jueves. 28.03.2024
SIRIO
En la imagen, Kamiran.

La historia de este sirio, serio y con mirada muy triste es delirante. Pasó de ser, hace 15 años, un simple funcionario del Ministerio de Agricultura a un enemigo del régimen sirio en un abrir y cerrar de ojos. Cuando las autoridades conocieron sus actividades en el Partido Demócrata Progresista lo despidieron.

A partir de ese momento Kamiran se trasladó desde su ciudad de Kamshi, al norte del país, cerca de la frontera con Turquía, a Damasco para trabajar como chófer turístico. Pero en marzo del 2011 comenzó el actual conflicto. Durante los tres primeros meses permaneció en la capital hasta que vio que las manifestaciones contra el poder del dictador se convertían en enfrentamientos.

Amnistía Internacional denuncia que la Unión Europea gastó casi dos mil millones de euros en proteger sus fronteras entre 2007 y 2013, frente a los 700 millones destinados a mejorar la situación de las personas refugiadas

En ese tenso momento decidió trasladarse de nuevo a su pueblo junto a su mujer y a sus cuatro hijos para luchar junto a su pueblo, el kurdo. Pero las amenazas iban en aumento hasta que su padre le recomendó insistentemente que huyese a Turquía tras vender su vivienda. El abuelo se hizo cargo de su mujer y sus hijos y se aislaron en una pequeña localidad kurda.

A partir de este momento comienza una odisea difícil de comprender. La obsesión de Kamiran era llegar a Alemania. No había otra opción en su pensamiento.

Contactó con los traficantes de personas a los que él denomina contrabandistas y salió de Turquía en dirección a El Cairo. De ahí viajó a Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador buscando siempre la forma de colarse en un vuelo a Alemania aduciendo en los aeropuertos que estaba en tránsito.

Al preguntarle este periódico a Kamiran por qué no pidió asilo político en alguno de estos países latinos su respuesta es tajante: “Sólo quería ir a Alemania”. Esa es la meca de los sirios junto a Noruega o Dinamarca.

Pero aquí no acaba la historia de este periplo. Finalmente lo embarcan con destino Madrid y tras estar detenido dos días en Barajas solicita asilo político, pero en el camino a la Oficina de Asilo decide escaparse con un amigo, en coche, a Dusseldorf (Alemania).

La vida de este kurdo errante todavía iba a complicarse más. Estaba aturdido, bloqueado, sin trabajo y su única obsesión era su hija Mahi, que ahora tiene 11 años y a la que quería llevar a Alemania para su rehabilitación.

Mahi había sido atropellada por un coche quedándose parcialmente inválida, con atrofia muscular y dificultad en el habla.

La presión de este hombre que había recorrido medio mundo, que había perdido, en manos de las mafias, todo el dinero que recaudó con la venta de su casa, que tenía a una de sus hijas inmovilizada y que vivía angustiado  por el futuro de su mujer y de sus cuatro hijos que tuvieron que abandonar Siria a causa del hambre y de los bombardeos y andaban deambulando por Turquía en busca de un campo de refugiados que los acogiese, decidió quitarse la vida.

Pero no lo consiguió. Poco después lo detuvo la policía alemana y al ver que el primer país europeo que había pisado era España lo expulsó y de esta forma acabó en el Centro de Acogida de Refugiados de Alcobendas.

Tras un año de estancia en el centro y gracias al apoyo peleón de su abogada Leticia Vidorreta, consiguió la “protección subsidiaria” ( un estatuto de refugiado light) que le permite residir en España y pedir la reagrupación familiar.

Ahora las obsesiones de este hombre serio y poco expresivo han cambiado. Con los ojos húmedos nos dice que lo único que ahora quiere es trabajo y reunir y cuidar de su familia. En especial de Mahi.

La historia de este hombre introvertido y que transmite sufrimiento durante toda la conversación es parecida a la de los 3 millones de sirios que han tenido que refugiarse en otros países huyendo de una guerra extremadamente cruel con la población civil. A la lista de estos refugiados hay que añadir los 6.5 millones de desplazados que han abandonado sus hogares dentro del país buscando zonas seguras.

España tan sólo concedió en 2013 el estatuto de refugiado a cuatro solicitantes y a otros 146 la “protección subsidiaria”. A pesar de estas bajas cifras muchos sirios quieren entrar en nuestro país para dirigirse a Alemania o países nórdicos donde son bien recibidos.

Por esa razón Amnistía Internacional denuncia que la “Unión Europea gastó casi dos mil millones de euros en proteger sus fronteras entre 2007 y 2013, frente a los 700 millones destinados a mejorar la situación de las personas refugiadas”. Este dato nos debería hacer pensar.

Kamiran: La locura siria