lunes. 29.04.2024
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@jgonzalezok y @gab2301 | Más de 250 líderes evangélicos se reunieron en el Palacio de la Alvorada en Brasilia en marzo de este año, en una demostración de apoyo al presidente Jair Bolsonaro. Veinticuatro pastores, parlamentarios y ministros del gobierno se sucedieron en oraciones y discursos conservadores. “No es simplemente la izquierda contra la derecha, es el cielo contra el infierno”, dijo Agenor Duque, presidente de la iglesia Plenitud del Trono de Dios. “Jair Bolsonaro es la respuesta a las oraciones de la iglesia”, afirmó el obispo JB Carvalho, de la Comunidad de Naciones. 

Cuando tomó la palabra, el presidente Jair Bolsonaro no economizó en su agradecimiento: “Sería muy fácil estar del otro lado, pero como creo en Dios, si fuese para estar del otro lado nosotros no seríamos los elegidos. Digo nosotros porque la responsabilidad es de todos nosotros”, subrayó. Enseguida, ignorando el carácter laico del Estado, prometió a los dirigentes evangélicos: “Yo dirijo la nación para donde ustedes así lo deseen”

El gobierno de Bolsonaro está caracterizado por la fuerte presencia de religiosos protestantes, muchos sin cualificación técnica, en puestos clave de la administración pública. La pastora Damares Alves se convirtió en la ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos y se dedicó a implantar la agenda ultraconservadora en su gestión. Al asumir el cargo, en enero de 2019, afirmó que Brasil entraría en “una nueva era, en que el niño se viste de azul y la niña de rosa”. En otra ocasión, durante una ceremonia oficial en la Semana de Prevención del Embarazo en la Adolescencia, dijo que la gravidez de niñas y adolescentes “está muy relacionada” al uso de TikTok.

“No es simplemente la izquierda contra la derecha, es el cielo contra el infierno”

Otra posición estratégica para el cambio radical de sociedad que preconiza Bolsonaro es el ministerio de Educación. En campaña electoral ya había prometido que haría una profunda intervención en los programas escolares, “para que los niños aprendan matemática y portugués y no sexo”. Así, el ala más ideologizada del bolsonarismo entró en el ministerio, siendo su titular Milton Ribeiro, pastor presbiteriano. El ministro tuvo que salir y llegó a ser preso después de que dos pastores, sin cargo oficial, protagonizaron un sonado caso de corrupción, al actuar como intermediarios para conseguir dinero y presupuesto para distintos municipios, a cambio de sobornos. La actividad de dichos pastores le había sido recomendada al ministro por el propio Bolsonaro, como quedó demostrado mediante escuchas telefónicas. 

Otro territorio que empezó a ser colonizado por los evangélicos fue el Supremo Tribunal Federal. Compuesto por 11 miembros, Bolsonaro pudo designar a dos y cumplió su promesa de colocar a un juez “terriblemente evangélico”. Fue el caso de André Mendonça, que había sido su ministro de Justicia y que es pastor presbiteriano. “Hoy tenemos en el STF a quien tiene a Dios en el corazón”, dijo Bolsonaro que, sin embargo, no logró hacer realidad su sueño de que las reuniones semanales del alto tribunal comenzaran con una oración. 

El lema de su campaña electoral, en 2018, fue “Brasil encima de todo, Dios encima de todos”. Siendo católico, se sintió más cerca de los evangélicos en su obsesión por imponer un modelo de sociedad con una agenda que va de la oposición al aborto a la negativa a cualquier política de género. Bolsonaro se presenta como un líder ungido por Dios, que tiene la conducción del país como misión. Aparentemente no ve contradicción entre este discurso religioso y su firme defensa de liberación de la tenencia y uso de armas por los ciudadanos. 

Bolsonaro se presenta como un líder ungido por Dios, que tiene la conducción del país como misión

Uno de los hitos del acercamiento de Bolsonaro con los evangélicos se dio en 2016, cuando era diputado federal. En viaje a Israel, fue bautizado en el río Jordán por el pastor, ex diputado (PSC) y ex candidato presidencial Everaldo Pereira. El mismo pastor fue preso en agosto de 2020, acusado de corrupción y lavado de dinero durante la pandemia, en la gestión de su correligionario, el gobernador de Río de Janeiro Wilson Witzel. Solo salió de la cárcel en julio de 2021.

En el 2019 Bolsonaro fue el primer presidente brasileño en participar en una procesión conocida como Marcha para Jesús, en São Paulo. “Vamos a traer la presencia del señor Jesús para el gobierno y vamos a declarar que esta nación pertenece al Señor”, dijo en esta manifestación religiosa la esposa del presidente, Michelle Bolsonaro, levantando su dedo índice. En un tono levemente más alto, añadió: “Las puertas del infierno no prevalecerán sobre nuestra familia, sobre la iglesia brasileña y sobre nuestro Brasil”. 

Michelle lleva a pastores de madrugada al palacio de Planalto -sede del Poder Ejecutivo- para rezar en el gabinete presidencial. Se la ha visto entrar al edificio cantando oraciones religiosas con una Biblia en la mano, acompañada por un grupo al que denomina intercesores. Al publicar videos con estas actividades declaró: “Yo siempre rezo todos los martes en el despacho del presidente cuando él se va. Cuando Planalto se cierra, entro con mis intercesores y rezo en su sillón. Y declaro todos los días: Jair Messias Bolsonaro sé fuerte y valeroso, no temas. Él ha sido escogido por Dios, ese hombre tiene un corazón puro, limpio, además de guapo, ¿no?”. 

Bolsonaro es el favorito de los votantes evangélicos, con el 50% de intención de voto en este segmento; Lula tiene el apoyo del 32%

La agenda conservadora del gobierno y la fuerte campaña de los pastores en las iglesias lograron mantener una gran adhesión de los fieles a Bolsonaro. Según una reciente encuesta de Datafolha, Bolsonaro es el favorito de los votantes evangélicos, con el 50% de intención de voto en este segmento; Lula tiene el apoyo del 32%. 

En el curso de la última década, cada día se abrieron en Brasil 20 iglesias evangélicas. En el censo de 1980 las personas con esta fe eran el 6,6% de la población; en 1990 llegaban al 9%; se calcula que hoy son el 30% y que serán mayoría en el 2032. Desde 2002 el grupo parlamentario evangélico en el Congreso aumentó más del 60% y en 2018 fueron elegidos 92 parlamentarios que profesan dicha fe. La mayoría integran dos partidos aliados a Bolsonaro, el PL, última sigla a la que se afilió el presidente, y Republicanos, ligada directamente a la Iglesia Universal del Reino de Dios. 

El número de candidatos que se presentan este año a cargos legislativos y ejecutivos, llevando en su papeleta términos como pastor, obispo o padre, supera los 900, un 25% más que en las elecciones anteriores. La mayoría integra los partidos que forman la base de apoyo de Bolsonaro. En esta cifra total se incluye a todas las identidades religiosas, incluso las de matriz africana. Pero son los evangélicos los que encabezan el ranking. Entre los candidatos que se identifican como pastores hay 476, de ellos 53 obispos y 26 cantores de góspel.

Fue muy importante para el avance de los evangélicos en el país su actuación en los medios de comunicación masiva, mediante la compra de espacios

Una explicación para este auge es que los evangélicos cumplieron un papel en los sectores más pobres de la población, que no supo o pudo atender el propio Estado ni la Iglesia Católica. Un estudio de Datafolha divulgado en junio de este año mostró que el 53% de los evangélicos afirman ir a sus templos más de una vez por semana, mientras que en los católicos es de solo el 17%. 

Fue muy importante para el avance de los evangélicos en el país su actuación en los medios de comunicación masiva, mediante la compra de espacios. Primero en la radio y luego en la televisión, donde el género religioso llegó a ocupar el 21% del tiempo de la programación total en 2016. Ahora es el tiempo de las redes sociales.

En una reciente serie del diario O Globo sobre el fenómeno, el antropólogo Juliano Spyer -autor del libro Povo de Deus (Pueblo de Dios)- explica que la Iglesia Católica no se dio cuenta del avance evangélico: “El protestantismo tiene un elemento emprendedor, de ocupar espacios, innovar el lenguaje y observar con rapidez los problemas para responderlos”. 

Bolsonaro puso la religión en el centro del poder