viernes. 26.04.2024
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Para comprender los inicios del socialismo en Estados Unidos conviene que hagamos algunas reflexiones sobre la realidad económica y social de este país. El desarrollo económico de los Estados Unidos cobró un importante impulso a partir de la finalización de la Guerra Civil. No tardaría muchos decenios en alcanzar el nivel de Gran Bretaña y Alemania, las dos potencias económicas más importantes en vísperas de la Gran Guerra. El capitalismo norteamericano se basó en el empleo de una mano de obra eminentemente inmigrante que marchó a Estados Unidos para buscar unas oportunidades que en Europa no se daban, ni en los países más atrasados ni en los más desarrollados, aunque por razones distintas. Eso provocó la creación de una masa obrera muy heterogénea en su origen, y también en relación con la antigüedad de su arraigo, algo a tener muy en cuenta cuando tratemos el sindicalismo.

Esta diversidad en el seno de la clase trabajadora hizo que fuera muy difícil llegar a puntos de acuerdo que permitieran crear organizaciones políticas, aunque hubo iniciativas que criticaban el capitalismo. En primer lugar, se puede rastrear un populismo de base agraria pero que no pasó de finales del siglo XIX. En segundo lugar, el socialismo sí cundió en el ámbito industrial entre los trabajadores que acababan de emigrar y lo conocían de Europa. En tercer lugar, el anarquismo tuvo un importante auge hasta que desencadenó una feroz represión, culminada con las ejecuciones de 1887.

En el año 1877 se creó el Socialist Labor Party, que intentó basarse en el programa alemán de Gotha. En 1901 apareció el Socialist Party of America, dirigido por Morris Hilquit, y que pareció coger impulso hasta que entró en crisis en tiempos de la Primera Guerra Mundial.

Al final, no cuajaron los partidos obreros en Estados Unidos, pero sí se desarrolló con fuerza el sindicalismo. El desarrollo económico evidente no podía evitar los vaivenes cíclicos característicos del capitalismo con sus repercusiones sociales, especialmente el aumento del paro. Las crisis que golpearon duramente el sistema desde los años setenta del siglo XIX serían el escenario donde comenzaría a florecer el sindicalismo norteamericano. En Estados Unidos está el origen del día del Trabajo, reivindicación que sería prioritaria para la Segunda Internacional europea, a raíz de los hechos de 1886-1887. En mayo de 1886, los trabajadores de Chicago, donde las condiciones laborales eran especialmente duras, iniciaron una huelga por la reivindicación de la jornada laboral de ocho horas, algo que se había conseguido en 1868 con la Ley Ingersoll, por iniciativa del presidente Andrew Johnson, para los trabajadores que dependiesen del gobierno federal, pero que no era aplicable a la jornada de los obreros industriales. La conflictividad en Chicago se complicó a raíz de los hechos relacionados con la fábrica McCormik donde se mantenía la producción gracias a los esquiroles. El enfrentamiento entre éstos y los huelguistas desembocó en una carga indiscriminada y violenta de la policía, provocando seis muertos y muchos heridos. Se convocó un acto de protesta en la plaza de Haymarket, provocando una feroz represión policial a raíz de la explosión de un artefacto. Estos sucesos terminaron, después de un polémico juicio, con la ejecución en 1887 de cuatro activistas y el suicidio de otro, además de penas de prisión para otros dirigentes. Son los conocidos como Mártires de Chicago.

En ese mismo año de 1886 se creó la American Federation of Labor, que cuando llegó el nuevo siglo aglutinaba a un millón de afiliados, doblándose la militancia en 1914. La A.F.L. estaba integrada por obreros especializados, muy celosos de sus derechos frente a la patronal pero, sobre todo, frente a los recién llegados a Estados Unidos. Por otra parte, la A.F.L. era ajena a los asuntos políticos, muy al contrario de lo que ocurría con el sindicalismo socialista europeo. Samuel Gompers fue uno de sus más destacados líderes.

Inicios del socialismo y el sindicalismo en Estados Unidos