sábado. 27.04.2024
Foto de archivo

A los críos pequeños les encanta negar una realidad que suplen con su desbordante fantasía. La varita mágica de su inagotable imaginación les hace vivir en un entorno inventado. Esto les divierte sobremanera y no hacen daño a nadie con sus juegos infantiles. Da envidia contemplar su franca sonrisa de suma felicidad motivada por esa película que ruedan constantemente para sí. Este mecanismo cobra otra dimensión en la edad adulta. Puede obedecer a un escapismo que rehúya experiencias traumáticas y busque aliviar el alma del sufrimiento anímico. No deja de ser un trastorno afectivo y como tal debe ser tratado por los especialistas para regular ese mecanismo defensivo.

Sin embargo, también hay una versión ofensiva (en más de un sentido) del mismo proceso que niega la realidad. Esta es una patología político social de gran calado y harto perjudicial para la convivencia. Nada más cómodo y confortable que renegar de cuanto nos parezca enojosamente molesto. La emergencia climática no existe. Siempre han existido los caprichosos cambios meteorológicos y ahora se les utiliza para orquestar una campaña mediática con muy oscuros propósitos. Claros desde luego no son, pero a la conspiranoia todo le vale, aunque resulte contradictorio. Esto es irrelevante. Al negar las evidencias y los hechos, es una cuestión de fe creer a pie juntillas la estrambótica ocurrencia que se haya hecho más vital y tenga un toque sensacionalista. 

Negar la realidad es una patología político social de gran calado y harto perjudicial para la convivencia

A estos taumaturgos de la política les basta jugar con las palabras para resolver los problemas. La violencia machista no existe según ellos, aunque las muertes de mujeres asesinadas por sus parejas varones alcancen cifras demoledoras. A su juicio es un fenómeno más de la violencia universal, como si el acotar ámbitos de una violencia determinada (machista, infantil o gente desvalida por cualquier causa) no ayudase a comprender sus orígenes y motivaciones para intente hacer algo por erradicarla. Los indigentes ni siquiera existen. Algo habrán hecho para merecer esa mala suerte y buscan la sopa boba tras vivir muy por encima de sus posibilidades. Que desaparezcan y se vayan con su hedor a otra parte.

Quienes huyen de conflictos bélicos o la miseria no pueden ser bienvenidos. Porque van a quitarnos nuestras casas y a vivir del cuento, además de saturar colegios y ambulatorios. La gente de bien que se compre una mansión puede conseguir su residencia sin más complicaciones, pero los pobres de solemnidad molestan y estropean el paisaje. Cómo se niega el cambio climático, la pobreza y los movimientos migratorios, entre muchas otras cosas, tampoco hay que recaudar impuestos. Prometen una rebaja fiscal muy sustantiva sin aclarar a quienes beneficiaría esa medida, que dejaría sin recursos a las arcas públicas para financiar el sistema sanitario, la educación o lo asistencial, por ejemplo. Basta con dejar algo para Defensa y una partida que pueda beneficiar al sector privado.

A estos taumaturgos de la política les basta jugar con las palabras para resolver los problemas

Allá películas que los niños jueguen a las casitas para pasárselo bien. Que algunas fuerzas políticas emulen a la infancia en sus programas electorales debería verse penalizado. Si no son absolutamente imbéciles, entonces nos toman por tales y nos ofenden con su ofensiva negacionista. Las vacunas lucharon contra un virus inexistente y no murió tanta gente como dicen. Quisieron confinarnos y vacunarnos para manipularnos. Esta calaña cree que cualquier otro es de su misma condición, como el dicho refiere de los ladrones. La corrupción estructural de algún partido tampoco existe y lo mejor es olvidarla. En cambio prefieren resucitar al terrorismo etarra, con lo que costó acabar con esa pesadilla social. El socialismo pretende arrebatarnos esa libertad que Franco restauró durante varias décadas.

Con su abracadabrante discurso consiguen tocar la fibra de quienes cuentan con menos recursos para cribar las informaciones

En la estela del trumpismo repiten machaconamente consignas absurdas negando los datos acreditados y las evidencias abrumadoras. Con su abracadabrante discurso consiguen tocar la fibra de quienes cuentan con menos recursos para cribar las informaciones y consiguen arrimar el ascua a su sardina, despreciando a cualquiera que no comparta sus indiscutibles pareceres dogmáticos. Plantean dicotomías tan grandilocuentes como estúpidas, como Libertad o Socialismo, España o Sánchez y otras de parecido jaez. Desbaratan una gestión gubernamental acometida en tiempos muy difíciles con un par de gracietas y se quedan tan panchos.

¿Qué cabe proponer con esas premisas? Pues derogarlo todo. Falta saber si hace falta retrotraerse a los tiempos de la democracia orgánica y beatificar al Caudillo de aquella España trina que fue una, grande y libre según se coreaba en las escuelas. Pero al parecer no es bueno conocer la historia reciente de un país cuya guerra civil se reproduciría poco después en una conflagración mundial. Ni tampoco es útil saber que hubo una larga dictadura respaldada por el catolicismo más integrista. Todo esto también conviene olvidarlo, como si no hubiera sucedido. Es la estrategia del avestruz. El peligro se conjura metiendo la cabeza en un agujero. Lo malo es que haga fortuna ese método y seamos ciegos a las amenazas que nos acechan como cuerpo social. Dan ganas de salir corriendo e irse a otra parte con o sin música.

¿Qué parte del negacionismo no han entendido?