechos y deberes que a la red pública. En principio una medida en apariencia positiva, pero que actuará de búmeran contra la red pública en la distribución del alumnado, pero, sobre todo, en lo que afectará a la financiación de ésta, ya que se seguirán desviando fondos públicos para ese tipo de enseñanza dogmática (ya hay anunciado un 5% de aumento para los módulos concertados) y en los peores momentos, con una enorme recisión de las cuentas públicas y todavía con varios miles de millones menos de inversión y gasto que hace 10 años, mientras que, en este tiempo, a la red privada concertada se la ha primado y a la pública se la ha castigado. Los datos son públicos y notorios.
Con la nueva reforma, por más retórica que haya en el texto inicial, se la seguirá primando, para mantenerlos en silencio (como ha sido siempre, desde 1983) y porque la inmensa mayoría del alumnado que asiste a estos centros están en CCAA con gobernanzas conservadoras y aplicarán la reforma de acuerdo a sus ideales políticos mercantiles y de liberalización, ya que ésta ocasión aún se les cede más competencias a las CCAA.
Hay que recordar que leyes pasadas fracasaron, en gran parte, por la falta de financiación y de no incorporar los medios adecuados. Incluso algunas que salieron con un cierto consenso político a lo largo de la historia. Para esta reforma hay un compromiso inicial de alcanzar el 5% del PIB en 2025. Pero no hay memoria económica, como ocurrió en leyes y reformas anteriores, y además, previamente, habrá que suturar, con fondos públicos, el gran agujero que dejará la pandemia.
Se argumenta que ya no contará la religión para la nota media, ni que ésta tendrá asignatura espejo, es muy poco avance, ya que vuelve a la situación anterior a la LOMCE, si bien la cuestión de la nota es de pura lógica, el no contar con asignatura alternativa, aun siendo obvio, en estos momentos (en algunos centros) podría generar cierta inseguridad a las familias, dado que quedan espacios libres dentro del horario lectivo, sin nada aparente que hacer, además de la distorsión que genera al elaborar los horarios. Y una cuestión que se olvida con frecuencia, con la religión, dentro del horario lectivo, es el hecho de que se pierden gran cantidad de horas de las asignaturas del currículo ordinario común, como mínimo se dejan de impartir más de 250 horas lectivas, a lo largo de toda la etapa primaria, por ejemplo.
Una gran parte de todo ello tiene que ver con el hecho de que NO se han derogado los Acuerdos de 1979, herederos de los principios nacional-católicos del Concordato franquista de 1953 e, incomprensiblemente, sigue sin cumplirse la PNL aprobada el 18-2-2018, por grupos parlamentarios que respaldan la nueva reforma y que exigían al Gobierno: ”garantizar el imprescindible carácter laico que debe revestir la Escuela como institución pública, dejando la religión confesional fuera del sistema educativo oficial, es decir, del currículo y del ámbito escolar, para ello hay que denunciar y derogar los Acuerdos del Estado español con la Santa Sede, así como los suscritos en el mismo sentido con otras confesiones religiosas”. No sólo no se ha cumplido ese obligado mandato del poder legislativo al ejecutivo, sino que el Estado alimenta, con dinero público, de forma directa e indirecta, (más de once mil millones de euros al año), a la jerarquía católica y al enorme tramado de empresas y fundaciones de todo tipo que, en momentos como éste, encima actúan radicalmente en contra del poder ejecutivo y legislativo, sin razón alguna.
Hay otras cuestiones de la reforma que “quedan en el aire”, otras quedan como compromiso para un futuro desarrollo… Nada nuevo, por cierto, en las diferentes reformas, leyes, etc. que se han venido sucediendo… La evaluación de esta reforma, que definitivamente se aprobará en breves semanas, habrá que hacerla durante los próximos cinco años, aunque, de todas formas, los reglamentos pendientes, su desarrollo y aplicación, la financiación… etc. serán muy determinantes. En mi opinión y en términos generales, quedará un texto final, con un pie todavía en el siglo XX, a nivel organizativo y curricular.
Al margen de otras múltiples consideraciones de diferente índole y para las cuales hay diferentes opiniones, lo que ha quedado muy claro es que esta nueva reforma, como la anterior (LOMCE), desembarca con la política muy dividida y tomada como moneda de cambio electoralista y. lo que es peor, con una sociedad muy confundida. Pero -sobre todo- una vez más, la confesionalidad y la mercantilización del sistema educativo español persiste y se afianza.
Francisco Delgado | Área Educación de Europa Laica