sábado. 20.04.2024

Comencemos con una cuestión de principio: las democracias auténticas, no necesitan los fusiles, para su protección. Su mejor defensa, es el consenso de los ciudadanos.

Ningún fusil puede llegar a crear una democracia. Los fusiles son redentoristas, liberacionistas, de un pueblo, supuestamente incapaz de tener conciencia de sus intereses y al que hay que “concientizar”, como si fuera un nuevo bautismo, así sea con el fusil. Pero, en contra de esta teoría, el pueblo que bebe en dos fuentes, la historia y el miedo, parece indiferente y, muchas veces, contrario a su “liberación”. La historia le enseña que lo que han hecho las liberaciones, es cambiar una cadena por otra. Que, a veces, es más apretada que la primera. Y eso, desde la Revolución francesa: “Libertad, igualdad y fraternidad". Mirad el mundo moderno fundado con sus principios.

La democracia es el resultado de la razón, no de la fuerza bruta. Esta siempre representará los intereses de los déspotas. Viejos o nuevos

¡Cuánto se han usado los eslóganes, como máscara de los intereses! A los pueblos de Europa les fue mejor porque usaron para su bienestar, el saqueo de lo que luego se llamará el Tercer Mundo. Su democracia y su libertad la pagaron las colonias que serán, luego, los países subdesarrollados, condenados al subdesarrollo por los países industrializados que los dejaron como complemento de sus economías, mientras fijaban los precios de lo que compraban y de lo que vendían. Hasta hoy.

 Y ¿qué pasó con las revoluciones socialistas que intentaron liberarse de esa situación? Ya lo hemos visto: acabaron en burocracias-nuevas clases sociales que se apoderaron de las riquezas acumuladas por el trabajo colectivo sometido, para hacer gala de ellas en los clubes y en el mercado internacional o casino mundial, como lo llama un autor. Aquí ya no funciona el “Ahora sí”, “Con nosotros sí”, “Esa sí es la verdadera…”. El pueblo está “jarto, de “Verdaderas” y de  “Verdades", que lo que han hecho es acercarlo cada vez más al abismo.

Y, por otro lado, el miedo: esta industria no tiene pierde porque, pareciera, que el pueblo está ansioso de tener miedo, para justificar su voto por los de siempre, o por los que actúan como los de siempre. Prefiere la seguridad, a la llamada “libertad”. Más vale comer poco pero estar seguros, que “ser libres” y tener hambre. El pueblo no come democracia ni libertad, porque sabe que esas, han sido sólo palabras huecas en bocas mentirosas.

La incertidumbre en que vivimos, agigantada por los demagogos de siempre que pasan por profetas, y por el cine y los medios de comunicación que llenan sus cuentas bancarias vendiendo miedo, ha hecho que el miedo legitime gobiernos despóticos. Sea que tengan gorra militar, o que estén militarizados hasta los tuétanos. Frente a eso, las “nuevas revoluciones”suenan a picaresca del engaño, en serio.

Ningún fusil puede llegar a crear democracia. Y, esto, hay que tenerlo claro: toda democracia montada en el fusil, es la dictadura absoluta.

NO IMPORTA QUIEN TENGA EL FUSIL

La democracia es el resultado de la razón, no de la fuerza bruta. Esta siempre representará los intereses de los déspotas. Viejos o nuevos.

Y, no hay caminos a seguir, porque quien lo diga, asumirá la petulante posición, de creerse dueño de la verdad y, ésta es un ideal-límite con el cual van construyéndose los caminos, según los interesesindividuales, particulares, y de grupo; de acuerdo con sus respectivas ideologías y, sobre todo, con las relaciones de fuerza que son las que jalonan el proyecto social.

Hay que ser conscientes de que la historia no es el Paraíso, sino su negación. Pero, tampoco tiene que ser el infierno porque, la razón y la inteligencia humanas, hacen posible la construcción de unas relaciones sociales (“Sistema social”), dentro de las cuales pueda accederse a un mínimo de vivencia y de convivencia.

Vivencia significa satisfacción de las necesidades. Así sea, en un límite restringido. La igualdad absoluta, más que un ideal político, es una tontería. Los seres humanos tienen diferentes capacidades y necesidades. El Estado puede ayudar a desarrollar, un tanto, las primeras, por medio de la educación, y a satisfacer las segundas, con la garantía de un trabajo decente, o una asistencia social para quienes, por un motivo u otro, no pueden acceder al trabajo.

Es necesario recordar aquí, ya que tanto se critica y excomulga al comunismo, que Marx, en su utopía de la Sociedad Comunista, que nunca se ha dado, trató de postular la igualdad, lo mejor posible, en la distribución de la producción, apuntándole a la segunda parte: “A cada uno según sus necesidades”. Y, es lógico: dar a todos por igual, sería la mayor de las injusticias.

Volvamos: La vivencia consistiría en la satisfacción mínima de las necesidades, de acuerdo con la existencia del producto y de los estándares de vida de la sociedad. Todo esto es una realidad histórico-concreta, de tal manera que todos se sientan formando parte del Sistema social. Sin eso, no es posible la convivencia ni, por lo tanto, el consenso.

Si el sistema social no puede satisfacer las necesidades de los asociados, surge el conflicto social y su expresión: las protestas, que pueden ser “ordenadas”, o violentas, manifestándose la violencia, en diferentes formas.

Si la democracia es fuerte, el gobierno escucha y corrige. Si no, porque hay demasiados privilegios para unos y exclusión para otros, que impiden la vivencia y la convivencia, el gobierno comienza a descalificar las protestas, tachándolas de subversivas; se militariza la policía y se “policiza” el ejército.

Ambos, además, están ya politizados, como parte del orden social. Entonces, todo el aparato de seguridad comienza a proteger a unos y a aplastar a otros. Quiere conservarse el orden social a la fuerza, lo que es un contrasentido porque, el orden social, para ser tal, debe ser consensuado. Entonces, se institucionaliza el desorden social, en su peor cara que no son las pedreas callejeras, sino el atrincheramiento de los privilegios, que es la génesis de la conflictividad social…

Si alguien piensa que este análisis tiene algo de marxista, o comunista, está equivocado. Es pura sociología funcionalista. Recordemos: las Ciencias Sociales (Economía, Sociología, Ciencia Política, etc.), son hijas del capitalismo de la Revolución Industrial; conocimientos que, con sus epistemologías-ideologías (orden social natural y libertario, fundamento de todo conocimiento), surgen para explicar el funcionamiento del orden social capitalista y sugerir los remiendos a sus disfunciones.

Así que: las Ciencias Sociales no son marxismo. Este surge con la idea de que el sistema no se arregla con remiendos, sino con su cambio. Pero, ese es otro tema. Lo que pasa es que las disfunciones de este orden social, son tantas y tan grandes, y la exclusión social de tal magnitud, que ni siquiera admite las críticas de sus propias ciencias, a las que cataloga como subversivas, y comienza a desmontarlas en las universidades. (Pero, ocurre aquí, como en el conocido chiste del señor que vendió el sofá para evitar la infidelidad de su esposa. Ella podría usar otro mueble, o bien, la desnuda tierra. Pero,como es un chiste machista, no dice qué debería vender la esposa, en caso de infidelidad del marido. Claro, los machistas no se consideran infieles, cuando lo son).

Surgen entonces las “democracias fusileras” (y fusiladas), de hecho, desde el orden social que se defiende; y, por otro lado, como método para remplazarlas y, luego, como su esencia, si las remplazan quienes las enfrentan con los fusiles.

El poder puede venir del fusil pero, no es un poder legítimo. Su democracia será todo lo que se diga, menos un instrumento “del pueblo y para el pueblo”.

No pueden construirse democracias, ni libertades, a punta de balazos, al filo de las bayonetas o de los machetes. O con el crujir macabro de las motosierras.  Con eso, como dice el Evangelio, sólo habrá “Llanto y crujir de dientes”(Lucas 13:28 y Mateo 23:50).

Jorge Mora Forero | Wenston. Miami | Doctor en Historia. Exdocente universitario. Autor de libros y ensayos.

Democracias y fusiles