viernes. 19.04.2024
putin
 

Sólo hay un responsable de la guerra y se llama Putin, un reaccionario aupado al poder de la segunda potencia nuclear del mundo por la oligarquía mafiosa que se quedó con las industrias y los recursos estatales de la antigua URSS. En 1931 la República española abolió la guerra como instrumento para dirimir los conflictos internacionales, en 2022 Putin, como los antiguos zares, cree -como decía Clausewitz- que la guerra es la continuación de la política, pero con otros medios. En su mente está Catalina la Grande, sueña con San Petesburgo, con la grandeza de los boyardos rusos que vivían sobre la miseria inmisericorde de las almas muertas que también nos contó Gogol en su magistral novela. La guerra no es la continuación de la política, la guerra es la muerte, el dolor, la desesperanza, el terror, la carencia de ley, la mentira, el caos, los bajos instintos. Es ajena al pueblo, aunque haya miserables dentro de él que la idolatran, se prepara en despachos, se dirige desde ellos y su precio se carga en las costillas de inocentes narcotizados por el poder de los himnos, a inocentes carcomidos por el miedo y el desconcierto más terrible. Putin nunca será Alejandro Nevski ni Catalina la Grande, nunca construirá un nuevo San Petesburgo pese a la riqueza maldita de quienes lo protegen y ensalzan, Putin es un miserable que decide sobre vidas ajenas cuando sólo puede decidir sobre la suya, que puede suprimir cuando quiera. Habla el zar de todas las rusias de desnazificar Ucrania, y es cierto que en ese país hay una minoría vocinglera muy inclinada a adorar a Hitler, pero el nazi es él, es Putin, empeñado en aprovechar la frustración de un pueblo maltratado por la historia, por Occidente y sobre todo por sus dirigentes, para escribir una página negra más de un tiempo que creíamos superado.

Europa y Estados Unidos debieron reconocer en su día la inmensa aportación de la URSS a la victoria aliada sobre el nazi-fascismo. No lo hicieron, lo ocultaron y al comprobar su poderío militar decidieron pergeñar la guerra fría. Fueron Churchill -al que no se deja de citar como ejemplo de político admirable cuando sólo fue un retrógrado clasista que, entre otras cosas, dejó a España en manos de Franco- y Truman los constructores de esa estrategia encaminada a aislar a la URSS y hacerla morir de inanición, aunque sabían que no era un peligro para Europa, que Stalin no ansiaba exportar su modelo a Europa Occidental y que intentó con Roosevelt llegar a un pacto de convivencia. Se escamoteó a la URSS el reconocimiento al sacrificio de más de veinte millones de personas que lograron parar a la bestia nazi, se tergiversó la historia y se construyó un relato de buenos y malos entre los vencedores de la guerra. Después se dividió Europa en dos zonas de influencia y tras la caída de la URSS, los ejércitos de la OTAN, siempre al servicio de Estados Unidos y sus intereses, llegaron hasta la misma frontera rusa. Salvo Francia, no hay apenas un país europeo que no tenga bases militares yanquis, las tiene España, Italia, Reino Unido, Holanda, Bélgica, Rumanía, Bulgaria, Polonia, Letonia, Lituania, Estonia y Polonia, también están en Turquía y Grecia, construyendo un cerco militar que no tiene otro objetivo que el de amedrentar a Rusia.

Es muy difícil penetrar en la mente de un personaje que se adora, sacraliza la fuerza física y quiere pasar a la historia

Mención aparte merece el caso de Alemania, una de las primeras potencias económicas del mundo: Estados Unidos tiene 452 bases militares en Europa, de ellas la mitad están en Alemania, donde además está la sede del mando del ejército yanqui en el continente y hay casi cuarenta mil soldados de esa procedencia. Cuando se dice que Ucrania es un país libre y que puede decidir si entra o no en la OTAN, ¿podríamos afirmar lo mismo de Alemania, un país mucho más rico y poderoso? Creo que todos sabemos la respuesta, Alemania ni puede dejar de pertenecer a la OTAN ni tampoco expulsar a los soldados yanquis que hay en su territorio. La razón es bien sencilla, Alemania perdió la guerra y fue partida en dos. Tras la reunificación producida con la desaparición de la URSS, muchos creyeron que Europa comenzaba a superar las facturas de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, pero no fue así, Estados Unidos continuó y continúa en la misma dinámica, no sólo mantiene las bases que tenía hasta 1990 sino que las ha ampliado y ha ido instalando nuevas en casi todos los países que antes formaban parte del Pacto de Varsovia. Mientras Rusia anduvo perdida en el caos de la desintegración, el nuevo orden del mundo dependía única y exclusivamente de las decisiones del Pentágono, que en su ambición desmesurada llevó armas de destrucción masiva a las puertas de Moscú.

Se decía -cada vez es más difícil saber de la veracidad de las informaciones que recibimos- que el armamento ruso, incluido el nuclear, se había quedado obsoleto debido a la ruina económica. Sin embargo, llevamos veinte años sin saber qué ha pasado, si Rusia ha modernizado su arsenal de manera que pueda de nuevo ser considerada actor principal de la escena internacional o si estamos ante el farol de un asesino con ínfulas de zar de todas las rusias. Sabemos por los datos que nos dan que Rusia ocupa es el doceavo puesto del mundo por PIB, lo que indudablemente la aleja mucho de los países más ricos, que es uno de los países más reservas naturales del mundo, también que la riqueza se acumula en muy pocas manos, manos que son las que auparon a Putin al poder. Por otra parte, el mundo ha cambiado y aunque Estados Unidos lo quiera, hay otros países como China que están en vías de disputarle la hegemonía, y es, creo, en ese contexto donde hay que situar lo que actualmente está sucediendo en Ucrania.

Es muy difícil penetrar en la mente de un personaje que se adora, sacraliza la fuerza física y quiere pasar a la historia, casi imposible, y Putin es así. Lleva años preparándose para dar una respuesta a la humillación a la que fue sometido su país tras el hundimiento de la URSS. Es posible que quiera reconstruir la Gran Rusia recuperando poco a poco los países que se independizaron, pero también cabe pensar si lo que lleva pidiendo Rusia desde hace años sin ser escuchada es que se deje de amenazar sus fronteras, de instalar misiles en Estonia, Lituania, Polonia o ¿Ucrania? Y dado que Alemania no tiene la soberanía suficiente para suprimir las bases yanquis que ocupan su territorio, ¿por qué Ucrania no se puede considerar, con todas las supervisiones y garantías internacionales precisas, un país desmilitarizado en el que no esté permitida la presencia de bases extranjeras?

Creo que esto podría haber servido para evitar el conflicto que ha roto de nuevo la paz en Europa, considero que todavía negociar en torno a ese punto podría servir para que acallar las armas, no estoy seguro, de lo que si estoy convencido es de que no se puede humillar eternamente a un país de las proporciones y la capacidad bélica de Rusia. La estrategia de la guerra fría debió acabar hace años y no fue así porque Estados Unidos no quiso; Europa debió liberarse de la tutela yanqui y tampoco lo hizo, pagando ahora las consecuencias de ser un actor pasivo incluso cuando los acontecimientos dramáticos suceden en su territorio no al norte del río Grande, donde la única amenaza bélica existente a día de hoy viene de los seguidores de Trump y la extrema derecha paleta, ridícula y primaria.

Después de dos años de pandemia que han dejado al mundo traumatizado, extenuado y patas arriba cuando ya la globalización estaba haciendo estragos formidables, después de ver cómo en las sucesivas guerras del Golfo Estados Unidos y sus aliados asesinaron a miles de personas inocentes por petróleo, ahora nos regalan una nueva guerra tan innecesaria y criminal como todas las guerras. Nadie que organice una guerra merece ser considerado un ser humano, sino entrar en el dominio de las bestias más execrables. No a la guerra, a ninguna guerra. Sólo quienes las promueven deben morir en ellas.

La reacción de Putin