jueves. 28.03.2024

 “Como todos, trato de mantenerme a flote, y mantener conmigo a  quienes quiero, en las aguas bravas de la historia” Robert Zaretsky (Historiador)


No es un epígrafe caprichoso, o que yo haya puesto como adorno o arandela del escrito. El epígrafe, literalmente “lo que está encima del escrito”, debe contener la esencia del escrito pero, en ningún caso, reemplazarlo. De ser así, el escrito sobraría. Hay casos… Espero que el mío, no esté entre ellos.

Antes de la llegada de Lula al gobierno (¿al poder?), escribí un artículo en este mismo diario, en que, a pesar de mis deseos porque ganara, hacía la pregunta, basada en un realismo no tan mágico, acerca de si él no ganaría más perdiendo. Ese escrito, al cual me ceñiré ahora en parte, porque lo considero apropiado, sonaba fuerte en medio de estas circunstancias que vive el mundo, en las que una coma puede valer o, por lo menos, puede parecer que vale mucho. De aquí el título de este artículo que hace referencia a un triunfo “pírrico”.

Veamos por el porqué del apelativo:

Érase una vez un rey, Pirro del Epiro, región ubicada en la antigua Grecia frente a la zona plantar de la bota italiana.  Apodado “El Águila” por sus soldados, este general habitó la vida a fines del siglo IV y principios del III A.C. Se enfrentó a los romanos que estaban expandiéndose y les ganó, casi perdiendo. O sea, perdió buena parte de su ejército de tal manera que exclamó: con otro triunfo como este, estaremos muertos. De ahí viene la expresión, “triunfo pírrico”. De todas maneras, los romanos, al final, dominaron el Mediterráneo y alrededores.

Vayamos a la Iberoamérica de hoy:

Los diarios se llenan de titulares anunciando un ascenso de la izquierda. Y se nombran los países donde ahora hay gobiernos con esa denominación que, a veces, no la usan ni los mismos gobiernos porque no se sabe qué es eso hoy. Y se nombran entonces progresistas, término en el cual cabe cualquier cosa. Hasta la derecha no fascista (?). Quizás se deba a que la antigua derecha se volvió fascista, y la vieja izquierda, se volvió derecha.

Perú para el que hay que inventar una metaconceptualización porque tuvo un presidente elegido por la izquierda que no tuvo problema en reconocer que no estaba preparado para el cargo

Aquí están, en orden cronológico. Advertimos que dejamos por fuera Venezuela, en este momento un régimen de muy difícil denominación, querido por algunos de la izquierda pero odiado por muchos de la derecha, a la vez que castigado por Estados Unidos y socios, por salirse del hato de Occidente. Nicaragua, una “patro-matrocracia”, supuestamente de izquierda pero con sin problemas con el capitalismo, y el Perú para el que hay que inventar una metaconceptualización específica porque tuvo un presidente elegido por la izquierda que no tuvo problema en reconocer que no estaba preparado para el cargo. Fuera de eso, el congreso trató de sacarlo de la presidencia muchas veces, desde el comienzo de su mandato, sin haber podido hacerlo pero, cuando el presidente trató de cerrar el congreso, por primera vez, éste lo despojó del cargo dado que la Constitución no es presidencialista sino congresional. Entre paréntesis, hay que recordar que, según las encuestas, dentro de las malas valoraciones, la del congreso era peor que la del presidente. Ahora, bajo el mandato de la presidenta Boluarte que, supuestamente, continúa el gobierno de izquierda, ya van más de cincuenta muertos por protestar por la defenestración del presidente y por la marginalidad social a que han estado sometidas las regiones protestantes.

Entonces:

La Bolivia nacional-reformista de Evo Morales y Álvaro García Linera (no podemos dejar por fuera a este verdadero intelectual “orgánico”, en el sentido gramsciano) a mi juicio, el régimen más untado de pueblo por la vinculación concientizada de las anteriormente marginadas y despreciadas masas indígenas. Ahora con el presidente Arce, haciéndole frente a la racista, excluyente e independentista región de Santa Cruz, siempre lista a desmembrar el territorio nacional y a usufructuar los mejores recursos.

El hecho de nacionalizar algún recurso para redistribuir, no hace socialista al país. Algún reformismo y el capitalismo marcha con buena salud. De todas maneras, el régimen mejor valorado desde la perspectiva de la “izquierda”.

La Bolivia nacional-reformista de Evo Morales y Álvaro García Linera es el régimen mejor valorado desde la perspectiva de la “izquierda”

La Argentina del kirchnerismo, una mezcla de corrupción y ayuda estatal a los más pobres, que por las deudas del Estado y su poca captación de recursos, se hace cada vez más inviable.  Pero, eso sí, es “progresista”, o del grupo de izquierda. El capitalismo campa a sus anchas, bajo la férula del Fondo Monetario Internacional (FMI).

El México de López Obrador, una promesa, si no, una ilusión de “izquierda” que se desvanece con su actuar político aunque siga deslumbrando a buena parte del pueblo con sus discursos populistas y sus relumbrones “antiimperialistas” que se contradicen con su inclinación de cabeza ante el poder y los dictados del vecino norteño. Su antifeminismo, su anti-ecologismo, su compromisos con grupos religiosos anti derechos humanos, el aumento de la violencia, en todo sentido, especialmente contra las mujeres, la situación de explotación de los trabajadores y trabajadoras de las “maquilas”, el intento de pasar sobre la Constitución habiendo prometido cumplirla, y la creciente militarización de la sociedad, en todas las esferas del vivir social, ponen más que en duda el apelativo “izquierda”, e incluso, el de “progresista”. A veces se siente patética la manera como se pretende clonar (más en las palabras que en los hechos), el gobierno de Lázaro Cárdenas. 

El México de López Obrador, una promesa, si no, una ilusión de “izquierda” que se desvanece con su actuar político aunque siga deslumbrando a buena parte del pueblo

La Honduras de los Zelaya. Dejemos que sean los representantes populares y los analistas los que nos digan que el gobierno que encabezan Xiomara Castro y su esposo el expresidente Manuel Zelaya, representa realmente algo de los intereses populares en los beneficios que corresponden a un Estado social, y que no gobiernan con base en el nepotismo y para el círculo oligárquico al cual han pertenecido, como opinan algunos que esperaban un cambio. Es claro que no puede cambiarse un país de la noche a la mañana pero, a los políticos se les conoce por lo que hacen…

El Chile de Boric. Promesas y más promesas de cambiar el statu quo. Discursos contra la derecha y contra la vieja izquierda. Pérdida en la primera vuelta. Olvido de primeras promesas y aparición de nuevas en su “corrimiento” (casi que “corrido, y muy mentado” como el de Juán Charresqueado) al centro que es el punto de la indefinición, es decir, el no-punto. Ganó, es cierto pero no por el voto a favor, sino por el voto en contra. Y eso se vería luego. Quien no lee los números, no puede explicar la vida. Si no, preguntémosle a Pitágoras. Los sentimientos y deseos no se numeran. Luego al gobierno, que no al Poder, ya que este va a decirle a Boric cómo gobernar. El presidente, frente a su nueva situación, que va a definir su actuación, responderá con frases malabarísticas tratando de quedar bien con todos, puntualizando que hay que ir despacio. Sobre todo, después del fallido Referendo Constitucional. Esto implica incorporar a la antes denigrada vieja izquierda. Porque ella, con la vieja derecha y la ultraderecha, tienen la mayoría parlamentaria y, ahora, será el Congreso (para eso fue inventado) el que diga cómo y quiénes harán la nueva Constitución, en caso de que se decida tenerla. Dicho y hecho: ahora, la derecha de todas las denominaciones, tendrá las manos y los bolígrafos que escribirán los artículos “razonables” (que para ella serán racionales), de la nueva Carta de Convivencia. Quienes votaron por Boric, esperando el cambio prometido, tendrán que seguir esperando porque hay que ir despacio que, en nuestro contexto político significa ir de para atrás. El conflicto social está represado, no solucionado. Y esto es válido para toda Iberoamérica.

Quienes votaron por Boric, esperando el cambio prometido, tendrán que seguir esperando porque hay que ir despacio que, en nuestro contexto político significa ir de para atrás

La Colombia “progresista” de Gustavo Petro: dice la prensa y los comentaristas que, por primera vez Colombia tiene un gobierno de izquierda. Pues, para acceder al gobierno, Petro tuvo que decir, claramente que no iba a haber socialismo y que uno de sus objetivos era la lucha contra la pobreza y la corrupción y en favor de la ecología, comenzando por buscar la paz con todos los grupos alzados en armas, incluidos narcotraficantes. Con relación a esto último, pide que Estados Unidos cambie el sistema de lucha contra la droga. Su programa aspira, también a cumplir el pacto que se hizo con las FARC bajo el gobierno de Juan Manuel Santos y a desmovilizar a la otra guerrilla, el ELN. Además, busca una reforma en el campo de la salud, una reforma política y  la autonomía en la producción de alimentos. Eso y mucho más. Aclarando de nuevo, una y otra vez, que no iba a haber comunismo, ni socialismo sino, básicamente, el cumplimiento de la Constitución. Todo eso sin alebrestar a los poderes tradicionales que amenazaron con sacar los capitales (de hecho, algunos lo hicieron) lo cual llevaría, automáticamente a la devaluación del peso como, en parte, ocurrió. Los terratenientes gritaron que defenderían sus tierras con todos los métodos posibles, que la población colombiana ya sabe cuáles son. De todas maneras, hay que dejar en claro que en Iberoamérica, es subversivo pedir que se cumpla la Constitución, ese documento de buenas intenciones que se redacta tratando de dar gusto a todos y, que luego, se reglamenta, desde el Congreso, para dejar de pie los intereses particulares, acudiendo al “espíritu del legislador” que es, siempre, la negación del Espíritu.

Los terratenientes gritaron que defenderían sus tierras con todos los métodos posibles, que la población colombiana ya sabe cuáles son

Con una representación parlamentaria, apreciable pero no mayoritaria, Petro ha tenido que aliarse con sus enemigos tradicionales, los mismos a quienes criticaba desde el Senado. No tenía otra opción si quería ver aprobados sus proyectos o, por lo menos, algunos. Y algo ha logrado, aunque sus proyectos han sido convenientemente “peluqueados”, de acuerdo con los intereses de los partidos del “Establecicimiento”. Eso es de esperarse en este tipo de alianzas. Pero, para Petro, es lo que hay, y es inevitable, por más que tenga que aguantarse las críticas venidas de su propio movimiento político, en el sentido de enrostrarle que dónde está el cambio y que está gobernando con los mismos de siempre, que sí saben para qué están ahí, por qué son mayoría, y para dónde van. De los cuatro años de gobierno, ya lleva seis meses y ahí está batiéndose para cumplir sus promesas de campaña, afrontando la herencia recibida de una deuda gigantesca, un déficit fiscal y de la balanza de pagos que no hay cómo cuadrarlos; millones de personas en la pobreza, muchos de ellos fruto del desplazamiento por la violencia, la clase media en la cuerda floja y en proceso de proletarización… Aunque el país no tiene problemas de seguridad internacional, ya que ha entrado a la OTAN y hay en su territorio siete bases militares norteamericanas, lo cual le indica a Petro que, para la política exterior de los Estados Unidos, Colombia es en América del Sur y el Caribe, la joya de la corona.

De los cuatro años de gobierno de Petro, ya lleva seis meses y ahí está batiéndose para cumplir sus promesas de campaña, afrontando la herencia recibida de una deuda gigantesca

Y llegamos a Brasil, todavía con los tiestos rotos y las obras de arte destruidas por la avalancha bolsonarista (o bolsonaro-trumpista), comentando la cual ya se han derramado toneladas de tinta.

Antes de los resultados de la segunda vuelta, escribía yo, en el artículo referido al principio lo siguiente: Pero,  si gana Lula, ¿con qué Estado se encontrará? Pues con un Estado en ruinas, con un déficit fiscal aumentado ahora, con las promesas presidenciales del, todavía, gobernante; con una deuda estratosférica, a nivel interno y externo, crecida mucho más ésta, por la devaluación de la moneda; con los gobernadores, el congreso y las instituciones armadas en contra. Con una sociedad dividida en pedazos por la pobreza extensa y la riqueza concentrada; con el odio predicado desde arriba, impregnándolo todo; con la Amazonía humeando, mucho más, a partir del momento en que Bolsonaro perdió las elecciones y, sin duda, también, con los organismos internacionales exigiendo responsabilidad fiscal, al máximo para desembolsar algunos denarios, mientras, a los ocho días, a lo sumo, las jaurías opositoras gritando en la calle contra el nuevo presidente y pidiendo su destitución por no haber cumplido con el programa prometido con lo cual un “neo-rousseffazo”, no sería imposible. Lula debe entender que la situación del país es muy distinta a la de sus primeras presidencias, y que las “negociaciones” que hizo, entonces, con los miembros del congreso, y el alto valor de las materias primas que le sirvió para sacar a millones de la pobreza, y para enriquecer más a los ricos, no volverán a repetirse. Menos en estas condiciones de recesión mundial que afectará a Estados Unidos, con la economía china de capa caída. Y con una Europa que cada día parece más una “Europita”.

Y ahí está Lula, furioso, tratando de hacer cumplir la ley. Con un gobierno que no es de izquierda, sino el resultado de una alianza por la democracia que incluye a un sector de la derecha no “bolso-fascista”.

La asonada contra las instituciones, no son sólo un aviso para Lula de lo que está dispuesta a hacer la última derecha nombrada que forma parte de una red internacional, sino también, para mostrarle al presidente cuál es su situación política, que necesita del apoyo americano y que, quizás, no haga bien, caminando animado por la Ruta de la Seda. 

Lula, furioso, tratando de hacer cumplir la ley. Con un gobierno que no es de izquierda, sino el resultado de una alianza por la democracia que incluye a un sector de la derecha

Concluyendo:

Aunque los analistas nos digan que hay que estudiar a cada país en su contexto para entender las diferentes maneras de manejar el gobierno, lo cual es cierto, también es cierto que dicho contexto es meramente un espacio pequeño más allá del cual, o mejor, sobre el cual, pero en íntima relación, está el gran contexto mundial, determinado o tejido por el gran poder de las Corporaciones Transnacionales de acuerdo con el cual no se permite implementar política seria alguna en ningún país si ellas no lo permiten. Dichas Corporaciones, con sus aliados internos, los beneficiarios de la armadura social, controlan las instituciones del Estado, máxime, las Fuerzas de Seguridad que son el Can Cerbero del sistema. Por si tuvieran dudas, pregúntenle a la historia de América Latina.

Por otro lado, mirando los programas de estos gobiernos: durante las campañas presidenciales crearon ilusiones como dinosaurios que, al entrar a la gubernatura y encontrarse con la tremenda realidad de los países, y agarrados con las tenazas de los intereses establecidos, internos y externos, esos sí verdaderos PODERES, así con mayúscula, los grandiosos proyectos, quedaron convertidos en lagartijas. O, en otras palabras, en reformitas. Y en la continuidad de los discursos centenarios de lucha contra la pobreza, contra la corrupción, contra la destrucción del medio ambiente, en favor de la vivienda social, de la salud, de la protección de la niñez,  de la construcción de infraestructuras, de la renta básica, de la educación con la preparación de maestros y computadores para cada estudiante (pregunten en Colombia), mejora o establecimiento de universidades (aunque no haya empleo para los doctorados), et caetera, como dirían los romanos.

Así que la denominada “Izquierda”, o “Progresismo”, queda reducida a “reformismo”, así, con minúscula. No por culpa de los gobiernos, o de la incapacidad de algunos de sus miembros, sino del sistema social, como un todo, convertido en aplanadora mundial de extracción de ganancia; aplanadora que engulló la política, dejando a la gran mayoría de los políticos, negociando su participación en la ganancia. Aunque sean migajas. Dice el expresidente José Mujica,refiriéndose al asalto de los bolsonaristas en Brasil, que la lucha ya no es entre izquierda y derecha sino entre democracia y totalitarismo. Debo agregar aquí que analizando la “economización” de la política, yo había escrito en el año 2005, en mi libro Rostros del olvido“Ya no hay derecha ni izquierda como modelos de convivencia social; no hay una simbología que represente a la historia como duro proceso de lucha por la desalienación humana. No. No hay tal cosa porque la historia ha terminado. Sólo ha quedado en pie la soberana lógica del capital, desligada del bienestar colectivo y liberada de ataduras políticas, filosóficas o religiosas”.

Dice el expresidente José Mujica, refiriéndose al asalto de los bolsonaristas en Brasil, que la lucha ya no es entre izquierda y derecha sino entre democracia y totalitarismo

Pero, con relación a lo que dice el expresidente Mujica, yo me preguntaría: ¿qué democracia es la que estamos salvando? ¿Aquella en la cual el demos  es lo que entenderíamos por pueblo social, es decir, la totalidad de los habitantes de un país, o como se entendió en Grecia que dio origen a la palabra? ¿O quizás, tal como se concibió en su refundación en el mundo moderno? Porque en Grecia se entendía por demos, un grupo de varones, comerciantes, artesanos, y  tenedores de tierras que no eran nobles. No formaban parte del demos: las mujeres, los que tenían deudas, los esclavos y, en general, los pobres. En un término ahistórico, por supuesto, lo que llamaríamos la clases bajas. Para ellos existía otro término: oklós(multitud, chusma) y su gobierno se llamaba oklocracia.

El mundo moderno, con toda la prédica de la Ilustración sobre la igualdad, copió el modelo griego. Para poner dos ejemplos:  el primero con el inicio de la Constitución de los Estados Unidos : “Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos…”. Y surgió la varonil democracia americana, sin mujeres, sin esclavos, sin la gente que no tenía algún tipo de propiedad. 

En lo que hoy es Colombia, don Camilo Torres y Tenorio, representante de los criollos que impulsaron la Independencia en Hispanoamérica, decía claramente, quiénes eran los hombres que valían como sujetos políticos (los que eran hombres), en el llamado Memorial de Agravios, dirigido a la Junta de Cádiz que elaboró la primera Constitución propiamente española en 1812: “…Somos hijos, somos descendientes de los que han derramado su sangre por adquirir estos nuevos dominios a la Corona de España; de los que han extendido sus límites y le han dado en la balanza política de la Europa, una representación que por sí sola no puede tener. Los naturales conquistados, y sujetos hoy al dominio español, son muy pocos o son nada en comparación de los hijos de los europeos, que hoy pueblan estas ricas posesiones…” [Señalado mío]. Y se hizo la Independencia y se estableció la Democracia (católica) sólo con varones notables, es decir, sin mujeres, sin esclavos, sin indios, sin pobres, porque para tener derechos políticos se necesitaba algún tipo de riqueza.  Sus Constituciones, en términos generales, comenzaban más o menos así: “En nombre de Dios, fuente de todo poder, y del pueblo, su representante, Nosotros…”.  Por fuera quedaron los otros, esa gente pobre y de piel oscura que, para los constituyentes, no era gente. Y ¡las mujeres! Como siempre, en esa nuestra historia androcéntrica.

Da la casualidad que el capital, amo y señor del mundo ha dicho que no quiere saber nada de política porque no hace falta

¿De verdad creen ustedes que la tal democracia ha cambiado mucho en estos doscientos años, sólo porque los y (ahora) las mayores de edad, pueden meter una papeleta en un cajoncito de madera o de cartón?

Entonces: si ustedes creen que hay una democracia incluyente (quizás esto no suene bien, pero tiene sentido), luchen por salvarla del totalitarismo. De lo contrario, me temo que tendremos que ponernos a construir una democracia, con pueblo. Para que tuviera sentido, a este régimen, quizás podríamos llamarlo pueblocracia,  porque, como sea, demos es una palabra caduca, por disfuncional.  Porque tiene entrañas discriminatorias y, por lo tanto, antihumanas. Pero, da la casualidad que el capital, amo y señor del mundo ha dicho que no quiere saber nada de política porque no hace falta ya que, ahora, cada uno y cada una  deben ser gerente o manager de sí mismo, o womenager de sí misma, respectivamente. Y que, con relación al Estado, debe estar ahí única y exclusivamente para dos cosas: por un lado, subsidiar, dar contratos a las empresas y salvarlas cuando quiebren y, por otro, “neutralizar” a cuanto ente humano proteste.

Un régimen de IZQUIERDA, así, con mayúscula, tiene que ser aquel que sea capaz de domesticar el capitalismo y hacer que cumpla una función social (no es posible en solo país), y no contentarse con las migajas de las “reformitas” porque el descontento y la degradación social aumentarán. Y los “izquierdistas”, serán acusados por sus oponentes, y por los mismos que les votaron, de ser incapaces de gobernar en favor del pueblo. Y la respuesta, se llamará fascismo que nos sonríe por todo el planeta, con cara de futuro.

En este contexto, tal vez valga la aplicación del epígrafe. Aclarando que quiero a la humanidad toda. Aunque sea porque, a través de la historia, cada ser humano, hizo posible mi YO.

La izquierda en Iberoamérica: ¿triunfo pírrico?