martes. 19.03.2024
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Preparando una aportación a diversos trabajos sobre la pandemia, los derechos sociales y la globalización, en relación con las cadenas globales de valor, he tenido la ocasión y la suerte de poder bucear en el número 35 de “Gaceta Sindical, reflexión y debate”, revista de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras, titulado “Globalización, pandemia y cohesión social”. Junto a muy interesantes colaboraciones que recomiendo, incluye en su apartado de “apuntes” un documento del Comité Ejecutivo de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), aprobado en su reunión del 28 y 29 de 2020, titulado Evaluación de la Estrategia Anual de Crecimiento Sostenible 2011 (EACS) de la Comisión Europea con un estimulante subtítulo: “Un breve análisis de los desafíos olvidados en la EACS 2021”, todo ello situado en el marco del muy importante Plan de Recuperación para Europa para la superación de la crisis generada por el Covid-19.

En el documento de la CES se plantean de nuevo dos problemas pendientes no resueltos: uno, la conciencia de que Europa está en el mundo, y, otro, qué hacer desde Europa, por parte del sindicalismo europeo, para conseguir los objetivos planteados.

El documento sindical responde a la evidente responsabilidad de la CES de contribuir a la respuesta colectiva al desafío que supone la pandemia. En su primer párrafo señala que el sindicalismo europeo organizado considera que existen carencias a superar en el planteamiento institucional europeo.

En el recorrido por el documento, ante las interesantes propuestas sindicales, me surgieron sin embargo preocupaciones por las insuficiencias que en mi opinión se manifestaban. Y se convirtieron en una provocación para estas notas al llegar al apartado “La EACS mejora, pero no cumple completamente, los requisitos de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas”, un título que inicialmente llevaba a la esperanza.   

Parecía que se iba a examinar la relación del proyecto europeo con los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de la Agenda 2030 de las NNUU. Y se apunta (¡muy bien!) al ODS 8, “trabajo decente”. La referencia, aunque se olvida el ODS 2 (“hambre cero”), era ya un buen síntoma, como si se corrigiera la ausencia del tema hasta este párrafo. Pero lamentablemente no es así. La cita se queda en mero protocolo y nada se añade sobre cómo contribuir desde Europa al “trabajo decente” en el mundo, nada sobre cuál es su relación con la acción sindical europea, sobre cómo abordarlo desde el sindicalismo de las cabeceras de las multinacionales cuyas cadenas mundiales de suministro, las terminales de sus sucesivas subcontrataciones, llegan hasta el último rincón de los países emergentes y donde la defensa de la dignidad del trabajo tiene una urgencia y una significación más evidente.

A lo largo de todo el documento se plantean objetivos que podrían suponer mejoras ciertas en las condiciones de vida y de trabajo de la clase trabajadora europea. Pero se olvida que para alcanzarlas hay que asumir conscientemente que Europa no es una isla aislada del resto del mundo, sino una parte de éste que depende en buena medida de la producción de los países emergentes y, se entienda o no, se quiera entender o no, los derechos del trabajo en Europa acaban estando en estrecha interrelación con su defensa y su respeto en todo el planeta.

Entender esta interrelación es cada día más el tema central de la defensa de los derechos del trabajo, de los derechos humanos fundamentales, en nuestra Europa. De hecho, va a resultar esencial para la defensa del “modelo social europeo”, y, lamentablemente, parece difícil aún que se asuma por parte de importantes sectores del sindicalismo europeo, de sus órganos de dirección, más allá de frases de estilo en algunos documentos. 

Cuando la CES se plantea, de nuevo en este documento, la importancia de desarrollar el “Pilar europeo de derechos sociales”, lo hace en los mismos términos y con las mismas limitaciones que cuando se empezó a habar del mismo. Así se expresaba hace ya unos de 2 años en el 14º Congreso de la CES celebrado en Viena en mayo de 2019 y al que ya me referí por aquel entonces.

La pandemia ha significado un aldabonazo al mundo, a la globalización, a los países desarrollados y a los emergentes

La pandemia ha significado un aldabonazo al mundo, a la globalización, a los países desarrollados y a los emergentes. Ha acercado problemas, contagios, y, por ello precisamente, también ha acercado las necesarias soluciones que no pueden ser ya parciales, locales. El aislamiento de cada rincón del mundo seguramente sólo es posible tras una catástrofe, nuclear u otra, como las que imaginó Asimov.

La “gobernanza social y económica más equilibrada de la UE”, que preconiza la CES en este documento de octubre de 2020, solamente será posible en el marco de una nueva gobernanza global. ¡Pero ni una palabra al respecto en el documento del Comité Ejecutivo de la CES! Asumirlo supone además reordenar los contenidos y las prioridades de la acción sindical europea y de sus propuestas en los órganos del sindicalismo global.

Es ya hora de que el sindicalismo europeo organizado, en el que la CES debe jugar un papel esencial y al que deben contribuir tanto los sindicalismos europeos sectoriales como los nacionales, se plantee la conquista de nuevos derechos globales, la globalización de los derechos, del trabajo decente en primer lugar, como un elemento esencial de su avance, de su acción y organización, de su reivindicación. No tanto, o no sólo, por ejercicio de solidaridad, uno de los ejes eternos de la acción sindical, sino por interés propio, porque ello es condición, cada día más, para defender esos derechos en Europa.

Se ha abierto una interesante discusión económica y cultural sobre las nuevas formas de consumo, sobre los síntomas de una posible “desglobalización”, de reordenación de la distribución internacional del trabajo. Con propuestas incluso de recuperación para los países del Norte geográfico y social de todos los eslabones de la producción, lo que sólo sería posible, creo, tras una catástrofe global. Probablemente estamos en el inicio de una nueva etapa de reequilibrios mundiales y la pandemia nos empuja en este sentido, pero hemos de definir aún sus características y el itinerario, sus agentes.

En este proceso hay que hacer frente a las tendencias autárquicas, no sólo a las fascistas y trumpistas confesas, también frente a las vergonzantes que se ocultan tras los silencios ante los problemas prioritarios de este nuestro mundo cada vez más pequeño, más interrelacionado.

Quiero terminar estas notas de alerta señalando que se están produciendo síntomas positivos, no traducidos aún en concretas iniciativas sindicales, entre otras en el sindicalismo organizado de IndustriALL Global Union, de algunos sindicatos del Norte geográfico y social. Como casi siempre, la objetividad de la realidad precede a su asunción consciente por parte de la organización social. ¡Que no sea demasiado tarde, que lleguemos a tiempo!   

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