martes. 30.04.2024
El Socialista 3553/01-05-1919
El Socialista 3553/01-05-1919

@Montagut | Planteamos en este reportaje las aportaciones que desde los ámbitos socialistas, del movimiento obrero más afín y del republicanismo de nuestro país se dieron sobre un modelo de diplomacia nuevo en el período de Entreguerras con el fin de evitar lo que había ocurrido y que había llevado a la Gran Guerra, y ante posibles avances de formulaciones totalitarias, sin olvidar una propia lectura interna en relación con España.

  1. Los planteamientos del PSOE sobre la diplomacia en 1918
  2. Los diplomáticos obreros en el período de Entreguerras
  3. Luis Araquistain y la diplomacia socialista
  4. Los socialistas por la democratización de la diplomacia en la Segunda República

Los planteamientos del PSOE sobre la diplomacia en 1918

El Partido Socialista dedicó mucha atención a la Administración del Estado en su XI Congreso del otoño de 1918. En este artículo nos acercaremos a las cuestiones de la organización diplomática española debatidas en dicho Congreso, que suponían cambios profundos en un mundo tan tradicional.

Los socialistas aprobaron en la Ponencia denominada “Legislación General” la democratización de los servicios diplomáticos, junto con cambios tendentes a fomentar la eficacia de los mismos, en un momento clave de las relaciones internacionales, justo cuando finalizaba la Gran Guerra y debía construirse un nuevo orden mundial. Si no se emprendía una profunda reforma de la política internacional española se agravaría el desprestigio internacional del país, según la opinión socialista. Esa reforma debía abarcar todos los órganos de la actividad exterior española para, además, contribuir a la formación de una “conciencia internacionalista en España”.

El Socialista 3414/02-12-1918
El Socialista 3414/02-12-1918

El Ministerio de Estado debía ser transformado profundamente, con una profunda reorganización del cuerpo diplomático y del consular, equiparándolos, es decir, se pretendía una democratización de toda la estructura diplomática española, potenciando a los cónsules. Por fin, se defendía la dimensión cultural de las embajadas españolas, e incluir la representación obrera en las mismas.

Por su parte, Antonio Fabra i Ribas planteó la necesidad de establecer un plan de estudios para el Cuerpo consular. El socialista catalán era muy conocedor de la realidad internacional.

Fabra pretendía que los cónsules recibiesen una completa formación teórica y práctica sobre las materias que abarcaba su carrera. Había que cambiar casi completamente el temario de las oposiciones porque tenía un carácter “especulativo y memorista”. Interesaba que los cónsules adquiriesen conocimientos en Geografía comercial e industrial, Estadística y Legislación social comparada.

Necesidad de que los obreros organizados se incorporasen al ámbito diplomático como agregados en las embajadas, y más desde que se constituyó la OIT

El cónsul debía residir el mayor número posible de años en el mismo país. Debería estudiar, además, las características sobre la agricultura, industria y comercio de dicho país.

Los cónsules deberían redactar una memoria semestral indicando las condiciones en que vivían los españoles residentes en el país, la mayor o menor aceptación de los productos españoles importados en comparación con los de otros países, y los productos propios que fueran de interés para España.

El Socialista 3552/01-05-1919
El Socialista 3552/01-05-1919

Los Consulados debían estar dotados del personal necesario, debidamente remunerado para que pudiera atender todos los servicios asignados a estos organismos con el fin de que los españoles residentes en el extranjero estuviesen atendidos adecuadamente.

El Congreso del PSOE aprobó por unanimidad esta proposición, que se añadió a la Ponencia.

Hemos consultado los números 3414 y 3552 de El Socialista. Es recomendable consultar la obra de Miguel Ángel Ochoa Brun, Historia de la diplomacia española, Tomo XI-XII. La Edad Contemporánea, publicada por el Ministerio de Asuntos Exteriores en 1995.

Los diplomáticos obreros en el período de Entreguerras

En el período de Entreguerras hemos encontrado referencias a la necesidad de que los obreros organizados se incorporasen al ámbito diplomático como agregados en las embajadas, y más desde que se constituyó la OIT. Tenemos que tener en cuenta que en Europa se produjo un debate sobre el tipo de diplomacia que se había ejercido antes de la Gran Guerra, llena de secretos, oscuridad, formando un mundo muy elitista, donde se había refugiado parte de la aristocracia europea, y que había constituido un factor importante entre las distintas causas que habían llevado a la Gran Guerra. El propio presidente Wilson criticó esa forma de hacer diplomacia en sus Catorce Puntos, y que la Sociedad de Naciones, en principio, intentó superar. Por nuestra parte, hemos estudiado en El Obrero la posición de los socialistas españoles sobre la necesidad de cambiar las estructuras diplomáticas, y las reformas emprendidas por la Segunda República.

 En este contexto se produjo una iniciativa en México con el presidente Plutarco Elías Calles, que presidió aquella República entre 1924 y 1928, un reformador intenso con la creación del Banco de México, las infraestructuras, la educación, además de producirse en su mandato la Guerra Cristera.

Pues bien, Calles creó la figura del agregado obrero en las embajadas y legaciones mexicanas, dependiente de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y cuya misión consistiría, según el escritor, profesor y político republicano español Luis de Zulueta, que llegaría a ser ministro de Estado entre 1931 y 1933, en estudiar los problemas sociales y en informar al Gobierno mexicano acerca de la evolución de los trabajadores y de las cuestiones de trabajo en el mundo. Zulueta informaba, además, que se había nombrado a un agregado obrero en la embajada en Washington.

Efectivamente, Luis de Zulueta, a propósito de esta iniciativa mexicana, teorizó sobre lo que denominó la “diplomacia del trabajo” en un artículo que publicó en mayo de 1925, y que debió interesar mucho a los socialistas porque se reprodujo en El Socialista.

El Socialista 5088/28-05-1925
El Socialista 5088/28-05-1925

Zulueta criticaba en su artículo la vieja diplomacia, la de las “trufas y el champán”. El mundo avanzaba, cambiaba, pero había corporaciones e instituciones que parecían perdurar casi intactas en el tiempo, como vestigios del pasado. Casi toda Europa era democrática y, sin embargo, la diplomacia mantenía sus viejas estructuras. Las grandes democracias estaban promoviendo que la política exterior se discutiese por la opinión pública, pero luego mantenían en sus embajadas ese viejo mundo de la época de “Luis XIV”, como un coto de la vieja aristocracia, con muy pocas excepciones.

Zulueta quería dejar claro que la reforma de la diplomacia no era un asunto sin importancia, porque si seguía siendo antiliberal y secreta podía contribuir a desencadenar guerras. La democracia interna de los estados debía aplicarse a la política internacional porque mejorarían las relaciones y se alcanzaría la paz. Algo parecía estar cambiando y de ahí que expusiera el caso mejicano con los “diplomáticos obreros”, una reforma que parecía impensable hasta hacía bien poco, pero eso iba en consonancia con el signo de los tiempos, ya que ya había representantes de los obreros que ocupaban cargos de poder en los estados.

Luis de Zulueta criticaba la vieja diplomacia, la de las “trufas y el champán”, y teorizó sobre lo que denominó la “diplomacia del trabajo”

Los diplomáticos obreros contribuirían, en su opinión, a innovar las representaciones diplomáticas. Llevarían a las embajadas y legaciones una “seria nota de franqueza, de opinión pública y de pacífica fraternidad”. Además, mantendrían constantes relaciones con los trabajadores de los países donde estuvieran destinados, y se podrán mover de forma libre en un mundo reservado hasta ese momento a las viejas jerarquías. Si este ejemplo se imitase, a buen seguro, afirmaba Luis de Zulueta, se habría dado un paso en la democratización de la diplomacia, que equivalía a trabajar por la paz futura. Con una intervención obrera, por muy modesta que fuera al principio, serían más difíciles los manejos secretos, las “combinaciones ocultas”, que podían desencadenar conflictos.

Hemos trabajado con el número 5088 de El Socialista, del 28 de mayo de 1925. 

Luis Araquistain y la diplomacia socialista

Se preguntaba el destacado intelectual socialista Luis Araquistain cómo sería la diplomacia en un mundo socialista, un interrogante que a él le parecía natural hacerse porque era un socialista circunstancialmente metido a diplomático. En este sentido, como es sabido, se encontraba en esa época al frente de la embajada española en Alemania, un momento clave en la historia de dicho país y del mundo, ya que lo fue hasta mayo de 1933, ya con Hitler en la Cancillería.

La diplomacia socialista no sería igual a la presente, especialmente en lo referido al intercambio económico entre los Estados. Los tratados de comercio ya no tendrían razón de ser porque el comercio internacional lo harían los propios Estados, cambiando directamente los productos sin intermediarios, superando la tradicional controversia entre proteccionismo y librecambismo.

En todas partes se hablaba de planes económicos, aunque se renegase en Occidente de los métodos rusos. Se condenaba la ideología, pero se estudiaba su técnica

Eso no era utópico en su opinión, porque muchos gobiernos lo estaban comenzando a aplicar, y no se refería solamente al caso soviético, aunque se paró un poco en esta cuestión realizando una reflexión harto sugerente. Para Araquistain los Soviets estaban perdiendo cada día su poder de contagio sobre las masas obreras, pero, cada vez más, su socialismo de Estado influía más y más sobre los políticos, intelectuales y financieros del resto de países. Y eso se veía en el hecho de que en todas partes se hablaba de planes económicos, aunque se renegase en Occidente de los métodos políticos rusos. Se condenaba la ideología y su táctica revolucionaria, pero se estudiaba su técnica.

El Socialista 1932/07-09-1914
El Socialista 1932/07-09-1914

Y fruto de esto, ya se imitaba en el comercio internacional, poniendo algunos ejemplos de gestión de acuerdos entre los gobiernos de distintas partes del mundo, con intercambio de productos. Y era, insistía un comercio entre Estados, cuestión que le parecía muy interesante, sugiriendo que la República española fuera pensando en este tipo de comercio.

Pero, ¿en realidad esa sería una diplomacia económica socialista?, ¿no estaba reflejando Araquistain, realmente, el cada vez mayor papel del Estado en la economía ya en el período de entreguerras, eso sí cuestionando el liberalismo económico clásico, pero dentro de las premisas del capitalismo?

El texto fue escrito en Berlín, en abril de 1932 para el número extraordinario del primero de mayo de ese año de El Socialista.

Los socialistas por la democratización de la diplomacia en la Segunda República

En junio de 1933 se publicó un artículo de opinión en El Socialista donde se insistía en la democratización de la diplomacia.

No debemos olvidar que las cuestiones diplomáticas y de política exterior no fueron una prioridad para los gobiernos del Bienio reformista porque el aluvión de problemas y reformas estructurales que había que emprender en España dejaron esta cuestión en un segundo plano. Tampoco los gobiernos de centro-derecha harían grandes cambios.

Desde la izquierda se quería que la diplomacia dejara de ser el coto de una élite para que se abriese a todo el mundo, a la “clase proletaria de la inteligencia”

Pero los socialistas consideraban que uno de los pilares de la democratización del país tenía que ver con la revisión de la diplomacia tradicional española, tanto en relación con el personal como con el estilo. Había habido promesas sobre la necesidad de emprender un cambio profundo. Se habían separado algunos funcionarios y otros fueron jubilados. También se reorganizó el sistema de ingreso en la carrera diplomática, pero poco más se había hecho cuando se publicó esta columna periodística. Desde la izquierda se quería que la diplomacia dejara de ser el coto de una élite para que se abriese a todo el mundo, a la “clase proletaria de la inteligencia”. Las puertas del Ministerio de Estado (Asuntos Exteriores) debían estar abiertas a los ciudadanos que no poseyeran títulos (recordemos la estrecha relación entre la aristocracia española y la diplomacia), ni dinero para costearse la carrera.

El Socialista 7592/06-06-1933
El Socialista 7592/06-06-1933

Al parecer, acababan de celebrarse oposiciones para el ingreso en la carrera diplomática, reservadas a titulados en Derecho. Américo Castro, presidente de las anteriores oposiciones, aunque no sólo él, había solicitado en un informe elevado al ministro de Estado sobre el desenvolvimiento de los exámenes, que se abrieran las oposiciones a otros titulados, pero nada se había hecho. Los socialistas apoyaban esta reforma, aunque iban más lejos, ya que consideraban que, aunque las oposiciones debían ser rigurosas, se debía bajar el requisito de la titulación, pudiendo haber bachilleres y hasta ciudadanos sin título que fueran aptos para la carrera diplomática. Es más, también consideraban la necesidad de hubiera mujeres.

El PSOE esperaba que el ministro Luis de Zulueta, que desde diciembre de 1931 desempeñaba la cartera de Estado, tuviera en cuenta estas cuestiones.

Hemos trabajado con el número 7592 de El Socialista

La diplomacia obrera desde España: una alternativa histórica