lunes. 29.04.2024

Según el psicoterapeuta Jed Diamond, el amor es un proceso que transita por las siguientes fases:

Enamoramiento: en esta primera fase impera la atracción y el deseo. Se idealiza a la persona amada, maximizando las cualidades positivas y minimizando las negativas. Como hay muchas cosas que se desconocen del otro, se suelen llenar esos vacíos con lo que nos gustaría que fuera idealmente. Es la fase de exploración emocional y física.

Compromiso: la falta de novedad reduce paulatinamente la pasión y la euforia inicial y da paso a una nueva fase de satisfacción más serena. Empieza el conocimiento recíproco y aumenta la estabilidad emocional. Se define lo que cada uno espera de la pareja y aumenta la conexión emocional, puesto que los integrantes pueden relacionarse de manera más natural. Desaparece la urgencia de estar juntos todo el tiempo y se da paso a una fase más autónoma (puede estar cada uno a sus cosas y después estar juntos). Esto conlleva que se creen compromisos más a largo plazo.

Desilusión: la rutina y los conflictos van dando lugar a esta nueva etapa, que puede aparecer de manera súbita o progresivamente. Esta fase se caracteriza por la percepción de las diferencias y la aparición de las discusiones. Los miembros de la pareja pueden sentirse estancados o atrapados y se cuestionan el futuro de la relación, lo que puede conducir a la ruptura. Para evitarla es fundamental afianzar la comunicación y la confianza, aceptar que se ama desde la elección y no desde la necesidad, trabajar el autocuidado y también el cuidado del otro.

Se idealiza a la persona amada, maximizando las cualidades positivas y minimizando las negativas

Amor real: una vez se aceptan y concilian las diferencias, se crea un cambio de perspectiva, acercando posiciones. Se prioriza el cariño que se siente por el otro por encima de cuestiones de ego, y se profundiza en el conocimiento, el cuidado y el apoyo mutuo. Se forja la estabilidad y seguridad dentro de la pareja. En esta fase es fundamental fomentar la creatividad, para evadir la monotonía y el aburrimiento, dando prioridad al vínculo.

Transformación: la pareja ha evolucionado y se centra en encontrar su proyecto común. Se establece una conexión profunda y la comprensión mutua es lo más importante. Se definen propósitos y se centran en cooperar como equipo para conseguirlos, por ejemplo, la decisión de tener hijos.

Estas etapas no son inflexibles, de manera que, si no hay una vinculación común, puede volverse a etapas previas.

A nivel bioquímico, el enamoramiento comienza en la corteza cerebral. Posteriormente, pasa al sistema endocrino y después se transforma en una respuesta fisiológica y en cambios químicos. Estas son las hormonas y neurotransmisores responsables de estos cambios:

Noradrenalina (o norepinefrina): produce excitación y efusividad. Es lo que nos hace sentir que perdemos la cabeza cuando nos enamoramos. Aumenta la tasa cardíaca, sube la presión arterial, sudoración de manos, rubor… Desactiva el apetito y nos impide dormir.

Dopamina: cuando se libera, genera una explosión de placer, ya que está directamente relacionada con el sistema de recompensa. Genera la “necesidad” de estar con el otro. Cuando baja su nivel, aparece el síndrome de abstinencia (o enganche y obsesión por el otro en el caso del enamoramiento).

Feniletilamina: es el neurotransmisor que lo vuelve todo más intenso y nos hace sentir más motivados y optimistas. Pertenece a la familia de la anfetamina.

Serotonina: es el neurotransmisor de la felicidad. Actúa sobre las emociones y el estado de ánimo. Genera bienestar, optimismo, cercanía social, y reduce el malestar y la ira. Niveles bajos de serotonina se relacionan al desamor (tristeza y obsesión). De la misma manera, experiencias y pensamientos positivos recurrentes, aumentan los niveles de serotonina y hablar de cosas preocupantes, acontecimientos adversos o enfados frecuentes, reducen los niveles de serotonina.

Oxitocina: Es la responsable de forjar lazos emocionales. Se la conoce como la hormona del amor o la hormona de los abrazos, puesto que se ocupa de generar confianza. Niveles bajos de oxitocina están relacionados con los celos.

 “Súbete al auto para reunirte con tu amante para cenar y una avalancha de dopamina, la misma hormona que subyace a los antojos de azúcar, nicotina y cocaína, probablemente infunde el centro de recompensa de tu cerebro, motivándote a desafiar el tráfico para mantener vivo ese vínculo único. Pero si esa cena es con un simple conocido del trabajo, esa inundación podría parecerse más a un goteo, sugiere una nueva investigación realizada por neurocientíficos de la Universidad de Colorado, en Boulder”. El estudio, publicado el 12 de enero en la revista Current Biology, se centra en los ratones de campo de las praderas, que tienen la distinción de estar entre el 3 y el 5 por ciento de los mamíferos que forman vínculos de pareja monógamos.

A nivel bioquímico, el enamoramiento comienza en la corteza cerebral. Posteriormente, pasa al sistema endocrino y después se transforma en una respuesta fisiológica

Al igual que los humanos, estos roedores peludos y de ojos muy abiertos tienden a aparearse a largo plazo, comparten un hogar, crían crías juntos y experimentan algo parecido al dolor cuando pierden a su pareja. Al estudiarlos, Donaldson busca obtener una nueva visión de lo que sucede dentro del cerebro humano para hacer posibles las relaciones íntimas y cómo lo superamos, neuroquímicamente hablando, cuando se rompen esos lazos.

Para el estudio, Donaldson y sus colegas utilizaron tecnología de neuroimagen de vanguardia para medir, en tiempo real, lo que sucede en el cerebro cuando un topillo intenta llegar a su compañero. En un escenario, el topillo tuvo que presionar una palanca para abrir una puerta de la habitación donde estaba su compañero. En otro, tuvo que saltar una valla para ese reencuentro.

Mientras tanto, un diminuto sensor de fibra óptica rastreó la actividad, milisegundo a milisegundo, en el núcleo accumbens del animal, una región del cerebro responsable de motivar a los humanos a buscar cosas gratificantes, desde agua y comida hasta drogas de abuso. (Los estudios de neuroimagen humana han demostrado que es el núcleo accumbens el que se ilumina cuando tomamos la mano de nuestra pareja).

Cada vez que el sensor detecta un chorro de dopamina, "se enciende como una barra luminosa", explicó la primera autora Anne Pierce, quien trabajó en el estudio como estudiante de posgrado en el laboratorio de Donaldson. Cuando los ratones de campo presionaban la palanca o trepaban por la pared para ver a su compañero de vida, la fibra "se iluminaba como un delirio", dijo. Y la fiesta continuó mientras se acurrucaban y olfateaban unos a otros. Por el contrario, cuando un topillo al azar está al otro lado de esa puerta o pared, la barra luminosa se atenúa. 

Esto sugiere que no solo la dopamina es realmente importante para motivarnos a buscar a nuestra pareja, sino que en realidad hay más dopamina corriendo a través de nuestro centro de recompensa cuando estamos con nuestra pareja que cuando estamos con un extraño.

En otro experimento, la pareja de ratones de campo se mantuvo separada durante cuatro semanas, una eternidad en la vida de un roedor, y el tiempo suficiente para que los ratones de campo en la naturaleza encontraran otra pareja.

El estudio muestra que después de una larga separación, la respuesta de dopamina a una expareja se debilita

Cuando se reunieron, se recordaron el uno al otro, pero su característico aumento de dopamina casi se había desvanecido. En esencia, esa huella dactilar del deseo había desaparecido. En lo que respecta a sus cerebros, su excompañero era indistinguible de cualquier otro topillo. Esto podría ser una buena noticia para los seres humanos que han pasado por una ruptura dolorosa, o incluso han perdido a un cónyuge, lo que sugiere que el cerebro tiene un mecanismo inherente para protegernos de un amor interminable no correspondido.

Los autores enfatizan que se necesita más investigación para determinar qué tan bien se traducen los resultados de los ratones de campo a sus contrapartes de cerebro más grande y dos patas. Pero creen que, en última instancia, su trabajo podría tener implicaciones importantes para las personas que tienen problemas para formar relaciones cercanas o para aquellas que luchan por superar la pérdida, una condición conocida como trastorno de duelo prolongado.

La esperanza es que al comprender cómo se ven los vínculos saludables dentro del cerebro, podamos comenzar a identificar nuevas terapias para ayudar a las muchas personas con enfermedades mentales que afectan su mundo social.


Datos clave del estudio:

1. Niveles de dopamina Aumento significativo en el centro de recompensa del cerebro cuando se interactúa con un compañero de vida en comparación con un conocido casual.

2. El estudio muestra que después de una larga separación, la respuesta de dopamina a una expareja se debilita, lo que indica un posible mecanismo neurológico para superar las relaciones perdidas.

3. Estos hallazgos, aunque se basan en ratones de campo de las praderas, podrían tener implicaciones para comprender los vínculos sociales humanos y recuperarse del dolor o la angustia.

Por último, compartir esta reflexión de François de La Rochefoucauld: “No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay”.

La química del amor