miércoles. 01.05.2024
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@jgonzalezok | Para encontrar una respuesta a la pregunta que se plantea en el titular hay dos malas noticias. La primera la da una encuesta de Datafolha de principios de junio: el 51% de los consultados cree que si el presidente Jair Bolsonaro es derrotado en las elecciones de octubre, como indican todas las encuestas, intentará el golpe. El segundo dato preocupante es que el propio mandatario viene anunciando claramente y sin disimulo, que no aceptará un resultado electoral adverso. Atacando las urnas electrónicas y redoblando su ofensiva sobre el Tribunal Supremo Electoral y el Supremo Tribunal Federal, viene preparando el terreno que justifique desconocer el resultado electoral. 

  1. Siguiendo el guion de Trump
  2. Papel de los militares
  3. Día clave: 7 de septiembre
  4. Reacción democrática

Aún más preocupante es su repetida afirmación de que el Ejército está de su lado y sus arengas a favor de las armas en poder de la población civil. Durante su gobierno se flexibilizaron las condiciones para la compra de armas y municiones y llegó a decir: “Todo el mundo tiene que comprar un fusil. El pueblo armado jamás será esclavizado”. Con estos antecedentes no es impensable que en Brasil se repitan escenas similares a las del 6 de enero del 2021, cuando el entonces presidente Trump alentó el asaltado al Capitolio, en Washington. 

Siguiendo el guion de Trump

Desde el comienzo de su gobierno, Jair Bolsonaro viene siguiendo el guión escrito por Donald Trump en los Estados Unidos, el de la Gran Mentira, como llaman los analistas americanos las acusaciones de Trump sobre supuesto fraude electoral a favor de Biden. Su discípulo tropical, Bolsonaro, también insiste en acusaciones contra el sistema electoral y las urnas electrónicas que se usan en el país desde 1996. Desde entonces se han celebrado 13 elecciones (generales y municipales), con éxito total y sin sospechas de ninguna clase, pero Bolsonaro sigue tratando de socavar y desacreditar la confiabilidad en dicho sistema, sin presentar ninguna prueba que avale sus tesis. 

En una iniciativa sin precedentes, calificada como una vergüenza para el país por algunos dirigentes opositores y los principales analistas del país, el presidente reunió el pasado 18 de julio a un numeroso grupo de diplomáticos -incluido el embajador español, Fernando García Casas-, para dar informaciones falsas sobre las urnas electrónicas y sobre los magistrados de la justicia electoral, repitiendo teorías conspiratorias. 

La incomodidad entre los diplomáticos fue evidente y cuando el presidente terminó de hablar se hizo un silencio significativo y muchos de los asistentes abandonaron el lugar sin saludar a Bolsonaro. Después, algunos países -incluido Estados Unidos-, hicieron públicas declaraciones oficiales expresando su confianza en el sistema electoral brasileño y defendiendo el sistema democrático. 

Brasil vivirá semanas intensas, en las que se juega el futuro de la democracia en el país más grande de América Latina

Un día después del encuentro con los embajadores, el diario Folha de S. Paulo publicó un editorial con el título de Presidente golpista, en el que afirmaba: “El presidente de la República se empeña en destruir las elecciones periódicas en Brasil. Como el éxito es improbable, su segunda línea de fuego es la de perturbar la vida cívica nacional, sin ahorrar incitaciones a disturbios y sublevaciones”. Para Merval Pereira, uno de los principales columnistas del diario O Globo, el golpe comenzó: “Bolsonaro oficializó el golpe que pretende dar, con la complicidad de los oficiales de la reserva que lo asesoran y del presidente de la Cámara de Diputado, Arthur Lira, incapaz de reaccionar al descalabro que fue la charla ante los embajadores extranjeros invitados para ser informados de que las elecciones brasileñas acostumbran ser fraudulentas y que, esta vez, eso no sucederá si las sugestiones de las Fuerzas Armadas al Tribunal Supremo Electoral (TSE) son acatadas”. 

El presidente del TSE, Edson Fachin, contentó inmediatamente las acusaciones de Bolsonaro diciendo que “es hora de decir basta a la desinformación y basta al populismo autoritario que coloca en jaque la Constitución de 1988”.

Hablando de golpe, la pregunta inmediata es: ¿Qué tipo de golpe? En América Latina lo clásico era que los militares, instigados generalmente por civiles, asumiesen directamente el poder. Pero también está el caso de Uruguay, que en los 70 del siglo pasado dejaron al presidente Bordaberry por un tiempo, manteniendo la fachada civil. También está el ejemplo del autogolpe de Fujimori en Perú. Este último sería el modelo de Bolsonaro que cree contar con el apoyo de los militares. 

Papel de los militares

La otra pregunta fundamental es si los militares se embarcarían en un golpe encabezado por un ex capitán expulsado del ejército por indisciplina. El ministro de Defensa Paulo Sérgio Nogueira, es uno de los principales instrumentos de Bolsonaro en la tarea de tratar de desprestigiar el sistema de votación. El columnista Vicente Nunes, del Correio Braziliense, considera que el militar se transformó “en un bolsonarista radical, con visiones golpistas cada vez más explícitas”. 

Aunque en una reunión en Brasilia de ministros de Defensa de las Américas afirmó que Brasil respeta la Carta Democrática iberoamericana, que establece la promoción de la democracia como obligación de los gobiernos de la región, poco después volvió a embarrar la cancha. Envió al Tribunal Supremo Electoral (TSE) un oficio con el sello de “urgentísimo”, para que técnicos militares analicen los códigos fuente de las urnas electrónicas que, por lo demás, está disponible para las entidades fiscalizadoras desde hace casi un año. Desde entonces, siete entidades, incluyendo algunos partidos políticos, se inscribieron para analizar el material. 

El año pasado las Fuerzas Armadas fueron incluidas por el TSE, junto con otras entidades, en la Comisión de Transparencia creada con el objetivo de ampliar la transparencia y la seguridad de todas las etapas de preparación y realización de las elecciones. Uno de los supuestos expertos militares fue rechazado después de que el tribunal comprobara que tenía una intensa actividad en las redes sociales, difundiendo mentiras sobre las urnas electrónicas y divulgando insultos contra el ex presidente Lula. 

Hasta ahora el papel de las Fuerzas Armadas en el proceso electoral se limitaba a ayudar en la logística del transporte de urnas a localidades distantes. Ahora quieren ejercer el papel de garantes del proceso y el ministro de Defensa amenazó incluso con que los militares harían un recuento paralelo, con o sin autorización de la Justicia. 

Día clave: 7 de septiembre

Este próximo 7 de septiembre, cuando Brasil debería celebrar por todo lo alto el bicentenario de su independencia, será un día clave. Porque Bolsonaro pretende hacer de esta fiesta una jornada golpista, como sucedió el año pasado, cuando atacó a varios integrantes del Supremo Tribunal Federal, exhortó a desobedecer las decisiones de la Justicia y dijo que solo saldría muerto de la presidencia de la República. Ahora, pretende que haya un desfile militar en la playa de Copacabana, en vez del escenario tradicional, la avenida Presidente Vargas, en el centro de la ciudad. El cambio sería significativo porque en dicha playa es donde suelen manifestarse los bolsonaristas y porque en uno de los extremos de la misma está el fuerte militar de Copacabana

El futuro en el llano, en caso de que pierda las elecciones, parece explicar la actitud cada vez más desesperada de Bolsonaro, porque estaría sometido a la justicia común y podría tener que responder a numerosas denuncias en su contra: desde acusaciones por corrupción -que también alcanzan a su familia-, a sus responsabilidades en el manejo de la pandemia, que dejó más de 680.000 muertos. 

La conocida columnista Mônica Bergamo, del diario Folha de S.Paulo, informaba recientemente que Bolsonaro está trastornado pensando en que puede ir preso. El sitio Pragmatismo Político escuchó a una fuente afirmar que el presidente brasileño reacciona agitado, hablando de manera descontrolada ante esta posibilidad y ante algunos testigos describió cómo reaccionaría si llegase el momento en que la policía llegase a su casa con una orden de prisión: “Tiro a matar, nadie me lleva preso, prefiero morir”. Para evitarlo, se estudian dos iniciativas: declararlo senador vitalicio, con lo que mantendría fueros, o dictar una auto amnistía. 

Reacción democrática

Pero no solo hay las malas noticias. Las principales instituciones del país, las que aseguran la continuidad del estado de derecho, resisten. Y las últimas acciones de Bolsonaro, especialmente después de su exposición a los diplomáticos extranjeros, provocaron una importante reacción, que está juntando a fuerzas políticas, entidades empresariales, sindicatos, universidades y ciudadanos en general. 

Este próximo 11 de agosto será oficialmente lanzada la “Carta a las brasileñas y brasileños en defensa del Estado Democrático de Derecho”, una iniciativa de la Facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo. Se eligió esta fecha para que coincidiera con una carta similar que en 1977 desafió a la dictadura militar de la época. 

Recuerda esta carta, que ya han firmado más de 800.000 personas, que las elecciones en Brasil, con el proceso de recuento electrónico, ha sido un ejemplo para el mundo. “En vez de vivir una fiesta cívica, estamos pasando por momentos de inmenso peligro para la normalidad democrática, riesgo para las instituciones de la República e insinuaciones de desacato al resultado de las elecciones”, señala. Añadiendo: “Ataques infundados y sin pruebas cuestionan la limpieza del proceso electoral y el estado democrático de derecho tan duramente conquistado por la sociedad brasileña. Son intolerables las amenazas los demás poderes y sectores de la sociedad civil y la incitación a la violencia y a la ruptura del orden constitucional”. Un segundo manifiesto, de la poderosa Federación de Industrias del Estado de São Paulo (FIESP), insiste en las mismas ideas y será leído el mismo día y en el mismo lugar. 

El presidente Bolsonaro, evidentemente incómodo con estos manifiestos, especialmente con los empresarios y banqueros firmantes, reaccionó a estos documentos calificándolos de “cartitas”. Pero entre los sectores menos fanáticos de su campaña preocupa la reacción de la sociedad civil. En definitiva, Brasil vivirá semanas intensas, en las que se juega el futuro de la democracia en el país más grande de América Latina, con la primera economía de la región y que tiene frontera con casi todos los países sudamericanos. Es difícil pensar que el país resista a una eventual reelección de Bolsonaro y, menos aún, que haya una ruptura institucional si se hicieran realidad sus fantasías golpistas. 

¿Es posible un golpe en Brasil?