miércoles. 01.05.2024

Como casi toda la izquierda española, toda mi vida he sido propalestino. Llevo muchos años manifestándome en apoyo de la causa palestina cada vez que la ocasión lo requería y alguien convocaba. Hasta ahora. Hasta hace poco, la causa palestina estaba representada por la OLP que proponía la creación de un Estado Palestino laico, democrático y progresista en sintonía con lo que se llamó el socialismo árabe. 

Hoy, la causa palestina la encarna, al menos en Gaza, Hamas, una organización que se propone destruir el Estado de Israel y crear un Estado Palestino islamista y regido por la sharia, al estilo de Irán o del efímero califato de ISIS. Utilizando los mismos métodos que éste. Hamas surgió tras el fracaso de Fatah que, además de enfangarse en un pantano de corrupción, no alcanzó a hacer realidad un estado palestino operativo. La Autoridad Palestina gobernante en Cisjordania, contempla, impotente, cómo se expande la colonización judía en Cisjordania. En el horizonte, no está la creación de un verdadero estado palestino sino la anexión al Estado de Israel en cuyo seno los palestinos serían algo así como los sudafricanos negros en la época del apartheid. El proyecto de la extrema derecha israelí es recuperar el reino de David. El proyecto de Hamas es recuperar el califato omeya. Ninguna de esas “causas” tiene mi apoyo.

Hasta hace poco, la causa palestina estaba representada por la OLP que proponía la creación de un Estado Palestino laico, democrático y progresista 

Algunos grupos islamistas se crearon con el apoyo de Arabia Saudí y las otras monarquías medievales para combatir los regímenes republicanos y laicos creados por el llamado “socialismo árabe”, más o menos aliados con la URSS. Cuando la URSS invadió Afganistán, en EE UU se pensó que armar y financiar a los muyahidines era una buena idea para derrotar a los ocupantes rusos. Así fue. Pero no se imaginaron que el gobierno de los talibanes protegería y ampararía a Al Qaeda, los terroristas que atacaron las torres gemelas y provocaron la mayor matanza de ciudadanos americanos en tiempos de paz. 

En Israel, es bastante evidente que el gobierno de la extrema derecha vio en Hamas no un peligro existencial sino un agente que debilitaba a la Autoridad Palestina. Para enterrar los acuerdos de Oslo, la extrema derecha israelí encontró en Hamas un aliado objetivo. No se les ocurrió pensar que Hamas, que gobernaba en Gaza con el permiso del gobierno de Israel, se estaba preparando para ejecutar la mayor masacre de judios desde el Holocausto. Que el ataque de Hamas les pillara por sorpresa indica muy claramente que el Gobierno de Israel estaba en otros asuntos. En concreto ocupando Cisjordania. 

El yihadismo no solo está en el mundo árabe: también en Occidente. Es una amenaza global. Entiéndase: no es una amenaza para la democracia porque no existe la más remota posibilidad de que acaben con nuestro sistema político. Es una amenaza para la vida de algunos de nuestros conciudadanos, de aquellos a los que les toque, por azar, estar en un tren de cercanías o paseando por las Ramblas en el momento equivocado. Combatir el yihadismo es hoy una prioridad para los gobiernos europeos de cualquier signo. No para salvar la democracia sino para salvaguardar la vida de nuestros ciudadanos. En esto deberíamos coincidir todas las fuerzas políticas, incluso la extrema izquierda, tentada a “comprender” a Hamas. Claro que hay un contexto y una historia de ocupación y de represión del pueblo palestino. Pero para tener la más mínima credibilidad a la hora de defender los derechos (y la vida) del pueblo palestino hay que condenar sin matices, sin equidistancias y sin justificaciones el ataque de Hamas el pasado 7 de Octubre.

La guerra de Hamas–Israel no es una guerra a vida o muerte como lo fue la del Yom Kipur. No existe ninguna posibilidad de que Hamas acabe con Israel. Tampoco esta guerra es una guerra para salvar la democracia israelí, única en Oriente Medio. En Israel, la principal amenaza para su democracia es la extrema derecha. Netanyahu antes o después deberá rendir cuentas de su desastrosa política de colonización y anexión que, como se ha visto, ni da seguridad ni paz a los israelíes. La lección que nos llega de Israel es que la extrema derecha es una receta segura para el desastre. Tomemos nota. 

El proyecto de la extrema derecha israelí es recuperar el reino de David. El proyecto de Hamas es recuperar el califato omeya. Ninguna de esas “causas” tiene mi apoyo

Esta guerra no es una guerra entre los palestinos y los judíos, aunque Hamas intentará arrastrar a todos los palestinos a la guerra. Tampoco de los árabes contra Israel: hay muy pocas posibilidades de que los gobiernos árabes se involucren en la guerra, aunque haya una gran presión de la calle contra Israel y contra Occidente. Más probable parece que algunos gobiernos árabes rompan con Israel. También es posible que la guerra se transforme en una guerra abierta con Irán y sus aliados. En todo caso, lo más urgente es evitar que se generalice la guerra, porque eso tendría graves consecuencias para esta parte del mundo que, si ahora atraviesa dificultades económicas como consecuencia de la guerra de Ucrania, lo que vendría sería una catástrofe. 

La guerra Hamas-Israel divide profundamente a la izquierda española. Miembros del gobierno de coalición mantienen posiciones radicalmente opuestas. Así, mientras el Presidente, y, por tanto, el Gobierno español, sostiene que Israel tiene derecho a defenderse y, por ende apoya al Gobierno israelí en su guerra contra Hamas, una ministra pide romper con el Gobierno de Israel y adoptar sanciones contra él, incluso proponen llevar a Netanyahu ante el Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra. Es una divergencia muy llamativa. No se me alcanza como alguien que tiene una diferencia de tan grueso calibre sigue en el Gobierno como si tal cosa.

En esta guerra hay que estar contra Hamas por razones de principios: por los mismos principios que llevan a combatir a ISIS a Al Qaeda o las células yihadistas que llevaron la muerte a la sala Bataclan o a las calles de Niza. Ninguna duda, ninguna justificación para el yihadismo en el “terrorismo de estado” de otro. 

Que Israel tiene derecho a defenderse, es obvio. Pero, como todo derecho es un derecho que tiene límites y está sujeto a reglas. Lo que está haciendo el Gobierno de Israel no es defenderse: es vengarse, castigando al conjunto de los palestinos de Gaza. Además, combatir a Hamas provocando una catástrofe humanitaria es algo peor que un crimen: es un error. La brutalidad del bloqueo y los bombardeos han hecho desaparecer del imaginario popular la simpatía por Israel tras la horrible matanza de Hamas. En los informativos ahora solo hay Gaza y niños muriendo bajo las bombas israelíes. Me temo que lo que está conseguiendo Israel es poner en su contra a todo el mundo musulmán y sembrar nuevos terroristas. No es un buen inicio de una guerra.

Después de sufrir el ataque premeditado y sangriento de Hamas desde la franja de Gaza, se entiende que Israel no se puede permitir el lujo de que Hamas siga gobernando allí. Pero los israelíes deberían aprender algo de lo que pasó en Afganistán.

Es posible que la guerra se transforme en una guerra abierta con Irán y sus aliados. En todo caso, lo más urgente es evitar que se generalice la guerra

Derrocar al gobierno de los talibanes fue una tarea que se impuso EE UU tras los atentados de las torres gemelas. Con ayuda de grupos tribales opuestos a los talibanes lo lograron. Impusieron en Kabul un gobierno amigo y lo sostuvieron con la ocupación militar por parte de la OTAN. Pero los talibanes, expulsados del gobierno, siguieron combatiendo y poco a poco fueron ganando terreno hasta que, al final, los americanos tuvieron que salir de allí con el rabo entre las piernas. Hoy los talibanes están otra vez en el gobierno de Afganistán. ¿No creen que en Gaza puede pasar algo así?

La lucha contra una organización terrorista no es una guerra que se pueda ganar solamente en el campo de batallacon tanques y aviones, aunque ocasionalmente se pueda recurrir a ellos. Es un tipo de lucha más sutil, más compleja, más basada en la inteligencia y en la búsqueda de aliados. Para ello Israel necesita otra política, precisamente la política de los dos estados, justo a lo que se opuso Netanyahu desde el principio. Los palestinos tienen que ver un horizonte distinto a la pura ocupación. Pero claro, eso va contra la esencia del gobierno de la extrema derecha israelí, que, además, se entretiene en enfrentarse a la mismísima ONU. Haciendo amigos, vaya.

Hoy, defender la causa palestina pasa por exigir al Gobierno de Israel a que se atenga a las reglas y normas internacionales; a que haga caso a la ONU; y a que cesen los bombardeos de Gaza y a que permita el paso de ayuda humanitaria a Gaza. De paso debe buscar una estrategia para combatir el terrorismo de Hamas sin que el remedio sea peor que la enfermedad. Pero pedir a la extrema derecha que actúe con inteligencia es pedir peras al olmo.

Esta es otra guerra