domingo. 28.04.2024
Ezequiel Curaba | Foto: Facebook

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Conviene desconectar de tanta amnistía, tantos Ábalos, Tellados e Isabel Díaz Ayuso, que ocultan cuestiones mucho más graves e importantes como el genocidio televisado en tiempo real en Gaza. Por eso, trato de dirigir mi atención hacia otras latitudes, como Sudamérica. Todos los países sudamericanos me han interesado especialmente por nuestros vínculos históricos. Y en estos momentos la situación de Argentina, un país muy culto, como muestran algunas publicaciones de sus editoriales, que creo merece la pena citar. Uno de los libros que he podido conocer ha sido La nueva derecha. Un análisis del conservadurismo radicalizado, de la politóloga austriaca Natascha Strobl publicado por Katz Editores. Buenos Aires, primera edición es de 2022. No es muy extenso, ya que tiene solo 157 páginas, pero es de profundo calado político. Como también otro libro La rebelión de los “pocos” contra “los muchos” de la politóloga y profesora Nadia Urbaniti, publicado también en Argentina, por la misma editorial Katz Editores. De ambos trataré de hablar en otros artículos posteriores, ya que ambos libros los tengo encima de mi mesa. De la misma editorial argentina, Katz Editores, es el libro de 2008, La dejación de España. Nacionalismo, desencanto y pertenencia de la socióloga española, profesora en la Universidad Complutense de Madrid, recientemente fallecida Helena Béjar. Igualmente quiero destacar la publicación en 2013, en otra editorial argentina, Amorrurtu/editores, del libro La fábrica del hombre endeudado. Ensayo sobre la condición neoliberal, deL sociólogo y filósofo italiano independiente, que reside en París, Maurizio Lazzaratoal que he recurrido y citado en diferentes artículos en este mismo medio

He tratado de informarme de la actualidad argentina por medios de allí. De la prensa de aquí, en gran parte desconfío. Uno de ellos, es la revista Anfibia, de la UNSAM, Universidad Nacional de San Martín, ubicada en la ciudad de San Martín, en el área metropolitana de Buenos Aíres. De sus últimos artículos publicados, quiero detenerme en cuatro, profundamente dramáticos y desoladores de la situación argentina. 

Ezequiel Curaba, de 21 años, vivía en la calle en un barrio del oeste de Rosario. Es una muestra de la desesperación, a la que se ven abocados muchos jóvenes argentinos

El primero, lleva un título suficientemente explícito, La política de desarmar la trama del cuidado popular. LAS OLLAS ESTÁN VACÍAS, que escribe Elena Faur e ilustra. Lucía Portillo. La entradilla es esta: “Cada mañana, trabajadoras y trabajadores empobrecidos, mujeres con sobrecarga de cuidados, jubilados y jubiladas llegan a los comedores que decenas de organizaciones sociales sostienen en los distintos territorios de nuestro país. Para buena parte de la sociedad ellas y ellos son “vagos” y el trabajo esencial que llevaban adelante todos los días las cocineras es invisible. Eleonor Faur reconstruye el esfuerzo cotidiano de quienes cocinan y suman horas a una labor nunca reconocida: el trabajo de cuidado comunitario para cubrir una demanda que no para de crecer. Ahora que el gobierno de Milei interrumpió el reparto de mercadería, lo que está en juego no es solo la gestión de la política alimentaria sino las redes impulsadas por mujeres y disidencias, trabajadoras de la economía popular y con ellas el modelo de sociedad.

El segundo, es mucho más dramático si cabe. Está publicado bajo la forma de Crónica, titulado Los caídos del sistema. LAS FIBRAS Y UNOS LÁPICES DE COLORES, que escribe Natalia Arenas e ilustra Francesca Cantore. Un inciso aclaratorio. Yo ignoraba el significado en Argentina del vocablo fibras, y le he preguntado esta misma mañana a una argentina, de nombre Bárbara que trabaja de camarera en la cafetería el Emir de Zaragoza, donde tomo café todos los días, muy atenta y diligente, que lleva ya años en España, y que cuando le hablo de su país muestra cierto malestar, me ha dicho que fibras son rotuladores de colores. Aclarado está. Es muy rico el español en toda Sudamérica. En la entradilla dice así: 

En General Pico, La Pampa, una nena de 13 años intenta llevarse útiles escolares de un negocio para el inicio de clases. Dos patrulleros, dos policías en moto y otros a pie la rodean y la llevan a la comisaría. Diez días antes, Ezequiel Curaba, cartonero de 21 años, muere electrocutado por un fallido intento de robo de cables de luz en un barrio del oeste de Rosario. Mientras, el ministro de Economía, Luis Caputo,destaca en primera persona “el esfuerzo que hoy estamos haciendo todos los argentinos”. También pide, en tercera, que “sigan aguantando, que en tres, dos, un año, somos otro país”. Cuántos malabares más para llegar, ya no a fin de mes, sino a la mitad. Cuántos útiles, remedios, pañales, leche, pan, se dejarán de comprar porque no alcanza. ¿Cuánto más?” General Pico es una ciudad argentina, la segunda en importancia de la provincia de La Pampa. Es a su vez la cabecera del departamento Maracó, al noreste de la provincia.

La entradilla, como acabamos de ver, es suficientemente clara y explícita, además de una muestra de la crueldad a la que puede llegar la especie humana. Por ello, me parece conveniente ampliarla y añadir nuevos detalles. La nena de 13 años acusada de robar; a la mañana vio salir a la mamá de su casa para comprar los útiles para ella y sus tres hermanas y después la vio volver con las manos casi vacías porque no le alcanzó la plata; una nena que a la tarde intentó llevarse de otro negocio, ese que ahora está rodeado de policías y sirenas, doce fibras y unos lápices de colores. A la nena la trasladaron en patrullero a la comisaría cuarta de General Pico, donde la demoraron. Su mamá la fue a buscar corriendo. Ella se puso a llorar y la abrazó. Su madre, Natalia, tiene 36 años y enviudó hace dos, cuando su marido murió de covid-19. Madre de seis hijas y abuela de tres nietos, es también el único sostén económico de ese hogar en el que viven todos. No tiene trabajo en relación de dependencia: se le haría imposible compatibilizarlo con las tareas domésticas y de crianza. Es buena cocinera. A veces la llaman para cuidar adultos o hacer catering, pero no siempre puede aceptar porque no quiere dejar solas a sus hijas más chicas. Las dos más grandes, de 19 y 22, ya terminaron la secundaria, pero están amamantando, así que tampoco pueden hacer mucho.

En cuanto a Ezequiel Curaba, de 21 años, vivía en la calle en un barrio del oeste de Rosario. Es una muestra de la desesperación, a la que se ven abocados muchos jóvenes argentinos. Robar cables para luego vender el cobre no es un delito nuevo, pero se intensificó en los últimos años al ritmo del precio del metal: a principios de 2023, un kilo costaba 1.950 pesos. Hoy ronda los 7 mil. Entre enero y febrero, la Policía detuvo en Rosario a 129 personas por este delito. Las internaciones por quemaduras también crecieron. La mayoría son varones de barrios populares que no usan ningún tipo de protección. Como Ezequiel. Su historia sobresalió porque en las redes se viralizó un video en el que se le ve apenas salido del pozo con el 90 por ciento del cuerpo quemado. Hubo miles de comentarios deseándole la muerte por “delincuente” y en los medios algunos periodistas hasta se burlaban de él. Ezequiel estuvo internado dos días y al tercero murió. Familiares, amigos y amigas hicieron una colecta para pagar el cajón, pero no les alcanzó la plata. Con lo que juntaron compraron flores y coronas. 

Creo que merece la pena conocer algo más sobre Ezequiel. Ha sido noticia en algunos medios, como OelDiarioAR, el cual, en una crónica de 17 de febrero, firmada por Alen Buchara nos cuenta que Ezequiel empezó la secundaria en 2019. En las clases de Lengua y Literatura le encantaba escuchar a la profe Melina, leer cuentos de Fontanarrosa y Cortázar y odiaba, como la mayoría, el análisis de las oraciones. Nunca llegaba tarde, siempre sonreía y miraba a los ojos con atención. Hablaba poco, al menos con los profesores, no se peleaba con nadie y era cariñoso y dulce con todo el mundo. Cuando en 2020 llegó la pandemia, la escuela Carlos Fuentealba no cerró del todo. Las chicas y los chicos del Barrio Santa Lucía, en el extremo oeste de Rosario, seguían yendo a buscar apuntes y comida, mientras juntaban plata para pagar los datos y cursar por Whatsapp. Ezequiel era uno de ellos. Casi nunca llevaba la tarea hecha pero siempre buscaba la ración para comer. Al año siguiente, con el regreso de las clases presenciales, no volvió. Los profes se lo cruzaban de vez en cuando por las calles de Rosario con un carro, trabajando de cartonero. El pasado 1 de febrero Ezequiel cumplió 21 años. Díez días después, el domingo pasado al atardecer, se metió en un pozo con su hermano para robar unos cables de luz. Estaban en Barrio Triángulo, a unas 30 cuadras de Santa Lucía, pero hacía un tiempo ambos vivían en la calle. Hubo una explosión y lo demás es conocido. Ezequiel cubierto de tierra, en cueros, tambaleándose con el 90% de su cuerpo quemado, reproducido en las redes y en los medios sin parar. Fotos, videos y miles de comentarios deseándole la muerte, titulares que lo trataban de delincuente, periodistas que se reían al aíre de lo que le había pasado.

- No quería que lo recordaran así- repite Melina Gigli, la profe de Lengua y Literatura. Melina buscó una foto donde se le ve sonriente y escribió:

“Él era Eze, mi alumno. Nuestro alumno. Él era muy dulce y andaba con un carro. Tuvimos muchas mañanas de mates y risas. Se medía en todo, pero siempre sonreía. Los últimos tiempos han sido difíciles para nuestros pibes, él tiraba de su carro. Andaba cirujeando. Le gustaban los cuentos, pero no leer, Era bueno. Tiraba del carro”. En el contexto de crisis económica que vive actualmente Argentina, el “cirujeo”, es decir, la práctica por la cual una persona sobrevive esencialmente de lo que extrae de las bolsas de residuos, se ha extendido en forma alarmante.

De esta muerte me pregunto, ¿habrá algún responsable? No hace falta ser muy perspicaz para encontrar la respuesta. Este sistema económico, que mientras enriquece cada vez más a unos pocos, arroja cada vez más a muchos a la pobreza, la exclusión y la miseria. Y luego nos lo venden como el mejor de los mundos posibles.

El tercer artículo de Anfibia, en forma de ensayo, lleva por título La estrategia de Milei. UNA SOCIEDAD ESTRESADA, que escribe Alejandro Grimson e ilustra Sebastian Angresano, con la siguiente entradilla: “La inflación que pulveriza las previsiones y relaciones sociales se combina con una vertiginosidad política y mediática que plantea la refundación del país, sin anestesia y de forma urgente. El gobierno de Milei trae consigo una estrategia novedosa: provocar, de forma permanente, a todos los sectores de la oposición, tanto de la política como de movimientos sociales. “Fueron por el precio del transporte, esperan protestas aisladas; van por la electricidad, aguardan algunos cortes de calles; detendrán la paritaria en un sector, la empujarán a su huelga sectorial —escribe Alejandro Grimson—. Buscan mantener a toda la sociedad en estado de agitación, en un híper estrés, fuera de quicio”.

Ya en el artículo propiamente dicho podemos leer: En la mayoría de los países de América y Europa pasó alguna una de estas dos cosas: o el tradicional partido de derecha se convirtió en uno de derecha extrema, o surgió una nueva fuerza de extrema derecha. Argentina es una excepción: pasaron las dos. (También en España han pasado las dos). Regla de oro: las fuerzas democráticas nunca deben acordar con las fuerzas de extrema derecha. Cuando lo hacen, habilitan su acceso al poder. En Alemania, hasta hoy, el cordón sanitario funciona; en la Argentina no. (En España tampoco ha funcionado como en Argentina). .Artículo, en el que he podido conocer al ser citado el libro mencionado al principio de estas líneas La nueva derecha. Un análisis del conservadurismo radicalizado, de la politóloga austriaca Natascha Strobl.

Y por último el cuarto artículo de Anfibia, en la modalidad de ensayo, titulado El estilo de comunicación de MIlei. EL PRESIDENTE TROLL, que escribe Silvio Waisbord e ilustra Juan Fuji, con una entradilla espectacular: “Milei no solo acuñó términos instalados en la jerga política argentina, como “la casta”, sino que maneja los códigos de la acción comunicativa contemporánea: su estilo es una mezcla de divulgador-evangelizador y troll. Insistir con el mercado desregulado y la bondad capitalista difícilmente movilice pasión de multitudes. En cambio, apelar a temas socio-culturales tiene mayor tracción comunicativa. Silvio Waisbord escribe sobre el elemento esencial en la comunicación de la reacción conservadora actual: el trollismo”.

¿Quo vadis, Argentina?