domingo. 28.04.2024

Javier M. González | @jgonzalezok |
Gabriela Máximo | @gab2301 | 

Durante los diez primeros años de dictadura, no hubo ninguna posibilidad de un movimiento de resistencia armada contra el gobierno. La brutalidad de la represión dejó paralizados a los grupos de izquierda que apoyaban al presidente depuesto Salvador Allende, y no hubo más que una resistencia simbólica que duró solo unas horas. Los militares golpistas, para justificar la brutalidad de la represión, exageraron la existencia de arsenales y guerrilleros extranjeros. Y lanzaron el bulo de un supuesto Plan Z, asegurando que el gobierno de Allende preparaba un autogolpe. Según llegó a asegurar el diario “El Mercurio”, el gobierno socialista habría fomentado “un plan de asesinato masivo de militares, dirigentes políticos y periodistas de oposición, sin olvidar a sus familias”. Puso fecha, incluso, a este supuesto plan, 17 de septiembre. El gobierno publicó después un Libro Blanco basado en este imaginario plan, que claramente era una operación de propaganda del régimen para justificar la represión y el estado de guerra. 

  1. OPERACIÓN RETORNO
  2. OBJETIVO PINOCHET
  3. ESCUCHA CHILE

La cacería que se desencadenó el mismo día 11 de septiembre contra los simpatizantes del gobierno de la UP fue ejecutada con especial saña en el caso de los integrantes del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario) y del Partido Socialista, los dos grupos que tenían cierta estructura militar e integrantes con conocimientos en el uso de armas. La cúpula del MIR fue eliminada en 1974, la del PS en 1975 y dos direcciones clandestinas del PC cayeron en 1976. La persecución se llevó a cabo con tal eficacia que en la próxima década el país viviría bajo la “paz de los cementerios”. 

Patricio Aylwin, primer presidente de la democracia (1990-94), contó en su libro El reencuentro de los demócratas que, cada vez que habló con Pinochet de los excesos de brutalidad y barbarie en que incurrió la represión de la dictadura, el general le contestó siempre lo mismo: “Estábamos en guerra, presidente, había diez mil hombres armados y nos iban a matar”. Similar argumento le daría al mismo Aylwin uno de los integrantes de la Corte Suprema, Rafael Retamar: “Mire, Patricio, los extremistas nos iban a matar a todos. Ante esta realidad, dejemos que los militares hagan la parte sucia, después llegará la hora del derecho”. 

La persecución se llevó a cabo con tal eficacia que en la próxima década el país viviría bajo la “paz de los cementerios”

En las primeras horas después del golpe hubo alguna resistencia. Desde tejados próximos al Palacio de La Moneda, francotiradores del GAP (la guardia personal de Allende), se mantuvieron durante unas horas disparando contra los atacantes por tierra del palacio. Una camioneta cargada con armas fue enviada a la industria Indumet, en la zona sur de la capital, donde se concentraba el aparato militar del PS. Al llegar, ya había allí una reunión de emergencia de socialistas, comunistas y miristas, que recibieron sus armas. Se discutió cómo organizar una columna para rescatar a Allende, pero fueron sorprendidos por Carabineros. Algunos lograron romper el cerco, como Miguel Enríquez, el líder del MIR. Hubo algunos enfrentamientos armados en poblaciones o barrios pobres, especialmente en La Legua, donde murieron seis carabineros; medio centenar de pobladores serían asesinados en los próximos cuatro meses. 

Dos altos dirigentes miristas, Andrés Pascal Allende y “El Coño” Aguilar, éste último jefe militar de la organización, fueron hasta la embajada de Cuba para retirar las armas que les habían prometido, pero los cubanos se negaron a dárselas sin una orden expresa del presidente Fidel Castro, que no llegó. 

Cristián Pérez, en su Historia del MIR, recoge la interpretación que hizo un importante miembro del aparato militar del PS sobre la poca resistencia de la izquierda al golpe. Se trata de Raúl Marcos, que participó en los combates de Indumet y La Legua: “En esa coyuntura adquirió decisiva importancia la ausencia de cursos de estado mayor en sus fuerzas, por lo que ese día les resultó difícil coordinar las operaciones para realizar un contragolpe. También faltó coordinación general en el plano político-militar entre el MIR y el PS”. 

En la mañana del mismo día 11, a un grupo de 36 militantes del PS que se encontraba en Cuba recibiendo entrenamiento militar, les ordenaron alistarse para volver inmediatamente a Chile, junto a un grupo de tropas especiales cubanas, para apoyar a las fuerzas leales a Allende. Sólo que no hubo leales y a los tres días se canceló la operación. 

La derecha tenía cierta razón al hablar de las armas que existían en Chile en poder de distintos grupos, solo que no eran nada frente a unas Fuerzas Armadas que lograron neutralizar a los generales y almirantes leales, y que disponían de todo el aparato militar a su favor. Como estableció el Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, toda acción armada había cesado en Santiago y su región a las 48 horas: “Las FF.AA. y de Orden lograron su objetivo más inmediato, control efectivo del país, sin focos de acciones armadas de partidarios del régimen depuesto, en muy pocos días. Se puede decir, en verdad, que dichas acciones fueron mínimas; irregulares respecto a su ubicación, forma y armamento empleado; descoordinadas, y sin la menor posibilidad de éxito ni siquiera en el nivel local”. Incluso en Concepción, cuna del MIR, la situación estaba controlada por los militares golpistas en cuestión de horas. 

Como estableció el Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, toda acción armada había cesado en Santiago y su región a las 48 horas

El grupo armado más importante en el momento del golpe era el MIR, que durante el gobierno de la Unidad Popular tuvo que enfrentar las permanentes críticas del PC por su “infantilismo revolucionario”. El mismo 11 de septiembre, ante la evidencia de que no había ninguna posibilidad de enfrentar militarmente al ejército, su máximo dirigente, Miguel Enríquez, ordenó el repliegue, la más absoluta clandestinidad y la consigna “nadie se asila”. A pesar de las precauciones, empezaron a caer importantes dirigentes, como Bautista van Schouwen, uno de los fundadores del grupo, que fue detenido, torturado y está desaparecido; o El Coño Aguilar, el jefe militar. 

El coronel Edgar Cevallos, segundo de inteligencia de la Fuerza Aérea, propuso la liberación de varios dirigentes, su amnistía y la posibilidad de salir del país si el MIR renunciaba a la lucha armada. En la negociación participaron Laura Allende, hermana del fallecido presidente, el obispo de Linares y Miguel Enríquez, además de El Coño Aguilar, que estaba detenido. Ambos rechazaron la oferta. 

Entre septiembre y octubre de 1974 fueron detenidas 21 personas de la red mirista más cercana a Enríquez y él mismo caería el 5 de octubre, asumiendo la jefatura Andrés Pascal Allende. El 16 de octubre de 1975, la dirección del MIR fue sorprendida por la DINA en una parcela de Malloco, en las afueras de Santiago. Algunos pudieron escapar, y partieron al exilio, quedando una mínima expresión del MIR en el país, sin estructuras. 

OPERACIÓN RETORNO

Se tardarán varios años hasta que restos de la vieja militancia del MIR en el exilio, más nuevos reclutas desencantados del PC, piensen en volver a Chile y en enfrentar militarmente a la dictadura. En septiembre de 1977 regresa clandestino Juan Miranda, el primer mirista en hacerlo, para implementar el Plan 78 o la Operación Retorno. En 1979 regresó, también clandestinamente, Andrés Pascal Allende. Y a fines de este año comenzaron las acciones, en forma de asaltos a bancos, para recaudar fondos. 

Su primera gran operación tuvo lugar el 15 de julio de 1980, cuando asesinaron al director de la Escuela de Inteligencia del Ejército, coronel Roger Vergara. El atentado se produjo en un momento político significativo, ya que Pinochet anunciaría dos semanas después la convocatoria del plebiscito constitucional. El 30 de agosto de 1983 llevaron a cabo su atentado más espectacular hasta ese momento, asesinando al intendente (alcalde) de Santiago, general retirado Carol Urzúa

Pero a los pocos días cayeron los integrantes del comando, el jefe del aparato militar y su segundo. Los supervivientes entraron en la nunciatura, el 16 de enero de 1984 y pidieron asilo político, logrando huir del país. Nuevamente la dictadura acaba así con el MIR, que solo logrará hacer en los años siguientes algunas acciones de poca monta. 

Entretanto, el PC fue variando su tradicional posición y empezó a pensar que solo con las armas se podía acabar con la dictadura de Pinochet. Dos años después del golpe, en 1975, los comunistas sacaron un documento titulado La ultraizquierda, caballo de Troya del imperialismo, en referencia a un texto de Lenin, en el que acusaban a grupos como el MIR de agudizar la crisis que provocó el golpe. Y después, de impedir la conformación de un Frente Antifascista (con la DC) para oponerse a la dictadura, con su posición de profundizar la lucha militar. 

La primera gran operación del MIR tuvo lugar el 15 de julio de 1980, cuando asesinaron al director de la Escuela de Inteligencia del Ejército

En Moscú, donde estaba exiliada buena parte de la dirigencia comunista chilena, la opinión era distinta. Boris Ponomariov, miembro suplente del buró político del PCUS y encargado de las relaciones internacionales, ya había advertido: “Una revolución ha de saber defenderse (…) Los acontecimientos en Chile vuelven a recordarnos que debemos ser capaces de responder con la violencia revolucionaria a la violencia reaccionaria de la burguesía”. Hasta Leonid Breznev, el máximo líder de la Unión Soviética en ese momento, dijo en un discurso ante el XXV Congreso del PCUS, (febrero de 1976): “La revolución fue sorprendida desprevenida”. 

A comienzos de ese mismo año, los dirigentes comunistas chilenos Volodia TeitelboimManuel Cantero y Rodrigo Rojas, se reunían en La Habana con la plana mayor de la dirigencia cubana: Fidel Castro, su hermano RaúlManuel Barbarroja Piñeira y Carlos Rafael Rodríguez. “Para que no les vuelva a pasar lo del 73, les ofrezco formar en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba a un grupo de jóvenes militantes suyos. En las FAR se prepararán los jefes del futuro ejército democrático chileno”, ofreció Fidel. Paralelamente, y de forma independiente, militantes del MIR y del PS seguían recibiendo cursos de guerrilla urbana y rural, de menor duración. En 1976 estos soldados formados en Cuba combatirán en Nicaragua junto a los sandinistas y después en El Salvador y Guatemala. Otro grupo de chilenos entraba a la academia militar de Bulgaria para formarse durante tres años. 

Cubanos y búlgaros, como serán conocidos estos nuevos oficiales chilenos formados en la isla caribeña y en el este de Europa, todos indicados por el Partido Comunista de Chile, serán la base para lo que luego sería el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que tendrá una intensa actividad armada entre 1983 y 1987. Después de esta fecha seguirían los operativos armados, pero ya sin el impulso del PC, que no admitía abiertamente su relación con el Frente. 

Fue en agosto de 1977 cuando se acabó con el tabú de la lucha armada en el comunismo chileno. En el Informe al Pleno del Comité Central al suroeste de Moscú, hacen una autocrítica: “Examinados estos problemas desde el ángulo de nuestras responsabilidades, es evidente que no nos habíamos preparado adecuadamente para la defensa del gobierno popular en cualquier terreno”. El secretario general, Luis Corvalán, irá haciendo sucesivas declaraciones llamando a todas las formas de lucha, incluyendo expresamente la insurrección armada: “Pinochet no podrá mantenerse en el poder por el tiempo que pretende, el derecho del pueblo a la rebelión pasa a ser cada vez más indiscutible”. 

La primera noticia de una acción militar patrocinada por el PC data del 11 de noviembre de 1976, cuando militantes comunistas volaron torres de alta tensión dejando a oscuras durante tres horas a parte de la capital, Santiago, y Valparaíso, la segunda ciudad del país. El 22 de febrero de 1981, en la noche inaugural del Festival de la Canción de Viña del Mar, un acontecimiento que aún hoy ven millones de chilenos, lograron provocar otro apagón que duró tres minutos, eternos para una transmisión televisiva. Un tal “Comando Manuel Rodríguez” se adjudicaba la acción y numerosos pasacassettes dejados en las calles reproducen su proclama a la desobediencia civil. 

La dirigencia del PC había decidido que ese sería el año de la sublevación nacional y nada mejor que culminarlo con la eliminación de Pinochet

Ahí estaba el germen de lo que será el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que oficialmente nació el 14 de diciembre de 1983, a las 22.30, cuando cargas explosivas en doce torres de alta tensión provocaron un gran apagón en toda la zona central del país. Un comunicante telefoneó a Radio Cooperativa y anunció que el Frente había iniciado una campaña de acciones combativas para ayudar a terminar con la dictadura. Dos días después, al tomar brevemente las instalaciones de Radio Carrera, afín al gobierno, dijeron: “Aspiramos hoy a terminar de una vez con Pinochet, su régimen, y su secuela de hambre, miseria y represión. La lucha emprendida por el pueblo continuará hasta la consecución de estos objetivos. Antes que éstos se concreten no habrá paz ni tregua. El FPMR ha llegado a la conclusión que a la dictadura solo será posible derrotarla haciendo uso de todas las formas de lucha, incluida la armada”. 

El año 84, cuando tienen ya 460 integrantes, será de plena actividad del FPMR. En noviembre, el diario “La Tercera” informa que ese año el Frente habría realizado “1.889 acciones desestabilizadoras, algunas de una envergadura técnica muy superior a las que hasta entonces había realizado la militancia comunista. En total se realizaron 1.138 atentados con explosivos, 229 sabotajes, 163 asaltos a mano armada, 36 atentados selectivos y 47 sabotajes mayores”. 

El FPMR estaba introduciendo armas de contrabando por la frontera con Perú. Pero no alcanzaba para las operaciones que requerían, por lo que se intentó la vía marítima. A mediados de 1986, un barco cubano cargado de armas llegó frente a Carrizal Bajo, una pequeña localidad pesquera, en una zona muy despoblada al borde del desierto de Atacama, a unos 750 kilómetros al norte de Santiago. Pero la operación fue descubierta por los servicios de seguridad. Eran unas 800 toneladas de armamento, aunque los rodriguistas lograron salvar una parte. La información oficial fue que las armas habían sido embarcadas en Cuba y Nicaragua e incluían 3.400 fusiles M-16, 117 lanzacohetes soviéticos y 119 cohetes antitanque.

Expertos de inteligencia norteamericana dijeron que había material suficiente para equipar a varios batallones de combate guerrillero, con armas norteamericanas y soviéticas. Existe la versión de que el general John Galvin, jefe del Comando Sur de los EEUU que por esos días visitaba el país, dio la información a los chilenos. Aunque la explicación más plausible parece ser que los lugareños vieron maniobras extrañas y las autoridades locales alertaron a los servicios de inteligencia. 

OBJETIVO PINOCHET

Aunque el golpe de Carrizal Bajo fue importante, el FPMR logró salvar armas suficientes para encarar la que sería su principal operación: acabar con la vida del dictador. Según cuentan Patricia Verdugo y Carmen Hertz en su libro Operación Siglo XX, el atentado a Pinochet, la jefatura del Frente venía dándole vueltas a la decisión de atentar contra el dictador desde finales de 1984: “Su análisis, tras las protestas populares de 1983, indicaba que había un clima prerrevolucionario que iría in crescendo y sus encuestas decían que la oposición concordaba respecto a que Pinochet era el obstáculo en la lucha para reconquistar la democracia”. Pero fue a principios de 1986 cuando se le dio luz verde a la operación. La dirigencia del PC había decidido que ese sería el año de la sublevación nacional y nada mejor que culminarlo con la eliminación de Pinochet. 

El plan original era un atentado con explosivos al paso de la caravana, inspirándose en el atentado de 1973 en España contra el almirante Luis Carrero Blanco

El dictador y su familia pasaban muchos fines de semana en su residencia de El Melocotón, en las estribaciones de los Andes, en un paraje más conocido como El Cajón del Maipo. El plan original era un atentado con explosivos al paso de la caravana, inspirándose en el atentado de 1973 en España contra el almirante Luis Carrero Blanco. Se llegó a construir un túnel que llegaba hasta la carretera y se compró una casa enfrente, donde se elaboraban empanadas como tapadera. Pero el Frente no contaba con suficientes explosivos, después de Carrizal Bajo. Se pasó entonces al plan B, que era una emboscada, en la que se emplearon fusiles M-16, lanzacohetes y granadas fabricadas artesanalmente. 



En el atentado participaron 21 fusileros o francotiradores, entre ellos una mujer -Cecilia Magni, la comandante Tamara-, a los que se les advirtió que participaría en una operación de la que sería difícil salir con vida. El jefe del comando era José Joaquín Valenzuela Levi, que había salido al exilio con su familia cuando tenía 15 años y que fue entrenado militarmente en la RDA y en Bulgaria. Había luchado en Nicaragua, regresando clandestinamente a Chile en 1984 y era considerado el mejor cuadro militar del FPMR. 

Poco antes de comenzar la operación, el grupo escuchó el último discurso de Salvador Allende. Era un domingo, 7 de septiembre de 1986. A las 18.40, la comitiva que acompañaba al dictador, compuesta por dos motociclistas de Carabineros y cinco automóviles, con un total de 21 personas de custodia -otros dos coches de la CNI los seguían a distancia-, se encontró con que un vehículo que tenía una caravana acoplada les obstruía el paso. Y casi inmediatamente comenzó el ataque. El blindaje del coche de Pinochet, el fallo de algunos de los lanzacohetes y la destreza de su chofer -Oscar Carvajal, que logró sacarlo del teatro de operaciones maniobrando marcha atrás- lo salvaron de una muerte segura. Solo tuvo unas pequeñas heridas en una mano. Pinochet viajaba con su nieto Rodrigo, de 10 años. 

Seguidores de Pinochet difundieron la versión, incomprobable y con claros visos de ser falsa, de que el general habría reaccionado queriendo salir del coche y enfrentarse a los atacantes. Juan Cristóbal Peña, autor de Los fusileros, libro que narra los pormenores del atentado, asegura que no hay ningún sustento para esto y que, por el contrario, ante los primeros disparos, Pinochet se echó al suelo. Tuvo que ser su nieto el que se levantara y corriera las cortinas de las ventanas traseras para que el chofer tuviera visibilidad y pudiera maniobrar para salir del lugar. 

El blindaje del coche de Pinochet, el fallo de algunos de los lanzacohetes y la destreza de su chofer lo salvaron de una muerte segura

Murieron cinco escoltas de Pinochet y otros 11 resultaron heridos. De los atacantes, solo hubo un herido. Lograron salir del lugar en varias camionetas, aparentando ser agentes de la CNI. Para Vasili Carrillo, que no participó directamente en el atentado pero tuvo el papel fundamental de facilitar las armas al grupo, más allá de que no se logró el objetivo, “lo más importante es que el Frente demostró en ese momento su tremenda capacidad, y esa capacidad está dada por las convicciones, por la mística de los combatientes”. 

A la madrugada Pinochet apareció en la pantalla de TVN explicando detalles del atentado. “Esto prueba que el terrorismo es serio, que es más grave de lo que están hablando y que ya está bueno que los señores políticos se den cuenta que estamos en una guerra entre el marxismo y la democracia”. En un acto posterior en el palacio presidencial de La Moneda con los altos jefes del Ejército, el general Santiago Sinclair, vicecomandante del arma, dice ante Pinochet: “Mi general, la figura sagrada de nuestro comandante en jefe ha sido víctima de un atentado. El Ejército lo repudia, lo condena y no lo perdona”. 

El gobierno impuso el Estado de Sitio y un grupo de la unidad antiterrorista Cobra, del Ejército, fue convocado para llevar a cabo la represalia. En el canal estatal de televisión (TVN) estaban por emitir La Guerra de las Galaxias, cuando apareció un extraño anuncio: “Se cita en forma urgente al club deportivo Papillon a una reunión en la sede social de Colina”. Se trataba de un falso aviso para convocar a los agentes que llevarían a cabo la criminal operación de venganza. Fueron detenidos y asesinados tres militantes comunistas y otro del MIR, entre ellos el periodista José Carrasco Tapia. Otro pudo salvarse por la acción de los vecinos, que dieron la voz de alerta. Un asesinato por cada uno de los escoltas de Pinochet muertos en la acción, aunque ninguno tenía nada que ver con el atentado. 

La dirección de la FPMR ordenó que los participantes salieran del país. La orden no fue acatada por todos, con lo que en las semanas y meses siguientes fueron cayendo en poder de los servicios de inteligencia. El primero fue José Moreno Ávila, alias Sacha, cuya huella digital se encontró en una botella encontrada en el lugar en el que el comando esperó antes de entrar en acción. No resistió a la tortura y entregó varios nombres. 

El gobierno impuso el Estado de Sitio y un grupo de la unidad antiterrorista Cobra, del Ejército, fue convocado para llevar a cabo la represalia

El fracaso del atentado lleva a que, entre enero y mayo de 1987 se produzca una crisis entre el PC y el Frente, y el partido decidió desactivar el FPMR, acusando a su dirección de “bajo nivel político” y “desviaciones militaristas”. Poco después se produce la “Operación Albania”, también conocida como “La matanza de Corpus Christi” en la que la Central Nacional de Informaciones asesina en un falso enfrentamiento a 12 militantes de la organización, entre ellos Ignacio Valenzuela Levy

Aún así, el FPMR seguirá activo como Frente Autónomo, incluso al llegar la democracia. En enero del 90 lograron fugarse del penal de Alta Seguridad de Santiago los 24 integrantes allí recluidos. En marzo de ese mismo año intentaron asesinar al general Gustavo Leigh, que integró la primera junta tras el golpe, que resultó herido. Días después asesinaron al senador Jaime Guzmán, ideólogo civil de la dictadura. En septiembre de 1991 secuestraron a Cristián Edwards, hijo del propietario del diario El Mercurio, al que liberaron después de cuatro meses, tras el pago de un rescate de un millón de dólares. Su última y espectacular gran operación fue en 1996, cuando un helicóptero dejó caer una canasta blindada en el patio de la misma cárcel de Santiago, logrando rescatar a cuatro de sus militantes, tres de ellos condenados por el asesinato de Jaime Guzmán. 

ESCUCHA CHILE

La estricta censura que impuso la dictadura y la eliminación de cualquier medio opositor, sumergieron a Chile en una total oscuridad, que solo pudo ser sorteada, en los primeros años, por las emisiones de varias radios extranjeras que llegaban a través de la entonces común onda corta. Hubo programas específicos para Chile en varias emisoras, como Radio Praga, Radio Berlín Internacional, Radio Habana o Radio Exterior de España. En este último caso el espacio se llamaba Chile Actualidad, iba de lunes a viernes y era dirigido por Carlos Seco. 

Volodia Teitelboim
Volodia Teitelboim

Pero la emisión más conocida era la de Radio Moscú, porque era allí, en la capital de la entonces Unión Soviética, donde estaban exiliados los principales dirigentes del comunismo chileno. Volodia Teitelboim regresaba a Chile de un viaje a la Unión Soviética cuando se enteró, en Roma, del golpe. Decidió volver a Moscú, donde un miembro del PCUS le dijo que debería hablar por Radio Moscú. Comenzaba ahí una emisión en onda corta que se mantendría durante los 17 años de la dictadura. El programa duraba media hora y se repetía en cuatro horarios diferentes. Participaban del espacio un ruso armenio, Guenady Spersky, los periodistas chilenos José Miguel Varas, y Eduardo Labarca, siendo los locutores Katia Olievskaia, que había vivido parte de su infancia en México, y Luis Cequini. La productora era la española Pilar Villasante. Pero el elenco de periodistas crecería con el tiempo, contando con la colaboración de un elevado número de informantes desde el interior de Chile, consiguiendo romper el cerco informativo al que estaba sometido por la dictadura. Lógicamente, junto a la información hubo también arenga y propaganda. 

“Escucha Chile, las noticias que la Junta esconde y prohíbe, lo que ocurre dentro de Chile y la voz de la solidaridad del mundo”

La primera intervención de Teitelboim, que mantuvo durante todos esos años un comentario político -Volodia comenta-, fue narrada por él mismo: “Llegué al estudio después de medianoche. Estaba solo frente a un micrófono de metal indiferente. Comencé a improvisar sabiendo que Allende había muerto y que La Moneda seguía ardiendo por el bombardeo de los Hawker Hunter. Hablaba más con el corazón que con la cabeza. Pero yo tenía que hablar para decirles que el crimen no sería aceptado por el mundo. Eso lo dije porque quería que fuese así. Y fue así. Aquella noche nació el programa Escucha Chile. Era el único chileno que estaba allí disponible en esa noche, en ese día nefasto. Meses después llegaron periodistas experimentados y se formó un equipo profesional que transmitió diariamente”. 

“Escucha Chile, las noticias que la Junta esconde y prohíbe, lo que ocurre dentro de Chile y la voz de la solidaridad del mundo” decían dos locutores al abrir el programa, con una suave música andina de fondo, interpretada por Inti Illimani. 


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Javier M. González | Corresponsal de RNE en América Latina y en Alemania. Cubrió información de Chile desde la transición hasta la muerte de Pinochet.


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Gabriela Máximo | Periodista brasileña de política Internacional. Cubrió diversos acontecimientos en América Latina y África para Jornal do Brasil y O Globo.


Matar a Pinochet