lunes. 29.04.2024

Fui el benjamín de la familia. Nadia aguardaba esta nueva incorporación y la diferencia con mi hermano mayor era notable. Los ocho años que había entre ambos, hacían de mí el perpetuo menor por más aniversarios que fuese acumulando. Esto tenía sus ventajas e inconvenientes. Por mucho que madurases, alguien te había precedido en esa senda. Pero la situación económica había mejorado y eso permitía que pudieras estudiar en vez de incorporarte muy temprano al mundo laboral. 

La etiqueta de junior perpetuo ha o de perseguirme igualmente luego en el trabajo. Por azares de la vida, era el más joven del colectivo al que pertenecía. Eso me dejaba fuera de las decisiones institucionales y de asumir oficialmente determinadas responsabilidades. En realidad, los encargos quedaban asociados con mi juventud. Durante mucho tiempo fui también en este ámbito el joven eterno, por comparación con mis mayores. Lo malo es que sigo siéndolo en mi ciudadela interior, aunque mi aspecto lo desmienta con una creciente rotundidad.

Te catalogan por tu fecha de nacimiento y la veteranía, en lugar de ser un grado, es considerada muchas veces un lastre

Ahora estoy viendo la otra faceta del edadismo. Te catalogan por tu fecha de nacimiento y la veteranía, en lugar de ser un grado, es considerada muchas veces un lastre. Lo malo es que terminas por suscribirlo. La merma de tus energías vitales parecen corroborar esa mirada social y esta no sirve precisamente para convencerte de lo contrario. Se te da por amortizado antes de la cuenta y comienzas a verle su lado bueno. Quizá puedas dejar sitio a la gente joven en este mercado laboral tan sumamente precario. Poco importa que más bien tu plaza estable se pierda sin más, porque las tasas de reposición están muy desfasadas a la baja.

Cada vez cuesta más mostrarte disponible para cualquier cosa y tienes que hacer un esfuerzo adicional para lograrlo. Cuando tu empeño se da de bruces contra los prejuicios del edadismo senior, te invade la frustración y recuerdas con cariño la vertiente junior del mismo fenómeno social. Entonces tenías muchas expectativas que colmar y las contrariedades quedaban pronto relevadas por otros afanes. En el tramo final del camino, las adversidades te hacen tropezar y tambalearte, aconsejándote la retirada sin retorno, porque ya no hay senderos alternativos que puedas tomar en una senda cada vez más angosta y empinada.

Deberíamos prestar atención a la discriminación por edad en ambos tramos vitales

Es un lujo haber vivido ambas etapas como me tocó en suerte hacerlo. Con todo, deberíamos prestar atención a la discriminación por edad en ambos tramos vitales. Marginar a la juventud es tanto como quedarse sin futuro y considerar a los mayores como menos productivos es otra injusticia social de similar calado. No se puede adelantar cabalmente sin mirar por el retrovisor y tener en cuenta lo que dejamos atrás. La justicia intergeneracional no debe limitarse a tener muy en cuenta nuestros legados para con  las generaciones por venir y proteger con toda intensidad a la infancia o propiciar la emancipación juvenil con todo cuanto ello significa. Tampoco debe desdeñar a las generaciones más veteranas, cuya fragilidad les hace merecedores de un trato que cuando menos no sea discriminatorio. 

Edadismo de alevines y veteranos