lunes. 29.04.2024
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Reunión de Friedman con Pinochet_en 1975. (Imagen: Revista Santiago)

Javier M. González | @jgonzalezok |
Gabriela Máximo | @gab2301


El 20 de marzo de 1975 llegaba a Santiago de Chile el economista Milton Friedman, el padre de la Escuela de Chicago. Fue recibido en el aeropuerto por entusiasmados economistas chilenos que habían pasado por la universidad americana, importando las ideas neoliberales y monetaristas que cambiaron radicalmente la estructura económica y social del país. Al día siguiente, se entrevistó durante casi una hora con el dictador Augusto Pinochet. En ningún momento de la semana que pasó en el país hizo referencia a la dramática situación de los derechos humanos. Y el resto de su vida se lo pasó intentando convencer que no era él quien había diseñado la política económica de la dictadura, tampoco el tratamiento de choque que tan graves consecuencias sociales causó a la población, y que su viaje tenía como motivo ver de cerca el experimento que estaban llevando a cabo sus discípulos, que quedarían conocidos como Los Chicago Boys.

Chile era en ese momento una especie de laboratorio socioeconómico. Fue el primer país del mundo en el que se logró imponer el modelo neoliberal, antes que Margaret Thatcher y Ronald Reagan impulsaran recetas semejantes en sus países. Pinochet no encontró dificultades. Su fórmula combinaba neoliberalismo con autoritarismo, sin cualquier espacio para protestas y demandas sociales. Todo el proyecto del gobierno socialista depuesto fue destruido.

Ese tratamiento de choque que alentaba Friedman se pudo aplicar gracias a la férrea dictadura civil-militar impuesta después del golpe de 1973, que arrancó de raíz cualquier oposición. Las primeras medidas económicas que tomó el gobierno de Pinochet castigaron severamente a los trabajadores: se congelaron los sueldos, se liberaron los precios y se aumentó la semana laboral (de 44 a 48 horas). Además, hubo un despido masivo de funcionarios públicos y se erradicó la actividad de los sindicatos y los centros de estudiantes.

Los muertos, desaparecidos y exiliados fueron parte del precio que los economistas y los civiles del régimen asumieron como necesarios para hacer de Chile el país que la derecha conservadora, la ultraderecha y los militares querían. Contaron con la ayuda de EEUU. -Nixon y Kissinger mediante- del Fondo Monetario Internacional, los bancos comerciales y la prensa conservadora mundial.

Preguntado al final de su viaje sobre la situación en Chile, Friedman contestó: “Mi diagnóstico es que el paciente sufre del virus déficit fiscal con complicaciones de tipo monetario”. El año 1974 el país había tenido una inflación del 369,2% y a principios de año seguía altísima; el déficit fiscal era del 4% y se financiaba con emisión monetaria.

La relación Friedman/Pinochet fue más allá de este viaje a Chile, incluyendo un interesante epistolario. Un mes después de su primera visita, el 21 de abril de ese 1975, el profesor norteamericano le escribía a Pinochet: “Hace unos cuarenta años, Chile, como muchos otros países, incluido el mío, se desvió por el camino equivocado, por buenas razones, no está mal, debido a los errores de los hombres buenos, no está mal. El mayor error, en mi opinión, fue imaginar al gobierno como el solucionador de todos los problemas, creer que es posible hacer el bien con el dinero de otras personas”. 

Casi simultáneamente a esta carta, Pinochet lanza el “Plan de Recuperación Económica” que contenía la receta de choque, inspirado en lo que hicieron Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Según declaró Friedman esos días a varios medios chilenos, se deberían eliminar los controles sobre precios y salarios, reforzar la situación fiscal para eliminar el déficit y habría que establecer un límite muy estricto sobre la cantidad de dinero (emisión).

El periodista Anthony Lewis, dos veces ganador del Premio Pulitzer, afirmó en una columna en The New York Times que la política económica de la Junta chilena estaba basada en las ideas de Milton Friedman, recordando que éste había visitado Santiago y “se cree que ha sugerido a la Junta un programa draconiano para acabar con la inflación”.

“Nunca pude decidir si debía divertirme o molestarme frente a la acusación de que administraba la economía chilena desde mi escritorio en Chicago”, escribió Friedman en memorias

“Nunca pude decidir si debía divertirme o molestarme frente a la acusación de que administraba la economía chilena desde mi escritorio en Chicago”, escribió Friedman años después en su libro de memorias Two lucky people, escrito con su esposa Rose, y que dedicó todo un capítulo a Chile. El primer portavoz de la Junta, Federico Willoughby, llegó a decir -incomprobable, ya que no dio ninguna precisión- que en 1978 Pinochet había tomado cuatro o cinco clases de Economía con el propio Milton Friedman.

En el momento de la visita del padre del neoliberalismo a Santiago habían pasado casi tres años desde que publicara una columna en The New York Times en la que afirmó: “La responsabilidad social de las empresas es incrementar las utilidades”. Sentencia que sirvió de guía a sus seguidores chilenos. La visita a Chile se producía un año antes de que le concedieran el Premio Nobel de Economía “por sus logros en los campos del análisis del consumo, historia y teoría monetaria y por su demostración de la complejidad de la política de estabilización”, segundo la Comisión Nobel.

Al llegar a Suecia, donde se habían exiliado muchos chilenos -unos 4.000 inmediatamente después del golpe-, Friedman tuvo escolta permanente. El día de la ceremonia alguien se puso en pie y gritó en inglés: Down with capitalism, freedom to Chile” (Abajo el capitalismo, libertad para Chile).

Los primeros pasos de los militares en materia económica, a partir de 1973, se dieron teniendo en cuenta lo que se conoció como El Ladrillo -aunque el título era Políticas de desarrollo-, un estudio de 187 páginas de un grupo amplio de economistas que hizo un programa para la eventualidad de un golpe, encargado por la Marina. De hecho, fue esta fuerza la que controló la economía, en el reparto entre las distintas armas.

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Milton Friedman

Los Chicago Boys solo asumieron la dirección plena de la economía después de dos años de comenzado el régimen. Antes hubo un período de ajuste económico relativamente gradualista para enfrentar el déficit fiscal. Es con la crisis de 1975 que entran en acción los Chicago Boys, cuando Sergio de Castro asume el ministerio de Economía y Jorge Cauas el de Hacienda, junto con numerosos economistas e ingenieros del mismo origen que ocuparon los principales organismos de decisión y planificación económica. Esta etapa seguirá hasta la grave crisis de 1982, que resultó en la salida de Sergio de Castro y sus muchachos, aunque volverían más tarde.

Los Chicago Boys chilenos tuvieron como principal objetivo reducir el papel del Estado limitándolo a la seguridad y orden público y el asistencialismo para la pobreza extrema. En los primeros seis años del gobierno, el gasto público se redujo del 40% al 26% del PIB. Y se instaló la idea de que era el mercado el único que podía lograr el crecimiento económico. Una de las primeras cosas que encararon fue la privatización de empresas públicas, pero también de las pensiones, la salud y la educación.

La ortodoxia de los economistas chilenos impuso otras reglas: apertura del comercio exterior, estableciendo un arancel único del 10%, frente al 94% promedio a fines de 1973; desregulación del sector financiero y liberación de los precios (pero no de los salarios, tampoco el tipo de cambio). Hubo un drástico recorte del gasto público reduciendo el plantel de empleados estatales, que en menos de cuatro años disminuyó un 20%.

Hubo un drástico recorte del gasto público reduciendo el plantel de empleados estatales, que en menos de cuatro años disminuyó un 20%

Cuatro años después del golpe el ministro de Hacienda anunciaba que el nuevo orden económico basado en la trilogía de la apertura económica, la liberalización financiera y la privatización del Estado, había sido completada: “virtualmente todas las medidas fundamentales relativas a este asunto han sido adoptadas”.

Pero las políticas aplicadas en estos primeros años no tuvieron el resultado que el gobierno esperaba. La inflación empeoró -un 375% en 1974-, subió el desempleo y muchas empresas tuvieron que cerrar como consecuencia de la competencia que suponía la apertura comercial total, después de ser uno de los países más cerrados del mundo. En 1975 el PIB cayó un 13%, la producción industrial se derrumbó en un 27%.

PRIVATIZACIONES Y FONDOS DE PENSIONES

En 1973, cuando se produce el golpe, el Estado administraba 596 empresas. De éstas, 325 eran firmas industriales intervenidas y 18 eran instituciones financieras. En 1974, la CORFO (Corporación de Fomento de la Producción) procedió a devolver 325 de estas empresas a sus antiguos dueños. En los años 80 hubo otra oleada de privatizaciones, tanto de empresas públicas como de las intervenidas por el Estado durante la crisis de 1982/83. Las privatizaciones se hicieron sin transparencia y beneficiando a altos ejecutivos de las propias empresas públicas y a dos grupos económico-financieros: el de Javier Vial, que controlaba el Banco de Chile, y el de Manuel Cruzat, del Banco de Santiago. Muchos empresarios colaboraron en las privatizaciones y consiguieron tener información privilegiada que les permitió adquirir empresas o acciones en condiciones muy favorables.

Muchos empresarios colaboraron en las privatizaciones y consiguieron tener información privilegiada que les permitió adquirir empresas o acciones en condiciones muy favorables

Pero, curiosamente, no se tocó al sector del cobre -nacionalizado por Allende- “por razones estratégicas”. A fines de 1974 el Estado chileno tuvo que pagar 142,7 millones de dólares como compensación a las expropiaciones a empresas norteamericanas por el gobierno de Allende. La Constitución pinochetista de 1980 declaró como “inalienables” los recursos del mineral. Y la razón es llamativa: por ley, una parte de los ingresos del cobre iba a parar, automáticamente, al ministerio de Defensa para la compra de armamento. Los demás gastos del ministerio, como sueldos, procedía de los presupuestos del Estado, como en el resto de los gastos administrativos del aparato estatal.

La idea de los tecnócratas era acabar con el “Estado empresario”. Se impulsó la tesis del “capitalismo popular” que luego haría célebre el gobierno británico de Margaret Thatcher. Y se incluyó a las empresas que se habían creado en sectores estratégicos de la economía, como telecomunicaciones, electricidad y siderurgia. Pero la realidad es que no surgió ese país de propietarios, ya que los principales beneficiaros fueron los altos ejecutivos de las empresas.

En 1980 Chile fue el primer país del mundo en acabar con el sistema de pensiones tradicional de reparto, mediante la creación de las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones), basado en la capitalización individual plena: ahorro obligatorio de los trabajadores en una cuenta individual, cuyos fondos son invertidos por las AFP en el mercado de capitales. El nuevo sistema benefició a las empresas que ya no tenían que hacer ningún aporte.

Las AFP tuvieron un papel importante en el proceso de privatización de las empresas públicas, llegando a adquirir el 25% de la venta del capital de las mismas. Y nuevamente poderosos empresarios como Vial y Cruzat se aprovecharon, creando AFP que captaron los ahorros de los trabajadores.  

LA CRISIS DEL “MILAGRO CHILENO”

El “milagro chileno” entró en crisis severa en 1982. Ese año Chile se hundió en la peor recesión desde 1930. El PIB cayó un 15%, la industria y la construcción cayeron más del 20%; el desempleo efectivo alcanzaría el 30% en el año 83. Se multiplicaron las bancarrotas y la deuda externa se duplicó en solo tres años.

En tres breves párrafos de una carta de los obispos en diciembre de 1982, que titularon El Renacer de Chile, se hace una descripción exacta de lo que estaba viviendo el país: “Alta cesantía (desempleo), caída de la producción, destrucción de importantes fuentes de trabajo, baja de los salarios reales, altos intereses, excesiva deuda externa y baja tasa de inversión configuran un problema muy serio. A la crisis económica mundial se añadió la nacional, que ha provocado pérdida de confianza y de credibilidad en la política económica, lo que hace más difícil superarla. La crisis económica va acompañada de una profunda crisis social que se manifiesta en una creciente miseria, en signos de violencia, en inseguridad y temor. Las organizaciones intermedias autónomas han sido destruidas o atomizadas y los medios de comunicación sufren de limitaciones por la censura”.

La crisis económica va acompañada de una profunda crisis social que se manifiesta en una creciente miseria, en signos de violencia, en inseguridad y temor

El precio fijo establecido para el dólar, de 39 pesos, estaba asfixiando la economía. De junio de 1979 a mediados de 1982, el tipo de cambio real tuvo una pérdida de un tercio de su poder adquisitivo, afectando muy especialmente a las exportaciones, por lo que el 14 de junio se decidió una devaluación del 18%, pasando el peso a cotizarse a 46 pesos, aunque en agosto ya llegaba a los 70.

Hasta el diario El Mercurio, un aliado incondicional y entusiasta del gobierno, reflejó el malestar por la marcha de la economía, en un artículo del 4 de abril de 1982: “Las cosas se están haciendo mal, se están manejando con una rudeza de inexpertos, lo que provoca desánimo en los partidarios del gobierno y pone a éste en peligro de quedar sin más defensores que sus aguerridos soldados”.

El artículo le costó el puesto al periodista, pero también tuvo consecuencias políticas: el 16 de abril de ese 1982, Pinochet le pide la renuncia al ministro de Hacienda Sergio de Castro, la figura más destacada de los Chicago Boys.

A fines de enero de 1983, cuando ya había alguna abertura en el régimen, más de 1.200 dirigentes sindicales firmaron una carta abierta a Pinochet en la que afirmaban: “Nunca en su vida como nación libre y soberana Chile ha enfrentado una crisis más grave y profunda como la que actualmente vivimos (…) Tras nueve años de gobierno autoritario podemos comprobar que la propaganda nos ha mantenido en un manto de engaño e ilusión, llamando milagro chileno a una locura consumista financiada con créditos extranjeros que pagaremos todos los chilenos; llamando democracia a un sistema político en que solo prima la voluntad de una persona porque no se mueve una hoja sin su autorización”.

La crisis en Chile se vio agravada por la decisión de México de intervenir la banca privada, suspendiendo todas las operaciones y provocando una virtual cesación de pagos. El crédito dejó de fluir hacia los países endeudados y en Chile las reservas se escapaban, llegando a irse 22 millones de dólares diarios. También hubo una crisis bancaria: las deudas impagas doblaban el capital y reservas de todas las entidades. En 1983, tres instituciones bancarias fueran declaradas en liquidación, otras cinco fueron intervenidas y otras dos quedaron en observación.

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Protesta en Chile en 1984.

El gobierno, no obstante, no fue indiferente y salió al rescate, otorgando préstamos a tasas subsidiadas y ayudas a los deudores en moneda extranjera. El costo para el Estado fue de 6.000 millones de dólares, equivalente al 35% del PIB de 1986. 

Los factores internos de la crisis fueron explicados por Carlos Huneeus en su libro El régimen de Pinochet. Habla de las debilidades del modelo económico y la rigidez de sus principales conductores, que creyeron que el mercado resolvería los problemas: “Pensaron, además, que los militares mantendrían la calma en medio de la tormenta, reprimiendo las protestas de los trabajadores con la misma energía que habían actuado en los inicios de la administración”.

¿Hubo milagro económico? El mismo Carlos Huneeus sostiene que la gestión de Pinochet “muestra resultados más bien modestos en términos de crecimiento, empleo e inflación (…) Sin embargo, la evaluación económica del régimen militar debe ir más allá de los índices macroeconómicos, pues sus reformas cambiaron radicalmente la estructura productiva del país y produjeron el despliegue en esa área (…) En términos sociales se descuidó a los estratos bajos que vieron afectados sus niveles de vida porque las políticas de estabilización se hicieron a costa de disminuir los recursos destinados a educación, salud y vivienda”.

En términos sociales se descuidó a los estratos bajos que vieron afectados sus niveles de vida porque las políticas de estabilización se hicieron a costa de disminuir los recursos destinados a educación, salud y vivienda

El economista indio Amartya Sen, en su libro Hunger and Public Action, escribió a propósito del desempeño económico chileno de esos años: “El llamado experimento monetarista, que duró hasta 1982 en su forma pura, ha sido objeto de mucha controversia, pero pocos han afirmado que sea un éxito… La característica más conspicua del período posterior a 1973 es la de considerable inestabilidad… sin una tendencia ascendente firme y consistente, por decir lo menos”.

Solo a partir de 1985 se puede decir que la economía despega y alcanza niveles de crecimiento. Desde ese año hasta 1997, el crecimiento alcanza una tasa anual del 7,9%.

El columnista Noah Smith, de la agencia “Bloomberg”, recordó en un mensaje reciente en Twitter que el crecimiento anualizado del PIB real per cápita en los años de Pinochet (1973-1990), fue del 1,6%. Por el contrario, el crecimiento anualizado en los 17 años posteriores (1990-2007), fue del 4,36%. “Pinochet está bastante sobredimensionado”, concluyó.

Juan Gabriel Valdés, ex ministro de Exteriores de la democracia, actual embajador en Washington y autor del libro Los economistas de Pinochet, afirma que la introducción del modelo neoliberal causó una fuerte caída del salario real, un aumento dramático del desempleo y un deterioro, por casi una década, de los servicios sociales, particularmente la salud y la educación. Y concluye que “la enorme brecha entre ricos y pobres durante este período es, hasta hoy, el legado más oneroso” que recibió la democracia chilena.

EN PLENA GUERRA FRÍA, LAS BECAS PARA ALUMNOS CHILENOS EN CHICAGO PRETENDÍAN SER UN ESCUDO PARA EL AVANCE DEL COMUNISMO

JGM y GM
La influencia de la Escuela de Chicago en Chile tiene una historia que se remite a 1955. Ese año visitaron el país cuatro profesores americanos -el historiador Earl J. Hamilton y los economistas Theodore Schultz, Simon Rottemberg y Arnold Harberger- que firmarían un acuerdo de colaboración académica con la Universidad Católica, con becas para la formación de alumnos chilenos en la Universidad de Chicago. Para recibir a Milton Friedman en su primera visita a Chile, estaban en el aeropuerto dos alumnos chilenos, Ernesto Fontaine y Sergio de Castro, que ocuparían cargos clave en el gobierno de Pinochet. Y que estarían entre el centenar de alumnos de la Universidad Católica becados para hacer cursos de postgrado en Chicago.

El libro Chicago Boys, de Carola Fuentes, cita un memorándum secreto del Departamento de Estado en plena Guerra Fría que habla del financiamiento de becas de estudio para jóvenes latinoamericanos como parte de una ofensiva destinada a contrarrestar la influencia comunista en el continente, citando como países prioritarios a Chile, Brasil, Guatemala y Bolivia. En los años 50 y 60, en América Latina, y en Chile en particular, las teorías estructuralistas, de la dependencia y de la sustitución de importaciones que alentaba el argentino Raúl Prebisch desde la Cepal (Comisión Económica para América Latina) eran predominantes.

A su regreso de Chicago, estos jóvenes economistas se organizaron y muchos encontraron acomodo en la Universidad Católica de Chile. Tras el golpe, muchos se convirtieron en asesores técnicos, pero pronto accedieron a los puestos más importantes de decisión económica, con la anuencia de Pinochet, permitiendo que Chile fuera un país pionero en la aplicación de las políticas neoliberales, antes que el Consenso de Washington (1989).


Imagen de portada: Revista Santiago


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Javier M. González | Corresponsal de RNE en América Latina y en Alemania. Cubrió información de Chile desde la transición hasta la muerte de Pinochet.


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Gabriela Máximo | Periodista brasileña de política Internacional. Cubrió diversos acontecimientos en América Latina y África para Jornal do Brasil y O Globo.


Los Chicago Boys y el "milagro económico"