viernes. 19.04.2024
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¡Cómo se te ocurre!, me dirán los “progres”, socialistas (no comunistas), social demócratas y, en general, todos los amigos del cambio. Y de izquierda, por supuesto. Aunque ya las palabras, hasta las más sacrosantas, de tanto repetirlas, parecen cascarones vacíos. ¡Cómo se ha desvirtuado el lenguaje! Hubo un tiempo en que un grito, modulado de una forma determinada, significaba peligro: viene el león, viene la pantera (aunque no se les llamara así) y los humanoides, que pensaban con la inteligencia del resto de los animales, escapaban, o se agrupaban para la defensa. Pero luego su cerebro sufrió una deformación: aumentó mucho de tamaño lo que se constituyó en una patología grave porque dicho crecimiento vino acompañado por el gen de la soberbia. Y el humanoide, ahora humano se llamó SAPIENS, rey de la creación y, entonces le dijo al otro: quítate de ahí o te mato cien veces que es lo que puedo hacerte con mi bomba. Y el otro le contestó: atrévete y yo te mataré quinientas veces con la mía. Y aquí estamos esperando el desenlace, sin saber cuántas veces vamos a morir…

Volvamos: Les diré: claro que se me ocurre, lo que enuncié en el título porque el papel del intelectual (y me lo creo sólo para escribir más tranquilo), es nadar contra la corriente. Y eso implica, también, la de la historia, suponiendo que la haya.

Entonces veamos: ¿Por qué? Porque estamos frente a la política del absurdo donde todo vale, y no hay ninguna línea roja, sagrada o profana, que pueda evitarlo. Para quienes tienen el poder, se trata de ganar a como dé lugar, acudiendo a todo tipo de violencia, si es preciso. Desde luego, esto no pasa sólo en Brasil, sino que está imponiéndose, como filosofía y como método, en todas partes, según el grado de enemistad (ya no de adversariedad) que exista entre los oponentes.

Para quienes tienen el poder, se trata de ganar a como dé lugar, acudiendo a todo tipo de violencia, si es preciso

Calumnias, falsas noticias, amenazas y, hasta muertes, forman parte del ganar para no perder el poder. Comprar los votos y ofrecer créditos, aunque no sea legal y, no digamos ético, porque la ética es un utensilio arcaico que, hoy, sólo utilizarían los ingenuos, por no usar otra palabra. Pero, todavía: pasando por encima de las exigencias de una economía medianamente seria, para “agarrar” a los más pobres que, en buena medida, lo son por lo que ha hecho desde el poder, el mismo oferente, que se aprovecha de esas necesidades.

No sé cómo calificar esto; no hay instrumento para hacerlo. Tampoco que el congreso lo apruebe, para hacerlo legal. La ley ad hoc. No importa dejar endeudado el Estado hasta más allá de sus límites. Si gana el presidente en ejercicio (la reelección es un instrumento grandemente antidemocrático), ya tendremos al Fondo Monetario Internacional (FMI), al Banco Mundial (BM), al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y, hasta la misma China, prestándole al “país”, montones de dinero (como ocurrió en Argentina con el anterior gobierno) que, como siempre, se pagará con recursos naturales, entre ellos, minería en el corazón de la Amazonía. Es decir, de lo que queda de ella. Lo importante es ganar; después se verá. Lo que no se pueda pagar con re-endeudamiento, con recursos naturales, se pagará con la venta de empresas estatales. Y, si la deuda es social, con represión, cuando no pueda cumplirse la promesa.

También, como siempre.         

Lo importante es ganar; después se verá. Lo que no se pueda pagar con re-endeudamiento, con recursos naturales, se pagará con la venta de empresas estatales. Y, si la deuda es social, con represión

Pero, si gana Lula, ¿con qué Estado se encontrará? Pues con un Estado en ruinas con un déficit fiscal aumentado ahora, con las promesas presidenciales del, todavía, gobernante; con una deuda estratosférica a nivel interno y externo, crecida mucho más ésta por la devaluación de la moneda; con los gobernadores, el congreso y las instituciones armadas en contra.

Con una sociedad dividida en pedazos por la pobreza extensa y la riqueza concentrada; con el odio predicado desde arriba impregnándolo todo; con la Amazonía humeando y, sin duda, también, con los organismos internacionales, exigiendo responsabilidad fiscal al máximo para desembolsar algunos denarios mientras, a los ochos días, a lo sumo, las jaurías opositoras gritando en la calle contra el nuevo presidente y pidiendo su destitución por no cumplir con el programa prometido (ver a la Colombia de Petro), con lo cual un “neo-rousseffazo”, no sería imposible.

Lula debe entender que la situación del país es muy distinta a la de sus primeras presidencias y que las “negociaciones” que hizo, entonces, con los miembros del congreso, y el alto valor de las materias primas, que le sirvió para sacar a millones de la pobreza y para enriquecer más a los ricos, no volverán a repetirse. Menos en estas condiciones de recesión mundial que afectará a Estados Unidos; con la economía china de capa caída. Y con una Europa que cada día parece más “Europita”.

Lula debe entender que la situación del país es muy distinta a la de sus primeras presidencias y el alto valor de las materias primas no volverá a repetirse

Por si fuera útil:

Miren lo que está pasándole a Petro en Colombia con la herencia recibida: deuda gigantesca, déficit fiscal y de la balanza de pagos que no hay cómo cuadrarlos; millones de personas en la pobreza, la clase media en la cuerda floja en proceso de proletarización; la pulverización del peso (entre otras cosas por las apuestas que juegan con él en Brasil) “por las ondas de la pandemia, la guerra de Ucrania y, ¡por supuesto!, la política de la Reserva Federal de los Estados Unidos”. A eso, agréguele los pronunciamientos imprudentes de bocas ejecutivas en Colombia. Y vemos al peso colombiano como un globo que se eleva por los cielos, hacia la galaxia vecina…

Y, ahí está el presidente Petro, batiéndose para cumplir unas promesas de campaña, hasta el punto de negociar con quienes han dejado el país como está, para que le aprueben en el Congreso, unos proyectos de ley que, al aprobarlos, sus nuevos socios, viejos zorros políticos, los dejan en paños menores, cuando el presidente los envió bien trajeados.

Ahí tienen ustedes el ejemplo de la Reforma Tributaria. Todo iba sobre ruedas porque había una mayoría gobiernista. Y comenzó la peluqueada. Nadie quiere que lo graven; menos los poderosos. Así que empresarios, expresidente y jefe liberal y hasta empresas de los Estados Unidos, se han atravesado. Por eso, del proyecto original de reforma, sólo quedará un esqueleto muy endeble. Y con eso contaba el presidente Petro para tratar de arreglar un poco el problema del hambre y la pobreza.

El presidente puede hacer todo lo que el poder le permita. Pero, ¡qué tristeza!, pueblo y poder son antagónicos

Pero, seguro aparecerá la noticia: “Aprobada la Reforma Tributaria del Ejecutivo”. ¡Qué maravilla! Y enseguida vienen las críticas de los radicales que salieron del Ejecutivo (que no del poder) porque no ha cumplido el programa de campaña (y apenas lleva dos meses), y de quienes lo eligieron, porque tampoco y, además, por estar gobernando “con los mismos”. Pero, es que Petro no puede hacer otra cosa. Hay quienes creen que un presidente puede hacerlo todo. Y no es así. Es porque confunden gobierno con poder. En efecto, el presidente puede hacer todo lo que el poder le permita. Pero, ¡qué tristeza!, pueblo y poder son antagónicos. Aunque los dos comiencen con P.

Ahora, ¿ven por qué Lula ganaría perdiendo? Y, eso que creo, si me permiten el atrevimiento comparativo, que lo de Colombia, descontada nuestra desgraciada Violencia, es, en este momento, un juego de Ligas Menores, en comparación con la situación en que queda el Brasil pos-Bolsonaro, desde todo punto de vista: económico, social, político, ecológico y, hasta religioso. Sabido es, y la historia lo enseña (aunque no aprendamos de ella), que mezclar política con religión, acaba en odios atroces entre fundamentalistas. Odios que son mortales. Sobre todo después de esta campaña electoral. Y con el bolsonarismo furibundo, más fuerte que nunca.

En este contexto, habría para Lula una alternativa, máxime si las encuestas aciertan y la diferencia entre ganador y perdedor es muy pequeña: que no le reconozcan un supuesto triunfo.

En este arremolinado y desnortado mundo, ya nada sorprende. Seamos un poquito cuerdos y pongamos los pies sobre la tierra con una dosis de realismo.

Brasil: Y... ¿Si mejor Lula ganara perdiendo?