TRIBUNA DE OPINIÓN

El error Europa

Desde mucho antes de la invasión de Crimea, Rusia llevaba reclamando de Europa y Estados Unidos el respeto que merece un país que tiene cabezas nucleares suficientes para destruir el planeta en unas cuantas horas.

En una reciente y magnífica conferencia, el diplomático José Antonio Zorrilla recordaba al geógrafo y político británico Halford John Mackinder, uno de los creadores de la geopolítica y de la teoría euroasiática, según la cual el corazón del mundo se situaba en la confluencia de Europa con Asia, otorgando el papel hegemónico mundial a la potencia que fuese capaz de controlar ese territorio. Mackinder expuso su teoría en una conferencia impartida en 1904 en la Sociedad Geográfica de Londres y la amplió después de la Primera Guerra Mundial en el libro Democratic Ideals and reality. Del mismo modo que Oswald Spengler y otros pensadores próximos al darwinismo social influyeron sobremanera en la conformación de la mentalidad de muchos norteamericanos que ni siquiera sabían de su existencia, Mackinder fue uno de los inspiradores de la política exterior yanqui, sobre todo tras la llegada al poder de Henry Kissinger, quien diría -tal como recuerda el embajador Zorrilla, que Estados Unidos era dueño de América -continente en el que a nadie se le puede ocurrir poner una base militar-, pero que su predominio mundial pasaba fundamentalmente por el dominio de Europa.

No cabe la menor duda de que el responsable primero de las muertes y la destrucción que hoy asolan a Ucrania es Vladimir Putin y su camarilla de asesores demediados. Fue Putin quien ordenó invadir el país sin tener un plan estratégico a seguir; es Putin quien ha organizado una guerra convencional que más se parece a las de hace cuarenta años que a las que se suponen derivadas de las nuevas tecnologías de destrucción masiva, una guerra de desgaste, sin límite de tiempo, con objetivos diluidos pero que claramente se centran en la ocupación de las zonas de mayoría rusa de Ucrania. Pero, siendo todo esto así, ¿qué impulsó al zar ultraderechista a dar el paso bélico sabiendo lo que había sucedido, por ejemplo, en Afganistán, siendo consciente de que una guerra de convencional de desgaste jamás le serviría para ocupar Ucrania? ¿Qué clase de impulso desesperado le llevó a invadir un país sabiendo de que no se puede someter a un pueblo eternamente y que el esfuerzo bélico pasaría una factura económica gigantesca?

Desde mucho antes de la invasión de Crimea, Rusia llevaba reclamando de Europa y Estados Unidos el respeto que merece un país que tiene cabezas nucleares suficientes para destruir el planeta en unas cuantas horas. Ni Europa ni Estados Unidos hicieron caso en ningún momento a las requisitorias rusas, es más, ni siquiera respetaron las promesas hechas en 1990 a Mijail Gorbachov, en el sentido de que los antiguos países europeos de la órbita soviética nunca formarían parte de la OTAN. Todo lo contrario, tras la desaparición de la URSS la mayoría de los países del antiguo Pacto de Varsovia ingresaron en la organización militar que dirige Estados Unidos para su exclusivo beneficio, llegando al extremo de que países como Lituania, Estonia y Letonia no sólo son miembros de la organización sino que tienen bases militares en la misma frontera de Rusia. Un simple vistazo a cualquier mapa militar demuestra sin ningún género de dudas que Estados Unidos y la OTAN han cercado a Rusia desde Europa, Turquía, Norte de África y países árabes, dejándole a China como única salida política, económica y militar.

La guerra de Ucrania es una terrible tragedia que estoy convencido se podría haber evitado llegando hace años a un acuerdo sobre su neutralidad. No lo quiso Estados Unidos

La Unión Europea, siguiendo los dictados de la Casa Blanca y el Pentágono, se ha limitado a obedecer, sin ser capaz de actuar según criterios propios que no dañen fatalmente su porvenir. Estados Unidos, de momento no necesita gas ni petróleo porque lo produce y lo puede obtener de los países árabes en cuanto le urja. Europa, que no puede autoabastecerse combustibles fósiles que quiere abandonar a medio plazo, quiere dejar de depender energéticamente de Rusia y acelerar el cambio a una economía verde. Sin embargo, y por mucho que nos duela, no existe a día de hoy medio para prescindir drásticamente de los combustibles rusos, hacerlo sería un suicidio que solo beneficiaria a Estados Unidos, primero vendiéndonos gas licuado extraído mediante fractura hidráulica, segundo vendiéndonos miles de millones en armas para defender los intereses yanquis en Europa, tercero reforzando a la OTAN hasta convertirla en una especie de gendarme mundial a las órdenes del Pentágono.

¿Qué gana Europa con todo esto? Absolutamente nada. Alineándose incondicionalmente con Estados Unidos -que como siempre organiza los conflictos lejos de casa- pierde la posibilidad de tener voz propia y emprende un distanciamiento agresivo con Rusia que sólo puede deparar un largo periodo de conflictos y la pérdida del mercado ruso que inevitablemente girara hacia Oriente. Entre los politólogos y estrategas norteamericanos se ha impuesto de nuevo la estrategia de la asfixia, que no pretende otra cosa que el colapso económico del país de Putin esperando la caída del régimen y situar en el Kremlin a algún amigo sumiso. Rusia, que está dirigida por elefantes ciegos, cayó en la trampa al invadir Ucrania y Europa también lo está haciendo al obedecer sin la más mínima crítica las directrices marcadas por el Pentágono. Sin embargo, esa estrategia sólo sirve para perjudicar gravemente a Europa que se verá obligada al rearme y perderá los combustibles rusos sin causar el mínimo daño a ese país ya que podrá venderlos sin ningún problema a China, que es lo que está haciendo.

La guerra de Ucrania es una terrible tragedia que estoy convencido se podría haber evitado llegando hace años a un acuerdo sobre su neutralidad. No lo quiso Estados Unidos decidido a llevar la humillación y el cerco a Rusia hasta sus últimas consecuencias para demostrar quien es el dueño del mundo y que sucede a los disidentes. Europa, que sigue teniendo un enorme peso comercial, debió porfiar en la vía diplomática hasta la extenuación con ambos países, con Rusia y su teórico aliado Estados Unidos. No lo hizo o lo hizo poco y las consecuencias están aquí en forma de muerte, destrucción dolor y la posibilidad de una recesión mundial que llevaría a muchos países a la ruina absoluta, lo que también significa muerte, dolor y destrucción. La frialdad con la que distintos líderes europeos y mundiales hablan de la guerra y el desprecio hacia los esfuerzos diplomáticos que subyacen bajo sus palabras, son una prueba más de que el mundo está enloqueciendo, que teniendo sobre nosotros la inédita y devastadora amenaza del cambio climático, algunos prefieren seguir jugando a la geopolítica aunque de seguir así la potencia hegemónica lo será de un mundo  destrozado por la degradación bio-climática y la desigualdad, un mundo en el que a la mayoría sólo interesará conseguir el sustento diario, renunciando de ese modo a su cualidad esencial de Ser Humano susceptible de derechos inalienables. Ese, es el error Europa.