jueves. 25.04.2024
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@jgonzalezok / @gab2301 | Millares de seguidores del ex presidente Jair Bolsonaro protagonizaron este domingo (8) el mayor ataque a la democracia brasileña desde el fin de la dictadura militar, en 1985.

A partir de las 14,50, hora local, invadieron el corazón del poder en Brasilia y depredaron las sedes del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Los bolsonaristas realizaron actos de vandalismo contra el Palacio de Planalto, la sede del Supremo Tribunal Federal y el Congreso. Fueron llamados de fascistas por el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, que tomó posesión hace una semana en una gran fiesta democrática, en las mismas alamedas ayer vandalizadas. Lula culpó a Bolsonaro por los acontecimientos, acusó de inacción a las fuerzas policiales de la capital y decretó la intervención federal en el área de seguridad del Distrito Federal. El gobierno recibió el apoyo de diversos lideres internacionales, entre ellos el español Pedro Sánchez, el argentino Alberto Fernández, el americano Joe Biden -que consideró la situación como “ultrajante”-, y el francés Emmanuel Macron.

Ya en la madrugada de este lunes, el juez del Supremo Tribunal Federal Alexandre de Moraes determinó el alejamiento por un plazo inicial de 90 días del gobernador del Distrito Federal, Ibaneis Rocha, un aliado político del ex presidente Bolsonaro. La seguridad pública es competencia de los gobernadores, con lo que la represión a los gravísimos acontecimientos de este domingo eran responsabilidad del gobierno del DF. El juez también ordenó la inmediata disolución de los campamentos bolsonaristas que aún permanecen ante distintos cuarteles militares del país.

Los millares de manifestantes golpistas impusieron el terror en la llamada Plaza de los Tres Poderes en Brasilia durante todo el domingo y solo fueron dispersados al anochecer, dejando un rastro de destrucción en los edificios públicos. A primera hora de la noche se informó que había 300 detenidos, pero las operaciones seguían de madrugada. Ante la gravedad de la situación, Lula se reunirá este lunes con los jefes de los poderes Legislativo y Judicial, y citó a los 27 gobernadores para una reunión en Brasilia. El presidente del Senado, Rodrigo Pacheco, convocó extraordinariamente al Congreso, que estaba en período de receso. Contingentes militares de tres estados serán enviados este lunes para reforzar la seguridad del DF.  

El presidente Lula fue sorprendido por los acontecimientos cuando estaba visitando la ciudad de Araraquara, en el interior del Estado de São Paulo, regresando enseguida a Brasilia. Por la noche visitó el Palacio de Planalto y la sede del Supremo Tribunal Federal para ver personalmente los daños, que fueron de grandes proporciones. En Planalto -sede del Ejecutivo-, todas las salas del segundo piso fueron damnificadas; en el tercero, solo el gabinete del presidente no fue invadido porque cuenta con una puerta reforzada. Regalos oficiales, como valiosos jarrones chinos, fueron destruidos. Los vándalos dañaron un gran cuadro de Di Cavalcanti, uno de los más importantes pintores modernistas do país. Y docenas de computadoras también fueran destruidas.

El presidente prometió descubrir quienes son los financiadores de los actos antidemocráticos y aplicar un castigo ejemplar

“Estas personas hicieron lo que nunca se hizo en la historia de este país. Es importante recordar que la izquierda brasileña tuvo gente torturada, gente muerta, gente desaparecida, y ustedes nunca leyeron una noticia de que algún movimiento de izquierda invadió el Congreso Nacional, la Corte Suprema o el Palacio de Planalto”, dijo Lula, visiblemente irritado. El presidente prometió descubrir quienes son los financiadores de los actos antidemocráticos y aplicar un castigo ejemplar.

Al responsabilizar a Bolsonaro, Lula recordó que el ex mandatario siempre incentivó la invasión del STF y del Congreso. “Solo no estimulaba la invasión del Palacio presidencial porque él estaba ahí dentro”, señaló. Bolsonaro dejó el país días antes del fin de su mandato y desde entonces está en Orlando, estado norteamericano de Florida. En un breve mensaje en Twitter rechazó las acusaciones de Lula e hizo una muy moderada condena de la violencia de este domingo en Brasilia. En las elecciones presidenciales de noviembre, Lula venció a Bolsonaro por un pequeño margen tras una campaña en la que el mandatario de extrema derecha hizo un uso masivo de la máquina de gobierno.

Los acontecimientos de la capital brasileña emularon la invasión al Congreso de los EE.UU. por seguidores de Donald Trump, hace exactamente dos años, en enero del 2021. La diferencia es que en Washington los invasores no contaron con la connivencia de las fuerzas de seguridad y en la capital norteamericana solo fue atacado el Congreso.

Algunos policías llegaron a charlar amigablemente y tomarse selfies con los manifestantes

El presidente Lula decretó la intervención en la seguridad pública del Distrito Federal cuando los golpistas ya habían invadido las sedes de los tres poderes y destruían todo lo que encontraban a su paso, sin resistencia de la policía local. Al contrario, coches de policía escoltaron a la multitud que marchaba en dirección a la Plaza de los Tres Poderes. Algunos policías llegaron a charlar amigablemente y tomarse selfies con los manifestantes.

El decreto de intervención se limitaba en principio al ámbito de la seguridad, no alcanzando al mandato del gobernador Ibaneis Rocha. Pero la decisión del juez del STF cambió el escenario. El ministro de Justicia, Flavio Dino, aseguró que creía en la buena fe del gobernador, a pesar de que no le informó un cambio de última hora en el operativo de seguridad, que preveía el cierre de la Explanada de los Ministerios. Pero al anunciar el decreto que interviene federalmente la seguridad del DF, el presidente Lula afirmó: “Hubo incompetencia, mala voluntad o mala de fe de las personas que cuidan de la seguridad en el DF”.

El gobernador publicó un insólito vídeo pidiendo disculpas al presidente Lula y a los responsables de los otros poderes. Pero analistas y observadores coinciden en que no pudo ignorar lo que se estaba preparando. Más de 100 ómnibus habían llegado a Brasilia horas antes, sumándose a los bolsonaristas que todavía estaban acampados frente al cuartel general del Ejército, pidiendo la intervención militar contra el gobierno de Lula. Los actos estaban siendo convocados por las redes sociales.

Había, además, un antecedente preocupante. Dos semanas antes del cambio de gobierno, cuando Lula recibía su diploma como presidente, los mismos elementos que actuaron este domingo depredaron un edificio de la Policía Federal e incendiaron coches y autobuses, provocando el caos en la capital. Mientras esto sucedía, el entonces ministro de Justicia de Bolsonaro, Anderson Torres, cenaba tranquilamente en un restaurante y no interrumpió su comilona (bacalao) a pesar de haber sido alertado de lo que estaba sucediendo. Anderson Torres, policía de profesión, saltó directamente del ministerio con Bolsonaro a la Secretaría de Seguridad del Distrito Federal de Ibaneis Rocha. Torres estaba el domingo de vacaciones em Orlando  - igual que Bolsonaro – y fue destituido del cargo.

El gobierno, a través de la Abogacía General de la Unión (AGU), pidió su detención, así como la de todos los involucrados en la invasión de los edificios públicos en todo el país, incluyendo los agentes públicos que no actuaron en el combate a los actos de invasión. Es llamativo que el gobierno decidió que fuera la AGU y no la Procuraduría General de la República (PGR), en manos de un bolsonarista que durante cuatro años actuó para desactivar todas las denuncias contra el anterior presidente, el organismo encargado de impulsar estas acciones.

Un estudio de urgencia elaborado por la encuestadora Quaest, que analizó 2,2 millones de mensajes en las redes sociales, estableció que el 90% de las menciones eran negativas sobre la invasión de los bolsonaristas, repudiando lo ocurrido. La mayoría de los brasileños están tristes (46%) o con miedo (25%), mientras que una minoría (8%) estaban alegres con los acontecimientos.

Golpistas pro Bolsonaro invaden sede de los poderes en Brasilia